No te equivoques, Putin no bebe.

Domingo 15 de mayo de 2022

El 26 de diciembre de 1991 colapsó la Unión Soviética. Felipe González y el PSOE habían apostado fuertemente por la Perestroika de Gorbachov y ante el golpe de estado encubierto, una delegación del Congreso de los Diputados viajó a Moscú presidida por J.M Benegas. Formé parte de ella. Nos recibieron Gorbachov en el crítico momento en lo que todo iba a estallar así como un jovial Boris Yeltsin  en el Kremlin. Fue la última reunión de ese tipo en aquel palacio. A la semana se arriaba la bandera roja con la hoz y el martillo y se izaba la bandera rusa. Putin dijo posteriormente que fue la mayor tragedia vivida por su país. Pero el hecho le vino de cine.

Al regresar de Moscú me tocó en el avión el asiento contiguo a Javier Rupérez. Me hizo una confesión. Él y Fernando Álvarez Miranda habían sido enviados a Alemania, Bélgica, Venezuela y Estados Unidos en 1979. Suárez no estaba dispuesto a admitir la Disposición Adicional del Estatuto de Gernika y consideraban la posibilidad de enfrentarse frontalmente al PNV y debían explicarlo a estos países donde se suponía teníamos amigos y entrada. La Disposición es la que dice que “la aceptación del régimen de autonomía que se establece en el presente estatuto  no implica renuncia  del Pueblo Vasco a los derechos que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de su historia….” No era admisible. Sin embargo tras quince días viajando por el mundo, al llegar a Barajas compraron en la terminal El País que decía con grandes letras en su portada que Suárez había aprobado el proyecto de ley estatutario con Disposición incorporada. Casi les da algo. Un dato para la historia. Como lo que me dijo Suárez delante de Benegas. ”Solo cuando estuve dispuesto a dimitir abordé la devolución del Concierto para Gipuzkoa y Bizkaia. Hoy no sería posible”. Otro dato.

Pasado el tiempo conocí personalmente a Vladimir Putin y lamento  hoy haber dado la mano a este gran  criminal de guerra. No hay jabón Lagarto para limpiar este hecho. Curiosamente este ex espía de la KG8, el tipo aparentemente más hermético que pueda presidir nada, en sus  dos  visitas, una en el Congreso y otra en el Senado, quiso someterse, sin restricción alguna, a las preguntas de los diputados y senadores, como Rabin y como Thatcher. Viví las dos pero constatamos un  cambio de actitud. Muy dialogante la primera, junio de 2000, más despótico  en la segunda.

En la sala de Ministros, tuvimos una reunión con él, flanqueado por el ministro Ivanov y el jefe de la oposición, Primakov. Nos habló por encima de la situación rusa. Ese día era noticia la detención de Gusinki, presidente de un importante grupo mediático. Cuando tocó hablar a los portavoces, todo fue obsequiosidad. Luis de Grandes, PP, le felicitó por preservar la unidad política de Rusia, Martínez Noval, PSOE, le agradeció su presencia, Trías, CIU, le ilustró sobre los seis millones de catalanes, el de IU no dijo nada. Cuando me tocó el turno le saqué la palabra maldita en aquel momento: Chechenia. Un temblor sacudió la sala. Me miró fijamente con sus penetrantes ojos azules y me soltó todo un tratado diciendo que él no quería vencer a los chechenos, pero que se había producido un vacío de poder llenado por islamistas y extremistas, que habían propiciado la intervención armada rusa porque los chechenos querían llevar sus propuestas a otros estados limítrofes. Hizo hincapié en que había nombrado a un rnufti, antiguo colaborador de Dudadiev, etc. El hombre se empleó a fondo en la respuesta. Y terminó de forma curiosa. Me dijo: “Ayer estuve hablando con Aznar de los vascos. Y usted debe saber que no tengo nada contra los vascos. Todo lo contrario. Yo nací en San Petersburgo. Viví y estudié en San Petersburgo y voy siempre que puedo. Y allí, siempre, he vivido en una calle que se llama “de los Vascos”. Le pregunté a Aznar si sabía por qué. ¿Lo sabe usted?”. “Pues no-le contesté-, pero si usted no lo sabe habiendo sido jefe del KGB, entienda que yo no lo sepa”. Se rio.

En la despedida le dije que trataría de averiguar y si alguien conocía algo de esto, se lo haríamos llegar. A la salida el ministro de Exteriores, antiguo embajador durante doce años, a quien había conocido durante el colapso de la URSS, me dio recuerdos para gentes del PNV. Luego, en otra oportunidad y no siendo embajador, contactó conmigo ya que su mujer representaba asuntos culturales y artísticos varios. Le puse en contacto con el alcalde de Bilbao.

De todas formas, aquel viaje evidenció que había sido una auténtica vergüenza el doble rasero internacional del gobierno Aznar ante los hechos  ocurridos en Chechenia. En ese momento y a pesar de las barbaridades que estaba cometiendo Putin en Chechenia  le consideraban un moderado  comprendiendo los argumentos de Moscú al hablar de la existencia “de terrorismo y de movimientos separatistas” por lo que el gobierno Aznar apoyaba su derecho a “combatir a los terroristas en defensa de la integridad territorial de Rusia”. La famosa “unidad de destino en lo universal” de Primo de Rivera. A eso se le unía el deplorable servicio diplomático español que había sido un desastre con la Perestroika. Cuando fuimos a Moscú en la primera delegación los diplomáticos españoles se habían rebelado contra el embajador José Cuenca por su absoluta incompetencia y falta de realismo al informar que a pesar de las tensiones no pasaba nada. Al  muy poco cayó todo el tinglado. En el segundo viaje de Putin el servicio diplomático español asimismo se lució. Había que confiar en Putin porque “a diferencia de Yeltsin, me dijeron, Putin no bebe” y Aznar minimizó cualquier reproche sobre los derechos humanos cuando en Chechenia se estaba produciendo todo un genocidio.

En ese viaje oficial y en el Senado tuvimos otra reunión con él. Me lo recordaba recientemente el entonces presidente Javier Rojo, tras los graves sucesos de Ucrania con un Putin invadiendo el país en febrero, me llamó para recordarme la pregunta que le volví a hacer sobre Chechenia y lo mal que me contestó. Ya no era aquel Putin simpaticón y escuchador sino un chuleta autoritario, nada que ver con la primera vez. No acabamos a mandobles de milagro, lógicamente con la buena paliza que seguramente estuvo tentado de darme, él, cinturón no sé qué color de sus artes marciales.

Era evidente que el tipo era todo menos un demócrata pero occidente le seguía dorando la píldora. Ante aquello le hice la prueba del algodón hacia esas moderaciones que nos anunciaban los diplomáticos españoles y le hice la clásica pregunta para sacarle de quicio y conocer de verdad si era de verdad  ese demócrata pasivo que nos decían. Por eso volví a recordarle la situación de Chechenia y su devastación, algo que no tenía nada que ver con lo que me había dicho en la reunión en el Congreso hacía seis años.

Terminada la traducción, no se puso de pie de milagro y me contestó enfurecido de  muy mala manera, diciendo que el gobierno español hacía bien en aplastar el terrorismo vasco y poco menos que no sabía qué hacía yo allí y que él lo tenía muy claro. Siempre actuaría contra cualquiera que pusiera en peligro la unidad de Rusia. Ante aquello Rojo trató de calmarle y no me dio la palabra para replicarle porque veía que de allí no salíamos por nuestro pie. Y eso que como me dijo el diplomático español, Putin era un moderado y no bebía.

Javier Rojo al comentar todas estas vivencias  con Putin recordaba que le tocó representar al gobierno español en los actos conmemorativos del 60 aniversario  del cierre  del campo de exterminio de Auschwitz con presencia del presidente Reagan y de Putin y también del líder ucraniano Viktor  Yushchenko, que fue envenenado con dioxina y se le quedó la cara hinchada y marcada por grandes cicatrices en un atentado donde seguramente la larga mano de Putin dio la orden. Recordaba Rojo la tensión que había en aquella cena oficial donde bajo el mismo techo, con el motivo de un genocidio, se vieron de lejos víctima y verdugo.

Occidente, y en particular Europa, por un análisis equivocado de la figura de Putin y su régimen de oprobio han dado alas a este criminal de guerra  y no me refiero solo a Alemania comprándole el gas y enfeudando su compra de energía a un país con semejante dictador sino la ejemplar España que  ha  sido asimismo culpable  viendo en la inmensa Rusia un gran mercado al que vender de todo. En mi caso y ante aquellas dos experiencias y viendo como el entonces Rey Juan Carlos se entrevistaba continuamente con Putin y éste le invitaba a cacerías y a saraos varios me hinché a preguntar al gobierno sobre este tipo de relación y de que hablaban. Siempre me contestaban que el Rey era inviolable y por tanto no objeto de control parlamentario. Ante aquello preguntaba por sus acompañantes, ministros, embajadores, escoltas, secretarios que si son objeto de control parlamentario pero me contestaban lo mismo y ante la incomodidad de las preguntas, me silenciaban.

De ahí que cuando decimos que España tiene una democracia de baja calidad nos referimos también a esto, sin meter ahora en el saco la cloaca del Cesid y del CNI, que se las trae y que Margarita Robles perpetuará.

La unidad de Rusia y de España ante todo. Pero Putin, no bebe.

Con Arzalluz en el CESID (3)

Sábado 14 de mayo de 2022

La molestia de Mayor Oreja

Para comprobar el grado de activismo contrario a este tipo de cosas que ejercía el ministro del Interior Jaime Mayor Oreja, a los cuatro días, en La Razón aparecían en portada tres fotografías. La de Serra, la de Arzalluz y la de Mayor Oreja. El título era expresivo: «Mayor Oreja, inquieto por la presencia de Arzalluz en el Cesid.» Y como subtítulo: «La invitación al presidente del PNV, con el visto bueno de Eduardo Serra, para que diera una conferencia a los espías españoles en las instalaciones del Centro, provoca discrepancias entre los Ministerios de Interior y Defensa.»

El editorial no tenía desperdicio y explicaba muy bien que aquella iniciativa del Cesid rompía la estrategia de cerco al nacionalismo que ahormaba el ministro del Interior, Mayor Oreja, en connivencia con poderes mediáticos muy beligerantes. A tal efecto el editorial de La Razón del viernes 16 de julio era esclarecedor:

La invitación al presidente del PNV, Javier Arzalluz, para pronunciar una conferencia ante los servicios secretos españoles, ha enfrentado innecesariamente al ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja, con su colega de Defensa, Eduardo Serra, responsable del Cesid. El acto, realizado sin duda con democrática generosidad por el centro que dirige el general Calderón, demuestra que es capaz de escuchar amablemente a uno de sus detractores más cualificados, pero resulta de escaso beneficio ante los inconvenientes generados.

La figura del dirigente nacionalista no parece ser la más indicada para convertirse en el invitado del Cesid, no sólo por el malestar creado por la presencia de quien ha criticado ferozmente su trabajo y se ha servido de sus acciones como arma electoral: de quien mantiene pactos con los proetarras y se ha mostrado defensor de la autodeterminación de una parte de España, sino por lo que supone de ofensa gratuita al ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, que ha sufrido con la serenidad que le caracteriza las mayores agresiones verbales del director espiritual del nacionalismo, ofensas que sobrepasan con mucho los límites de la crítica política. No merecía la bofetada que supone que otro ministerio, que un compañero de gabinete, agasaje a quien le vilipendia.

El hecho pone, además, en evidencia la falta de coordinación entre el Cesid e Interior. No cabe duda de que el incidente nunca se habría producido de haber sido informado previamente el ministro del Interior.

Posteriormente en este periódico se insistía en que Mayor Oreja se había enterado por la prensa de la presencia de Arzalluz en el Cesid. «A partir de ahora -decían-, cuando Mayor Oreja formule una crítica a Javier Arzalluz, el líder nacionalista podrá decir que el ministro del Interior no expresa la opinión del gobierno porque él ha estado invitado, para pronunciar una conferencia en el mismísimo centro del espionaje español», comentaron. Según estas fuentes, Calderón contó con la autorización del ministro de Defensa, Eduardo Serra, para invitar a Arzalluz al Cesid. La visita consistió en una conferencia a la que asistieron unos trescientos agentes, más otras dos salas con circuito cerrado «entre los que se habían distribuido las preguntas, todas ellas light por supuesto, que debían hacer al líder del PNV», aseguraba La Razón.

Aquel acto de civilidad como lo denominó Arzalluz les supo a cuerno quemado a Mayor Oreja y a Anson, que no pudieron soportar que en una nota posterior a la conferencia, el Centro dijera que el presidente del EBB se había manifestado con <<la franqueza que le caracteriza» resaltando, nada menos, que <<su sentido del humor».

«Un asistente a la conferencia -decía José V. Merino en EL Correo Español de Bilbao- relató que Arzalluz no se había referido al Cesid, con el que el PNV mantiene un contencioso histórico, ni tampoco fue preguntado sobre esta cuestión por los participantes en el coloquio. Sabemos que no es precisamente un amigo del Centro, pero en todo momento estuvo muy cordial y relajado y su tono fue distendido.»

Cruce de cartas entre Calderón y Arzalluz

Esta polémica, que ya nos indica lo que opinaba el gobierno de la tregua y el trabajo de zapa de Mayor Oreja en las relaciones PNV­ gobierno, pareció no influir demasiado en el general Calderón, que el 15 de julio envió a Arzalluz una carta con el sello confidencial en el que le decía:

Estimado presidente y amigo Xabier,

La conferencia que pronunciaste en este Centro el pasado día 13, como ya te comenté, fue de gran interés y nos va a ser de mucha utilidad. Como te indiqué, tu intervención la grabamos en video con objeto de poder sacar el máximo partido de su contenido, haciéndolo extensivo a las personas del Centro que no tuvieron oportunidad de escucharte en directo.

Te envío una copia de la grabación de la conferencia, ya que he pensado que puede ser de interés para ti, y como recuerdo de tu grata presencia entre nosotros. Un afectuoso saludo. Javier Calderón.

P.D. Deia, al día siguiente, afirmaba que te metiste en «la boca del lobo». Creo que no te conocen lo suficiente porque, a lo largo de tu vida, has demostrado que puedes ser cualquier cosa menos «caperucita roja».

Xabier Arzalluz, por su parte, que no suele ser muy prolífico en su correspondencia, en esta oportunidad el 27 de julio le contestó lo siguiente:

Estimado señor director,

No hay nada que agradecer. Pienso que desde nuestras respectivas posiciones hemos realizado un acto de civilidad.

Lo de «la boca del lobo» tiene su explicación: tu agencia tiene su morbo para los periodistas en general y para algunos de Deia en particular.

Respecto a lo de Caperucita, tú como hombre bien informado sabes muy bien que hoy en día, para bien o para mal, no es el lobo el que se come a las caperucitas, como en nuestro tiempo. Hoy son las caperucitas las que se zampan tranquilamente a los lobos.

Eskerrik asko y hasta otro día.

XABIER ARZALLUZ

Menos mal que este cruce de correspondencia no llegó a manos de Anson. De haber sido así hubiera acusado a Calderón de abertzale camuflado en el Cesid. De hecho, y por la otra parte, la conferencia había sido objeto principal de conversaciones y comentarios en la fiesta conmemorativa que el cuerpo de la Armada española había celebrado en Bilbao el día del Carmen, 16 de julio, donde mandos de la Brigada de Información de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, cuerpos inveteradamente enfrentados con el Cesid, hicieron objeto de bromas al jefe de antena del servicio secreto militar en Bizkaia, el oficial del Cuerpo de infantería Carlos Ignacio Ollaga, alias El Diplo.

El responsable local del Cesid había sido marginado de todo el proceso de concertación de la conferencia de Arzalluz en el Cesid y había vivido una situación de incomodidad por las bromas de que fue objeto.

Y es que Carlos Ignacio Ollaga era amigo personal del jefe de gabinete del ministro Mayor Oreja, Gustavo Aristegui, ya que estuvo destinado en servicio en una embajada española en Oriente Medio por lo que era conocido con el sobrenombre de El Diplo, cosa que él mismo favorecía con sus constantes referencias a su pasaporte diplomático y a sus alardes de protagonismo personal.

Con motivo de una visita electoral de Aznar a Bilbao en la campaña autonómica de octubre de 1998, apareció fotografiado junto al presidente por las calles de la ciudad. Todo un discreto espía.

Conferencia de Ibarretxe

Aquella semana de julio fue muy intensa. Al día siguiente, el lehendakari Ibarretxe acudió invitado a una cena en el hotel Ritz por el periódico catalán La Vanguardia para explicar de dónde veníamos y adónde queríamos ir. No había sido el Grupo Correo sino un diario catalán. Y es que el asunto de la tregua interesaba.

El caso es que Ibarretxe impresionó a quienes no le conocían. Dio confianza, habló con gran facilidad siguiendo un esquema fácil de seguir, y fue valiente y respetuoso, reconoció errores; en definitiva, se metió con valentía a la audiencia en el bolsillo. Salvo el PP, que cometió la incorrección de no enviar a nadie, allí estaba la política, el periodismo, la economía y la sociedad. Eguiagaray, Tusell, Lluch, Solchaga, Rojo, Cándido Méndez, Aguirre González, Margarita Robles, Herrero de Miñón, Iñigo Oriol, Emilio Ibarra, Urdangarín y un muy largo etcétera. El Ritz se vistió de gala y el lehendakari no defraudó. Todo lo contrario. Encantó.

El jueves, Margarita Uria hablaba en Ávila sobre el modelo de Estado, Zabalia lograba la reunión del cupo y nosotros, por estos saraos, no podíamos asistir a Ronda, ni a los actos oficiales organizados por el viaje del presidente a Bulgaria. Ese jueves, el periodista Miguel Ángel Aguilar llevaba al director del periódico polaco Gazeta Wyborcka a Sabin Etxea. Adam Michnik le ganó al presidente del EBB una apuesta a cuenta del autor de un libro. Arzalluz le dio, dedicada, lo que más quería el polaco: una botella de Cardenal Mendoza. El polaco no era católico pero le gustaba el Cardenal. Amigo personal del presidente de Polonia, relató las visitas del papa y su contexto y nos anunció un reportaje muy amplio sobre Euskadi. Miguel Ángel Aguilar prometió no ser tan rotundo en sus juicios. Esa tarde, en rueda de prensa, anunciábamos que Ortuondo no se adscribiría al grupo parlamentario del PPE en el Parlamento Europeo. Seguíamos en la Democracia Cristiana Internacional, pero no en su grupo parlamentario que era una amalgama conservadora donde el PP español, recién llegado, aplastaba a las minorías y no quería junto a sí a nadie que le recordara que éramos fundadores de un proyecto que nació para hacer una Europa Federal y no una Europa de las multinacionales.

Con Arzalluz en el CESID (2)

Viernes 13 de mayo de 2022

Conferencia a los espías

En la fotografía vemos al general Javier Calderón que aquel día fue un buen anfitrión. Hoy hubiera sido imposible, pero aquel martes 13 de julio de 1999, el presidente de un partido nacionalista entraba en una gran sala donde no cabía ni una persona más, unas trescientas, sin contar otras dos salas, de bote en bote, que siguieron la intervención en circuito cerrado. Subieron a la mesa Arzalluz y Calderón. Yo estaba en primera fila junto al jefe de gabinete del ministro de Defensa, Eduardo Serra. Pedro Argüelles había estado con González de Txabarri, Darío Valcarce y Betina Salmones, diputada del PP, el verano anterior comiendo en el Aitanetxe de Zarauz. El presidente de Prensa Española, Nemesio Fernández Cuesta, le había encargado a Darío Valcarce mantener una relación directa con el PNV para ir mejorando las relaciones, pero aquello acabó cuando nombró a José Antonio Zarzalejos director del ABC.

El caso es que el general Calderón comenzó solicitando permiso a Arzalluz para grabar la conferencia. «Estoy acostumbrado a que me graben», contestó con ironía. La sala sonrió. Y fue curioso cuando en la presentación Arzalluz corrigió hasta en dos oportunidades al general. La fecha de nacimiento, que no era el 28 de agosto sino el 24, y la alusión que le había hecho de que era un político vocacional. «General, deben ustedes mejorar la información», comentó Arzalluz. La sala volvió a sonreír.

Comenzó diciendo que lo que iba a decir seguramente no les gustaría pero aquélla era su verdad y la iba a exponer sin subterfugio alguno. Con un lenguaje directo, sincero y valiente lo hizo. Nada distinto de lo que podía haber dicho en cualquier batzoki sobre cómo se gestó la Constitución, nuestra exclusión de la ponencia, el proceso de paz en Irlanda, la tregua de ETA, las reivindicaciones nacionalistas, la independencia vasca en Europa como solución, el apoyo a la Investidura de Aznar y los problemas de relación con el PP tras la tregua. Los allí presentes no pestañearon y al final aplaudieron. En el turno de preguntas le hicieron cinco, claras, pero sin salirse del tiesto. Hubo respeto. Arzalluz había hablado sin dobleces mientras defendía un proceso de paz con contundencia. Quizá por eso y por la valentía que había tenido le aplaudieron o quizá por lo insólito del hecho. El lobo feroz en la otra madriguera aunque, como le dijo Arzalluz al general Calderón, aquello no había sido más que un acto de civilidad. Y largo. Había durado de las 12:30 a las 14:45. Dos horas y cuarto.

Al terminar, los que tenía cerca de mí, lo comentaban favorablemente desde la discrepancia. Uno, de apellido Rico, se me presentó haciendo grandes loas al hecho y a la intervención.

Comida con sobremesa

Tras la conferencia fuimos al comedor del director. Una sala chapada en madera. Presidió Calderón, a quien acompañó Aurelio Madrigal, general de caballería. Era el secretario general. El número dos del Cesid. Durante buena parte del gobierno de Felipe González había estado agregado en el palacio de La Moncloa. En 1988 había sido enviado como antena del Cesid a París con cobertura diplomática. Estaba asimismo Ramón Ichaso, coronel de Ingenieros, alias Ibor. Íntimo amigo de Calderón, era el jefe de la División de Inteligencia Interior (Terrorismo, Nacionalismos, Extremismos, Insumisión, Objeción de Conciencia, Antimilitarismo). Un tipo clave. En 1980 estuvo destinado en la sección de documentación del Cesid. Fue antena en Túnez ante la OLP, de donde fue trasladado a Roma. En la última época del GAL era antena en París.

El más joven era Miguel Sánchez San Venancio, comandante de Infantería y jefe del Departamento Contraterrorista. Era el número dos de la División de Inteligencia Interior y responsable de todas las operaciones anti-ETA en Euskadi y en Europa. Estuvo destinado como ayudante de Ramón lchaso en París, supervisando las operaciones conjuntas Cesid-Guardia Civil en el sur de Francia. Lógicamente sabría mucho del GAL y fue el que menos habló. En el puesto que tenía había sustituido al hijo del general Casinello. Se encontraba asimismo José María Zaldua, el teniente coronel que nos había llevado allí.

¡Menuda mesa!

El menú consistió en alubias y merluza con dos clases de vino. Arzalluz le dijo a Calderón que mejorara su servicio de información pues cuando iba a Madrid le gustaba tomar gazpacho.

El general Calderón nos dijo que de aquella presencia estaban enterados Serra y Aznar y dio a entender que a Mayor Oreja no le había gustado nada. También que transmitiría lo que se dijera. Arzalluz le contestó diciendo que transmitiera lo que quisiera que esas cosas se las había dicho muchas veces a Aznar y que en la conferencia no había ocultado nada. Él no había ido allí a convencer a nadie sino a que honestamente se supiera su verdad.

Hablamos del libro de Pilar Urbano sobre el Cesid. Calderón nos dijo que esta periodista quiso cerrarlo con él haciéndole una entrevista y como no le gustaban a la señora Urbano las respuestas de Calderón dio un manotazo al grabador y la canceló. Nos habló del libro Espías de madera que creía tenía financiación canaria. Se quejaba mucho de los medios de comunicación y en especial de los vascos. Se sentía impotente porque no podía contestar a las noticias que se publicaban y mucho menos entablar un debate público.

Salió a colación el escándalo del espacio radioeléctrico que había costado el puesto al vicepresidente Serra. Se habló del estatus del Cesid y la necesidad de un nuevo reglamento, de la llamada del director de El Mundo para dictar el editorial de su periódico cuando el ministro Eduardo Serra no había desclasificado los llamados papeles del Cesid. Nos dijo muy enfático que ninguno de aquellos papeles había servido para incriminar a nadie. Hizo el comentario sobre la tonelada de papeles que entraban en aquella casa todos los días y que como tales papeles, sin más, podían ser utilizados, por el mero hecho de haber entrado allí, para ir contra personas.

Salió a colación la relación que manteníamos con Mayor Oreja y con Álvarez Cascos. De éste hablaron bien en relación con la Ley de Víctimas del Terrorismo. Sacamos a colación el acercamiento de presos y el trabajo que habíamos hecho para solucionar la situación personal de los que no estaban por la labor de seguir estando en manos de ETA. Aquel trabajo se había hecho con Antoni Asunción cuando era director general de Instituciones Penitenciarias y todo eso lo había suspendido Mayor Oreja. Discutimos si los presos debían ser o no interlocutores y, no sé a santo de qué, Calderón nos dijo que él no espiaba a sus invitados.

Calderón fue contundente con el asunto de la tregua y aunque hablamos con medias palabras nos hizo una afirmación rotunda. «Este proceso ha de estar cerrado en dieciocho meses, de lo contrario, fracasa.» La tregua duró alrededor de dieciséis meses. No andaba muy descaminado. A Calderón le preocupaba la escenificación del final de ETA en el supuesto de que se produjera.

Hablamos de los kurdos. Con el tiempo, ellos desbloquearon un conflicto que se presentó cuando la Asamblea Kurda se iba a reunir en el Parlamento vasco. Les dijeron que desistieran de ello y ellos se ocuparían de que a su líder Ocalan no lo mataran en Turquía.

Calderón nos hizo una reflexión sobre lo que es un servicio de inteligencia, que es más un servicio de análisis que de información y que del PNV sólo daban datos si se los pedían, no a impulso pro­ pio. No se lo creímos.

Yo les conté lo que me había dicho el secretario de Estado de comercio de que trabajando éste un contrato de una empresa ferroviaria en relación al Metro de México, se le había aparecido el responsable del Cesid diciendo que no había que ayudar a esta empresa pues estaba localizada en una zona nacionalista, vivero de ETA, y que éste le había entregado un increíble informe que investigado posteriormente por él había resultado que era un informe interesado del espionaje francés que quería promocionar sus propios vagones ferroviarios. Aquello les llamó la atención, sobre todo cuando les dije que se lo había denunciado directamente al ministro y éste, sin averiguar nada, me lo había desmentido.

Nos dijeron que Aznar, ante la mala utilización que se estaba haciendo de las cosas del Cesid, se había cerrado en banda. Y, como era normal, hablamos de HB, de la negociación realizada con los poli-milis, de la globalización, de la política norteamericana, de las reuniones de los fondos reservados, de la no desclasificación de los papeles, para entrar en que la kale borroka y la pugnacidad entre partidos no estaban propiciando un clima de paz.

El general quería hablar del concepto expuesto por Arzalluz en la conferencia sobre la soberanía originaria y de la identidad así como de la pluralidad de la propia sociedad. También de la inteligencia en Europa y de Europa como concepto de soberanía.

Y entramos de nuevo a hablar de la tregua. Ichaso comentó que cuanto más tiempo pasase le sería más difícil a ETA volver a tomar las armas, porque al final la gente se acostumbra a vivir sin la tensión de los atentados hasta que ETA decidiera volver a iniciar la lucha armada si no veía rentabilidad a lo que estaba haciendo. Sabían que ETA se había entrevistado con representantes del gobierno en Suiza. Se habló bastante de este asunto y parecía que habían puesto interés en consolidar este intento de paz aunque daban a entender, sin decirlo, que en la negativa del gobierno a no acercar los presos no estaban de acuerdo. «Manda Aznar y tiene su ritmo», comentaron.

Al final una reflexión de Calderón: «A menos fuerza, más inteligencia.»

Aquella sobremesa duró bastante y como colofón obsequiaron a Arzalluz con un libro de cuadros inéditos del Museo de El Prado y a los dos un cenicero del Cesid. De allí salimos siendo acompañados por todos, con la invitación a volver y con la disposición a hablar en cualquier momento por teléfono. Esto no se produjo y quizá hubiera sido conveniente por nuestra parte haberlo hecho pues parecía que aquellos militarotes veían favorablemente el encontrar el «umbral de mínimos» como en su día me había comentado el general Bastos para haber logrado que ETA, hoy, hubiera sido un recuerdo del pasado. En la actualidad el director del Cesid es un diplomático que lo mismo está con el PSOE que con el PP, pero de seguro, y por su propia convicción, no con el PNV. ¡Tanto tiempo reivindicando un poder civil y resulta que con los militares aquello por lo menos había dado algo tan insólito como la conferencia y la comida para, como dijo Arzalluz, «hacer un acto de civilidad»!. No es que nadie convenciera a nadie. El Cesid, comentando la conferencia, a los dos días, había resaltado el sentido del humor del presidente del EBB. Y es que hasta los espías se creían sus propias mentiras y a las deletéreas tertulias madrileñas.