Lunes 11 de marzo de 2019

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La fotografía es de Jone Leizaola Aretxabaleta, hija de personas referencia en la Comunidad Vasca de Venezuela. Jone es hija de Jon Leizaola, sobrino del Lehendakari Leizaola y de Libe Aretxabaleta, hija de Lucio Aretxabaleta quien fuera presidente de Juventud Vasca de Bilbao y Delegado del Gobierno Vasco en Caracas, fallecido en el terremoto de 1967. Es una vasca venezolana que vive y sufre la situación en la que malviven en Venezuela. Así como éste tengo una decena de testimonios de vascos venezolanos invisibles para el corresponsal de ETB en aquel país, Jon Artano, cuyas segadas informaciones distorsionan la realidad venezolana. Al parecer, lo mismo que al mundo de Sortu, su referencia es el dictador Maduro y todas las informaciones que presentan en sus informativos están desbalanceadas e incluso salpimentadas con la fraseología del líder de la revolución bolivariana, repudiado por América, Europa y el Parlamento Vasco. Pero ésto a Artano, que jamás saca testimonios de vascos de la colectividad, sino de personas que desequilibran la información, le importa muy poco a pesar del dramatismo en el que viven nuestros compatriotas en aquel país que abrió el exilio vasco, hace ochenta años, a los perseguidos por la dictadura franquista. Nuestros hermanos malviven en una situación invivible, pero Artano es solo el altavoz del madurismo.
Se equivoca Artano y quienes en los informativos de ETB ponen todo el peso de la información en el chavismo. Eso tiene poco que ver con la izquierda y si con la tiranía y es lamentable que testimonios como los de Jone Leizaola tengan que ser transmitidos por redes en lugar por la televisión pública vasca. La sobrina de un Lehendakari no es de fiar y si lo es un dictador cruel y despótico como Maduro. Afortunadamente en las noticias nocturas de hoy han aparecido los testimonios de Ibane Azpiritxaga, Igone Kintana y la citada Jone Leizaola. Nunca es tarde, si la dicha es buena. Esperemos se repita y se equilibre la información sobre Venezuela
Hay que señalar que los vascos de Venezuela nada tienen que ver con la derecha extremista ni con planes de la CIA. Tan solo son ciudadanos que solo piden se respeten sus derechos y cuyo anhelo es vivir en democracia.
Es lamentable que por aquí estos desgarradores llamamientos caigan en saco roto. Esta situación, sinceramente, apesta.
El Autoproclamado
El Nacional, cuya diseñadora gráfica ha sido por años Karmele Leizaola, tía de Jone, premio especial de periodismo, era el periódico de mayor tirada y más referencial del país. Acosado por la dictadura madurista que le impedía comprar el papel, se edita ahora en internet, cuando puede. Es una situación que los periodistas vascos deberían tener en cuenta y denunciarla si creen en la libertad de expresión, pero al parecer solo se mueven cuando les afecta solo a ellos. Curiosa solidaridad gremial.
Pues bien. Miguel Henrique Otero, editor de El Nacional, impedido de vivir en Venezuela ante la persecución del régimen, escribió este pasado domingo el artículo que reproduzco a continuación. Aclara y denuncia la descripción invalidante que dan algunos medios al presidente encargado Juan Guaidó llamándole Autoproclamado.
Ya sé que ésto es arar en el desierto o en el mar, pero conviene leer sus argumentos. Dice así.
Ya basta: Juan Guaidó no se “autoproclamó”
Guaidó se habría “autoproclamado” como Encargado de la Presidencia de la República de Venezuela. Insisten, contrariando el sustento legal y político que demuestra exactamente lo contrario: que, lejos de autoproclamarse, Guaidó, obligado por sus responsabilidades como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, sin abandonar esa posición, debió asumir, además, el cargo de Presidente Encargado de la República Bolivariana de Venezuela.
Resumiré a continuación lo que juristas de la talla de Allan Brewer Carías han explicado con claridad y rigor irrebatibles. El punto de partida que se pretende seguir desconociendo, es que el 10 de enero de 2019, Venezuela se quedó sin un presidente elegido de forma constitucional, para el período 2019-2025. Fue así porque las elecciones del 20 de mayo fueron ilegales, ilegítimas y fraudulentas. El primer lugar, no fueron convocadas por el Consejo Nacional Electoral, como ordena la Constitución, sino por la Asamblea Nacional Constituyente, a su vez, organismo también ilegal, ilegítimo y fraudulento. Quienes repiten que Guaidó se “autoproclamó” olvidan que Smartmatic, empresa responsable del sistema electrónico de votación, denunció que los resultados presentados por el Consejo Nacional Electoral no se correspondían con lo contabilizado por sus máquinas. Se infló la votación para ocultar la enorme abstención que se produjo, en rechazo a una convocatoria fuera de la ley, por lo tanto, írrita y sin efecto alguno.
La propia Asamblea Nacional, cuando Guaidó todavía no era su presidente, declaró “inexistente” la supuesta reelección de Maduro. El 22 de mayo de 2018, dos días después de escenificada la farsa, el documento emitido por la Asamblea Nacional advertía que el proceso “incumplió todas las garantías electorales reconocidas en tratados y acuerdos de derechos humanos, así como en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y la Ley Orgánica de los Procesos Electorales, tomando en cuenta la ausencia efectiva del estado de derecho; la parcialidad del árbitro electoral; la violación de las garantías efectivas para el ejercicio del derecho al sufragio y para el derecho a optar a cargos de elección popular; la inexistencia de controles efectivos en contra de los actos de corrupción electoral perpetrados por el propio gobierno; la sistemática violación a la libertad de expresión, aunada a la parcialidad de los medios de comunicación social controlados por el gobierno, y la ausencia de mecanismos efectivos y transparentes de observación electoral”.
La Asamblea Nacional señaló, además, que bajo el amparo de los artículos 333 y 350 de la Constitución Nacional, el electorado “decidió rechazar, desconocer y no convalidar” la farsa, a pesar de toda la presión que el gobierno hizo, a través de la estructura burocrático-paramilitar, que intentó obligar a los ciudadanos a participar en la farsa. El 20 de mayo se puso en evidencia el inmenso rechazo político que la farsa provocó en la sociedad venezolana.