Sábado 14 de diciembre de 2019

«Que la nueva potestad establecida en Euzkadi nos lleve con es¬píritu claro e inteligente y con un corazón eficiente a los altos destinos a que nuestro pueblo vasco está llamado», fue el brindis pronunciado en euskera por el «lendakari», compartido con copas de champagne por todos sus acompañantes, en el avión, en el momento en que el «Francisco de Orellana», que el 15 de diciembre de 1979 trajo a Jesús María de Leizaola, cruzaba la vertical de la muga. Una gran ovación rubricó esas palabras.
Jesús María de Leizaola, como en todas las jornadas anteriores, continuaba tranquilo. De alguna manera ya había advertido en el transcurso del vuelo que su corazón no latería con más velocidad al pasar de Euzkadi Norte a Euzkadi Sur, “porque para mí es sólo una Euzkadi, aunque políticamente sepa guardar las diferencias y respete las decisiones. Mi corazón nunca cruzará la muga”.
Sombrero nuevo
La jornada del Lehendakari co¬menzó con la misma rutina que du¬rante los largos años anteriores. Realizó el mismo viaje en Metro e incluso atravesó la puerta de la sede del Gobierno vasco a la misma hora de costumbre. Sin embargo, los más próximos pronto supieron un detalle: «Don Jesús estrena hoy sombrero».
La mañana la dedicó a concluir la redacción del discurso de entrega de poderes que hoy pronunciará en Gernika. Es un texto que el «lendakari», ayudado por el consejero del PNV en el Gobierno vasco, ha deseado perfeccionar al máximo.
Cierre simbólico en rue Singer
Pero quizá el momento más entrañable de la jornada en París fue el simbólico cierre de la sede del Gobierno vasco en el exilio de París. A la espera de subir ya al autobús para marchar hacia Orly, con la mayoría de sus acompañantes ya en esa esquina del número 50 de la rue Singer, sólo se recortaba tras los cristales del vestíbulo de las oficinas la figura del «lendakari», esperando a que todo el mundo saliera a la calle. Inició su paso hacia la puerta pero de pronto observó que una luz había quedado encendida. Apagó el interruptor y sin una vacilación cruzó el umbral. Después se agachó para cerrar con llave la puerta y sólo la insistencia de los fotógrafos impidió que el acto no durase poco más de un instante. Se quiso realizar ese acto simbólico ya que en sí misma la sede no ha sido cerrada definitivamente, a la espera de que se trasladaran a Euzkadi todos los archivos y documentos y se destinaran las instalaciones a otro fin concreto.
El «lendakari» ascendió al autobús y se inició el camino hacia Orly. En la esquina, José María Garmendia, otro de los fieles, solo, lloraba.
«No, no me ha impresionado cerrar la sede del Gobierno —aseguró el «lendakari»—. He sufrido separaciones de la misma más dolorosas, como la salida de París el 11 de junio de 1940, cuando entraron los alemanes». Esa misma actitud de negarse a las emociones, imposible de medir en su justa realidad, la conservó Jesús María Leizaola durante todo el viaje. Incluso por la mañana ya se había atrevido a señalar: «¿El día más feliz de mi vida? Tampoco, tampoco… Además, el día no se ha terminado».
«Es emocionante verle a aita tan feliz»
Sin embargo, para sus hijas Begoña, Arantxa y Estíbaliz les resultaba muy emocionante «verle a aita así, tan feliz». «Se siente completamente bien en su posición actual», comentó Arantza. Begoña, la hija con la que había vivido en París, añadió: «Hemos comentado muy poco el hecho de su regreso. Ha sido todo tan precipitado… Además, aita es muy silencioso y no dice casi nada». Incluso Begoña ignora los planes del «lendakari» y no sabe con qué frecuencia se trasladará de su nueva residencia, en San Sebastián, a París. «No ha dicho qué va a hacer», concluyó. Y esta con sus dos hijas que viven en esas capital —Begoña y Arantxa—, sino también Estibaliz, que vive en Bruselas, o la despedida la semana pasada de lciar, domiciliada en Brest, hoy todos en el aeropuerto junto con sus maridos y seis de sus nietos, fue una de las muy escasas emociones que el «lendakari» reconoció. «Encontrar en el aeropuerto para despedirme a tantos familiares míos o que tres hijas me acompañaran en el viaje, ha sido una gran sorpresa».
Durante el tiempo que duraron los trámites en el aeropuerto la familia Leizaola se mantuvo apiñada en torno al «lendakari», pero nada parecía demostrar la trascendencia del momento. Incluso Begoña Leizaola comentó que a su juicio la tranquili¬dad de su padre no era sólo aparente, sino real.
Medidas de seguridad
Discretas medidas de seguridad habían sido solicitadas a la Policía francesa, más como medida de prudencia, pero, al parecer, este deseo no fue bien interpretado en el aeropuerto, ya que los pasajeros del mismo tuvimos que superar dos intensos controles al acceder a la pista y en el avión, una fluyó de modo decisivo en el retraso del vuelo.
Durante el viaje, la atención del «lendakari» se centró en conocer con exactitud la situación de la vertical sobre la que se encontraba el aparato y comentar algunas anécdotas sobre esas localidades. Y así recordó el último vuelo en el que atravesó Francia junto con Juan Ajuriaguerra, o reme¬moró que la última vez que estuvo en la bahía de la Concha había sido en un contratorperdero inglés, en diciembre del 36, cuando fracasaron las negociaciones para el canje de presos políticos a causa de la actitud del Gobierno de Burgos. Simultáneamente alternó con los cerca de 50 periodistas que seguían el viaje sin moverse de su asiento. El viaje lo inició tomando una copa de champagne y durante el mismo tomó con apetito los canapés del aperitivo.
La primera jornada para visitar la tumba de su familia
Y también expresó su deseo para la primera jornada en San Sebastián, donde fijó su residencia cuando concluyeron aquellas primeras actividades políticas: «Lo primero que haré en Donostia será ir al cementerio, a la tumba de la familia”.
Ocurrió hoy hace cuarenta años.

