La lavadora de Iñaki Iriondo

Sábado 9 de mayo de 2020


Este sábado, en Gara, Iñaki Iriondo gurú mediático de la IA publica una  interesante reflexión contra el EAJ-PNV con este expresivo titular. «Un candidato en todos los teleberris y el resto confinados». El candidato, como es fácil de entender es Iñigo Urkullu que muy a pesar de Iriondo es Lehendakari y tiene un trabajo que desarrollar

Acabáramos. Este es el gravísimo problema para Iriondo y Bildu y no el confinamiento. Por lo menos es sincero. No se trata de la salud sino de la campaña. Y dicho así, pues tiene razón, sobre todo para los suyos. Urkullu todos los días haciendo cosas, reuniéndose, formulando planes de futuro, reclamándole  a Sánchez la co-gobernanza y Maddalen en su casa o en la Diputación Permanente cabreada (siempre está cabreada) acusando a Urkullu de electoralismo. Uno hablando de lo que le interesa a la sociedad y la otra de lo que le interesa a ella.

Pues si es así, díganlo y no busquen subterfugios ni  eufemismos, ni se pongan la bata de enfermero para hacer parecer que están más preocupados por la pandemia  y la salud de los vascos que los demás.

Yo, hasta lo puedo entender, pero da la casualidad que el virus no le pidió permiso al PNV  para llegar y llevarse por delante, muy desgraciadamente, a  más de mil y pico personas en Euzkadi, ni para evitar el desastre económico que el maldito bicho va a causar, es normal que al frente del zafarrancho de combate esté Urkullu que es  quien tiene que hacer frente a la situación. Está en la ley.

Seguramente si Arnaldo Otegi estuviera en la misma posición Iñaki Iriondo no protestaría. Buenos son ellos a la hora del protagonismo.

En Euzkadi todas las instituciones se reúnen continuamente y la Consejera habla con los partidos políticos, pero no es eso. Iriondo quiere se visualice que los capitanes a posteriori tienen recetas mágicas que el PNV no tiene, como en su  día la tenían ellos con el Puerta a Puerta.

A Iriondo le gustaría una rueda de prensa diaria de Urkullu con Maddalen y con Miren Gorrotxategi, bueno con ésta no, ni con Iturgaiz, porque desbarran y eso rompe la armonía del mensaje.

La Diputación Permanente tiene las competencias que tiene, muy pocas, y si el 5 de abril se suspendieron las elecciones  lo lógico es que el Lehendakari, si se dan las condiciones, quiera convocarlas cuanto antes para que haya un Parlamento constituido y se pueda aprobar un presupuesto que haga frente a este naufragio.

Pero Iñaki Iriondo en su  nada sutil denuncia está dándonos datos de su preocupación. Sabe que igual, si hay elecciones ahora y ante una ciudadanía preocupada, la gente pueda estar tentada a revalidar la coalición PNV-PSE y  con mayoría absoluta y eso no le gusta. Lo entiendo. Serían otros cuatro años ladrando a la luna, con Urkullu de lehendakari y sacando al país adelante sin tanta fórmula mágica.

Lo que pasa es que  hay que tener una mínima coherencia y  mantenerla por encima de todo y sus diputados en Madrid, tras el discurso quejumbroso de Mertxe Aizpurua, va y se abstienen. Pero, ¿no habíamos quedado que el más estricto estado de alerta era lo que vosotros queríais?.

Un consejito.

Mejor  haría Iñaki Iriondo diciéndole a  su peña parlamentaria que fueran una pizca coherente. Iriondo es listo y conoce las reglas del juego. No se le puede criticar al Lehendakari aquí y en Madrid votar lo mismo que el PP. A ver si de una vez se sacuden tantos complejos.

Y en relación con Urkullu solo un apunte.

En todos los  informativos de ETB, sale Sortu aunque no haya hecho nada. Solo opina y siempre en la misma dirección, por lo que, menos lobos. Esos informativos son más TeleSortu que su querido Gara.

Un ejemplo. Se han pasado dos semanas criticando a Nekane Murga, la Consejera de Sanidad por no trabajar conjuntamente con la UPV en relación con los test y han querido hacer sangre, mucha sangre con este tema a pesar de que la Rectora haya dicho que trabajan conjuntamente  a satisfacción. Pues no. Dale y dale.

El jueves en el Parlamento, en la Diputación Permanente, Maddalen Iriarte sacó el tema de los test en plan ariete y como diciendo. ¡Ya os hemos cogido en renuncio. Sois muy malos !!.

La consejera, con su voz de GPS le dijo clara y gráficamente que hacer los test no es como apretar el botón de una lavadora. El asunto es complicado y necesita su tiempo, sus cautelas, sus respetos a la privacidad. Y lo de la  lavadora se entendía a la primera. Pues bien, sacaron el comentario al mediodía pero no a la noche no fuera  a ser que el que el personal viendo ETB lo entendiera y supiera que hacer un test no es como poner la lavadora. Fuera.

Si, si. Entiendo que todo está en clave  electoral, sobre todo en Urkullu y en el PNV pero nunca en ellos y que los dedos se nos hacen huéspedes pero tranquilo Iñaki. En los quince días de campaña Maddallen Iriarte va a tener su espacio electoral como ahora lo tiene en informativos casi diariamente y diría que hasta un poquito demasiado, si tuviera algo interesante que transmitir además de una queja agria y aburrida. Pero tiene derecho a sacar cabeza, que es al parecer, lo que a Iriondo le preocupa a tenor de su denuncia en Gara. No tanto el confinamiento.

Euzkadi ha pasado a la fase 1, ya lo siento Iriondo, y dentro de poco lo hará a la fase dos si las cosas no se tuercen, ojalá esto no ocurra, y se pueda ir a votar, convocar previamente mitincillos de cincuenta personas y que Tele Bildu, además de las continuas presencias de Maddalen va a poder intervenir Arnaldo, Arkaitz e Iker. Tranquilo.

Y lo estoy deseando. Quiero conocer cuál es vuestra alternativa. En su día fue KAS y la de ahora igual hasta coincide con la del PNV si no seguís predicando el confinamiento monacal y la crítica jeremíaca, aunque os preocupe de verdad que Urkullu trabaje en contra de la pandemia.

La muerte del Lehendakari

Viernes 8 de mayo de 2020

Personalmente no conocí al Lehendakari Agirre pero me acuerdo perfectamente el día en  el que murió en Paris. Vivía con mis aitonas en Donosti y la casa se estremeció. ”¿Qué va a ser de nosotros?” era la expresión más repetida. Aquel “nosotros” era la causa vasca, el pueblo vasco aherrojado. Entendí que había pasado algo terrible, pero no supe más. Mi aitona había sido represaliado y obligado a pagar una multa que lo inhabilitó. Era director del Banco Guipuzcoano en Zarautz, obedeció las instrucciones del Consejero de Hacienda Eliodoro de la Torre en 1936 para repatriar los fondos a Bilbao dejando a la familia en Zarautz. A mi amona le recluyeron en el convento de Santa Clara con otras  nacionalistas, a mi ama le cortaron el pelo al cero y al poco les expulsaron habiéndoles quitado todo. Acabaron en Iruña y de allí por monte a Iparralde. Para ellos José Antonio de Agirre era su referente, el hombre que desde el exilio les insuflaba ánimos y esperanza y ese día había fallecido con 56 años.

Es muy difícil describir la sensación de orfandad en la que quedó aquella generación y aquellos perdedores sometidos a una dictadura sin alma. Pero aquello ocurrió. Y para contarnos como fue, nada mejor que el relato de su amigo D. Manuel de Irujo quien con sentidas palabras nos escribió aquel mal recuerdo.

“Alderdi me pidió un artículo dedicado a José Antonio. Se lo envié. Pero después me pide que relacione sus últimos momentos. Esta demanda me intimida, tanto como me emociona. Yo no os he descrito jamás —y he descrito muchas cosas— los últimos momentos de la vida de otro hombre. He de iniciarme con mi mejor amigo. Porque, con todos los respetos debidos al cargo que encarnaba con tanta propiedad como eficiencia, a la hora de la verdad, en los momentos solemnes en que el hombre deja la vida, la condi­ción que prima en su ser es la de hombre, y por ser esto así, la calidad que más íntimamente se siente es la del amigo. To­dos los vascos hemos perdido a nuestro Presidente. Yo he perdido, además, al amigo, amigo con el cual había llegado a esa situación, máxima prueba de la amistad, en la cual pueden mantenerse posiciones coincidentes o discrepantes, conformarse o discutir, y discutir acaloradamente, sin dejar de ser amigo.

La última disputa que yo he tenido con José Antonio fue con cargo a la operación anglo-francesa sobre el canal de Suez. El la condenaba con fuerza. Yo sentía que no se hu­biera ultimado, con la ocupación material de todo el canal, ocupación que hubiera conducido a su internacionalización. «Hace mucho tiempo que no habíamos levantado la voz dis­cutiendo», me dijo José Antonio. «Es el único tema que nos separa de los muchos que están sobre el tapete. Dejémoslo, ya que, de nosotros no depende su solución». Leizaola y Landaburu, que presenciaron la disputa, me hicieron la mis­ma reflexión.

José Antonio era hombre fuerte, sano, sin lacras de nin­guna especie. Su padecimiento crónico, permanente, se reducía a una bronquitis, en la que, después de dejar de fu­mar, había mejorado. Recuerdo que, hace dos años, cuando fumaba —y fumaba mucho, aunque él se defendía de esta inculpación que le hacíamos constantemente sus amigos— reunidos en Pentágono —porque también nosotros teníamos nuestro Pentágono— él con Leizaola, Landaburu, Urcola y yo, había momentos en que debíamos esperar a que tosiera a su gusto para seguir deliberando. Desde hace dos años se encontraba bien, completamente bien, sano y fuerte, templado en su vida física como en su alma, con aplomo y equilibrio plenos. Aquellos ataques de bronquítico habían desaparecido, o se habían amenguado, aunque fueran en él de mayor intensidad que en cualquiera de los cuatro restantes, entre los cuales había dos, Urcola y Leizaola, que no tosían ni por equivocación.

El viernes 18 de Marzo, trabajando en su despacho de la Delegación con Aspiazu, confesó a este que se sentía con cierto malestar, algo griposo, por lo cual pensaba quedarse en casa unos días a sudar el catarro. Podía afirmar este pro­pósito con muchas garantías de acierto, porque las reac­ciones de sudor eran en él fáciles y copiosas. Pero el sábado 19 volvió a la Delegación y tuvo que oírnos, en coro, a Alberro, Landaburu y a mí mismo, que le llamáramos al or­den, recomendándole que no hiciera tonterías y que no deja­ra la casa en unos días para evitar un ataque gripal mayor. El, que estaba muy seguro de sí, nos contestó que se en­contraba mejor, añadiendo que, aquella noche tendría lugar la cena semanal acostumbrada, que en su casa solíamos ce­lebrar todos los sábados del año Don Alberto Onaindia, él y yo, pasando revista en la intimidad del hogar, a todos los su­cesos de importancia —de dentro como de fuera de casa— que la vida diaria nos ofrecía.

En efecto, la cena se prolongó con toda la secuela de obligados comentarios, rodeando la mesa de su despacho privado, hasta que, allá sobre las 11,30 yo, invocando los derechos del más viejo y alegando que el último autobús era a las doce, hice que se levantara la sesión. José Antonio no sentía esta necesidad. Se encontraba pleno de facultades en todos los sentidos de la palabra.

El domingo 20 oyó misa y comulgó en su parroquia de Saint Pierre du Gros Caillou. José Antonio era devoto de la parroquia, a la que reconocía todo el sentido religioso y cor­dial que le otorga la Iglesia.

Pasó el día bien, aunque acostado. Dejó la cama para oír misa a las seis de la tarde.

Durante la noche del domingo tosió bastante, por lo cual, decidió no salir de casa, rindiéndose a nuestras insis­tentes recomendaciones. Cuando el lunes 21 Mari, su mujer, llamó a la Delegación para anunciar que su marido se quedaba en casa, Aspiazu, que recibió el aviso, indicó a la Sra. Agirre la conveniencia de que lo viera el médico. De acuerdo con esta sugestión, Aspiazu llamó al Dr. Lasa y le dijo que, aunque el Presidente no tenía cosa mayor, sin du­da que, tanto la familia como la Delegación quedarían más tranquilos si le visitaba.

El médico encontró a José Antonio con los bronquios muy cargados y le recomendó guardara reposo durante un par de días. El propio José Antonio, que recibió a Aspiazu en la cama, dijo a este que prefería reposar un par de días.

El martes 22 entre 10 y 10:30 de la mañana, la Sra. Agirre llamaba a la Delegación. Su marido, dijo, había sufrido un malestar, perdiendo el color, con deseos de de­volver y con un fuerte dolor en el pecho que irradiaba a los brazos, de manera concreta al brazo izquierdo. Había pensado en levantarse para ir a la Delegación, pero se volvió a acostar. Escucharon su relación, en dos conferencias telefó­nicas sucesivas, Azpiazu y Alberro. Se llamó inmediatamen­te al médico y Azpiazu se trasladó sin pérdida de tiempo a su casa.

Lasa vigilaba muy de cerca a Agirre. Le veía con fre­cuencia. Conocía bien su fisonomía fisiológica. Azpiazu en­contró a José Antonio nervioso, inquieto, sin hallar postu­ra, con el brazo izquierdo dolorido, se quejaba de sentir una especie de biotzerre en la región cardíaca, pero tenía el pulso normal. Una hora después —en espera del médico— el en­fermo sudaba copiosamente, «a chorro», el dolor se había calmado algo, pero el pulso acusaba una clara arritmia.

A las 12:15 llegó el médico, que reconoció al enfermo, escuchando de él la explicación del ardor sentido en el pecho, especie de biotzerre, o algo de reuma. Lasa le siguió el aire, pero se diagnosticó la angina de pecho, como po­sible, dados los caracteres apreciados, aunque la arritmia no correspondía a dicha enfermedad, recetándole un antico­agulante con orden de quietud absoluta y prohibición de conversaciones y visitas, todo ello en previsión de que estu­viera formándose un infarto de miocardio, pensando en ha­cer un electrocardiograma en cuanto transcurrieran las 48 horas precisas para que ello tuviera lugar, en su caso. La opinión del médico fue la de que el acceso no se repetiría y que, en el caso de que se repitiera, no sería mortal. Algo pa­recido dijo a Azpiazu primero y a Alberro después, silen­ciándolo al enfermo y a su mujer.

El propio José Antonio, que tras la visita del médico se encontraba mejor, comentó con Azpiazu —no sin un cierto humor— lo que Lasa le había dicho y el régimen de absoluto reposo que le había ordenado, encargándole que, con la me­dicina recetada, le llevase los periódicos.

A la una y media estaba el anticoagulante en casa de José Antonio. Azpiazu, que la había llevado, comunicó sus te­mores a Landaburu en la Delegación. Entre tanto. Leizaola buscaba a los hermanos de José Antonio para hacerles partícipes de los mismos. A las 4,30 de la tarde, José Anto­nio se encontraba bien, su mujer había salido a hacer algún recado y Azpiazu cruzó unas palabras con el enfermo encontrándolo sereno, tranquilo y con su moral recuperada.

A las cinco de la tarde del 22, Mary preguntó a su marido si le apetecía algo y José Antonio le contestó que tomaría un té con pastas, encargándole que le trajera el periódico. A las 5,30, la señora de Agirre recogió el servicio y dio a su mari­do «Le Monde» y las gafas para que pudiera leerlo. Pocos minutos después de dejar la habitación, oyó unos extraños estertores. Volvió encontrándose a José Antonio desencaja­do, agonizante.

En la casa se hallaba con ella su cuñada Tere Amezaga. Mary telefoneó a sus hijos y hermanos, a la Delegación y a un médico que vive en las cercanías de casa. Para cuando lle­garon los primeros, José Antonio había dejado de existir. La Doctora que fué la primera en acudir a la llamada sola­mente pudo acreditar su defunción. Esto sucedía alrededor de las seis de la tarde.

Con distancia de minutos fuimos llegando sucesivamente Alberro y Landaburu, el Dr. Lasa, Don Alberto que le dio la absolución, el coadjutor de turno de Saint Pierre du Gros Caillou que le administró la Extrema Unción, Leizaola, Aintzane, Iñaki de Agirre y su mujer, Angel de Agirre y yo. Mary cerró sus ojos. Don Alberto, Leizaola y Landaburu lo vistieron. La vida de José Antonio se había extinguido para que comenzara la de su recuerdo como símbolo, enseña, mi­to. José Antonio entraba en la historia.”

Bono, Azkuna, tres libros y Agur!!!

Jueves 7 de mayo de 2020

Bueno, esto toca a su fin. Podría seguir y seguir pero entiendo que la reiteración puede cansar. He pretendido que el sesenta aniversario del fallecimiento del primer Lehendakari no pasara desapercibido en parte por las circunstancias y la suspensión del acto organizado y en parte porque podía considerarse una fecha más. Me hubiera gustado que Gogora hubiera destacado el hecho telemáticamente. Las nuevas generaciones carecen de las mismas referencias que las de nuestra generación y, antorcha que no se pasa, se apaga.

Mañana publicaré el doloroso trabajo de D. Manuel de Irujo tras el fallecimiento de Agirre y pasado el comunicado del Euzkadi Buru Batzar ante su muerte. Y se acabó.

Siempre me ha interesado  la biografía y la vida política de un hombre al que le tocó pasar por tragos muy amargos y sin embargo liderar desde un esquema de acción positivo la vida de un pueblo derrotado, incomprendido, sin horizonte y por eso fui un día donde el presidente del Congreso José Bono para que en la colección de parlamentarios del Congreso estuviera el diputado Agirre. Y aceptó de buen grado editando un libro en el que publicamos sus intervenciones parlamentarias y sobre todo su trabajo en la Comisión y ponencia que alumbró el primer estatuto vasco en 1936. Estaba dictaminado en Comisión y ahí están las actas con intervenciones de Calvo Sotelo e Indalecio Prieto y les pedí a los que habían sido portavoces parlamentarios del EAJ-PNV en el Congreso y sucesores de Agirre que me contaran algo sobre él. De esta manera este libro, que está prologado por Bono tiene presentaciones de Xabier Arzalluz, Marcos Vizcaya, Josu Erkoreka y quien esto escribe, jelkides  que hemos tenido el honor de ocupar esa tribuna que tan brillantemente utilizó nuestro primer Lehendakari. La colección Biografías Parlamentarias se enriqueció con este trabajo  de 2010.

El otro libro es el que editó el Ayuntamiento de Bilbao. El alcalde Iñaki Azkuna, hijo de un gudari del batallón Kirikiño, era persona muy sensible a la divulgación de hechos históricos de referencia y no solo acogió bien la idea de la estatua sino la edición de una publicación que es un lujazo gracias a que el diseño y la confección la dirigió Javier Riaño que en ese momento era responsable de Bilbao Arte, un artista exquisito con el que trabajamos muy bien y la obra editada es magnífica. Mejor no se podía haber hecho en recuerdo del primer presidente vasco que además era bilbaíno.

Y el tercero es del inicio de una democracia en momentos en los que la juventud no tenía muchos referentes y aunque no se crea, con total desconocimiento de quien era José Antonio  de la mayoría de la gente, salvo los protagonistas de tiempos de la República que tuvieron la suerte de conocerlo. Con Saratxaga habíamos editado “Entre la Libertad y la Revolución” en 1976, un libro clave para conocer la discusión que hubo alrededor del primer estatuto, tocándome  a mi hacer el nomenclator y en Venezuela habíamos ido editando sus discursos de Gabón. Y que quede claro que si alguien quiere editar estos trabajos, tiene total libertad para hacerlo para que la cadena no se rompa. Aquí no hay más derechos de autor que la obra de Agirre que es propiedad del pueblo vasco. También Erkoreka tiene un buen trabajo sobre como le trató la prensa franquista a Agirre que ojalá se edite algún día aunque soy muy pesimista ante esto. No se lee, no se edita, las liberrías se cierran e impera lo efímero. De esta manera nuestra propia historia la contaran otros y muy mal.

En estos trabajos he tratado de buscar fotografías inéditas y me dejo varias de ellas en el tintero, como me dejo de reseñar el Premio  José Antonio Agirre que ojalá se volviera a reactivar o la edición de los trabajos que organizó el ayuntamiento de Getxo, junto al busto del artista Lucarini que queda para quien considere que Agirre deba ser recordado.

Espero les hayan  interesado estos trabajos. Eskerrik asko!!!