Con los Venezolanos por la Gran Vía de Bilbao

CaminataDomingo, 23 de marzo de 2014            

Sexta concentración desde los luctuosos hechos del 12 de febrero. La primera en San Ignacio, la segunda en la Plaza de Venezuela, la tercera en la Plaza Nueva, la cuarta en el Arriaga y este domingo en la Plaza Elíptica para, bajando por la Gran Via, llegar al Arriaga. Y eso sin contar las concentraciones de Iruña, Donosti, Zumaia y Gasteiz. Poco a poco los venezolanos y vasco venezolanos van movilizándose al estar motivados por lo que está ocurriendo en Venezuela.

El domingo pasado en Donosti, un grupito de descerebrados de la Izquierda Abertzale, quisieron reventar la concentración pacífica y pidiendo para Venezuela algo tan insólito para ellos como paz, democracia, libertad de expresión y el cese del desabastecimiento de los mercados y un mínimo de seguridad ciudadana. Menos mal que la ertzaintza estaba al quite.

En esta última de Bilbao  había unas trescientas personas  que bajando por la Gran Vía pedía estas cosas y al llegar al Arriaga entonar el Gloria al Bravo Pueblo, himno nacional. Y dar lectura a una serie de escritos de la oposición democrática de Venezuela. Y se han pedido dos minutos de silencio. Uno para los muertos de Venezuela y otro  en recuerdo del alcalde de Bilbao cuya bandera a media asta, ornaba la plaza. Todo un detalle.

La situación en Venezuela empeora y  en las conversaciones de la gente, una pregunta. ¿Cuántos muertos quiere la prensa  vasca que haya para que seamos noticia?.

Tienen toda la razón. Sobre todo teniendo en cuenta lo que ha significado Venezuela durante los cuarenta años de exilio vasco. Pero tenemos el periodismo que tenemos. Confunden izquierda con populismo barato y serían incapaces de vivir una semana en el reino de Maduro, pero parecería que es lo que se quiere para Venezuela. Pero los venezolanos no quieren eso.

Y ésto no ha hecho más que empezar.

Azkuna: Tres libros, una estatua y una calle

AzkunaSábado 22 de marzo de 2014

A Iñaki Azkuna le conocí cuando Arzalluz quiso nominarlo para ser elegido diputado en Madrid y llevar adelante la discusión de la ley de sanidad. Él prefirió la administración y de ahí surge su brillante gestión en Osakidetza. Posteriormente le vimos como Consejero de Sanidad tras haber pasado por la Secretaría General de la presidencia en Ajuria Enea. Con él y con Carmelo Saenz de la Maza trabajábamos en las  elecciones  vascas  la candidatura del Lehendakari. En esos años viajamos a Dublín a un congreso de la Democracia Cristiana y él con Arzalluz y Ardanza fueron en un avioncito privado que les dio más de un susto. Aquel viaje fue motivo de comentario siempre que nos veíamos. Siempre que viajaba a Madrid nos avisaba y cenábamos o comíamos con él.

Ya de alcalde le comenté cómo se iba a conmemorar un aniversario más del nacimiento en el Casco Viejo de Bilbao del primer Lehendakari, José Antonio de Aguirre y que esta personalidad clave del nacionalismo y de la ciudadanía no tenía un busto, ni una estatua, ni nada, en su ciudad natal. Cogió la copla enseguida y me dijo que averiguara quien era el mejor escultor realista y le encargó a Javier Riaño de Bilbo Art que coordinara la edición de un libro con fotografías y textos dedicados al Lehendakari. Dicho y hecho.

Al poco le llamé y le dije que me habían dicho que el artista adecuado era Francisco López que terminaba esos días unos bajorrelieves de la catedral de San Francisco. Contactamos con él y fruto de aquella apuesta está Aguirre en la boca calle de Ercilla frente a la Plaza Elíptica y al lado del hotel Carlton donde estuvo la presidencia de aquel gobierno. Al poco se presentó el libro, que es una joya, con las fotografías de Aguirre.

También le planteé en su día la edición de un libro con las Memorias del alcalde Erkoreka y con las del republicano Luis Aranguren que inmediatamente fueron editadas. Era muy receptivo a este tipo de iniciativas. De él pues saqué, por decirlo coloquialmente, la edición de tres libros, cosa nada fácil en una administración como la vasca no muy dada a editar casi nada. Y a la estatua y a los tres libros, hay que añadir  que también logré que le dedicara una calle a Santiago Aznar, Concejal del Ayuntamiento de Bilbao y primer Consejero de Industria del primer Gobierno de Aguirre. No es mal balance. La receptividad de Azkuna era notable. Luego se sumó la crisis a su enfermedad y ya no pudimos poner en marcha otras iniciativas.

En la hora de la muerte de Azkuna recupero el testimonio que escribió en relación al Lehendakari donde plasmó su visión de aquel político vasco y de su relación familiar con el mundo de Aguirre.

Este es mi homenaje a Azkuna en la hora del Agur.

Prólogo

Siempre he tenido un profundo respeto por la figura del Lehendakari Agirre. Me lo inculcaron mis padres, desde la infancia. Escuché una y mil veces historias de época, del nacio­nalismo, de algún Aberri Eguna prohibido, de la guerra y de la postguerra. En ellas, el Lehendakari Agirre siempre salía airoso en todo tiempo y lugar. Había veneración en mi casa por este hombre que fue jugador del Athletic, Alcalde de Getxo y Lehendakari del primer Gobierno de Euskadi.

Mi padre se fue voluntario al frente, encuadrándole en el batallón Kirikiño. Estuvo en el Intxorta con el comandante Beldarrain. Cuando Bilbao vivía sus últimas horas frente a los fasciosos, con Leizaola manteniendo el orden y evitando que se dinamitara la Universidad de Deusto, tres batallones -refiere George Steer- la flor de la infantería vasca, «fueron enviados para realizar el supremo esfuerzo, ascendiendo las laderas del monte Archanda. En la historia del sacrificio de la sangre humana en aras de la democracia, los nombres del Kirikiño, Itxasalde e Itxarkundia vivirán para siempre».

Luego, el repliegue hasta Santoña, la cárcel y el batallón de trabajadores. Y la que sería mi futura madre, en el exilio, en Angouleme. Mi padre me contaba que conoció España de cárcel en cárcel. Cuando me visitaba en mi época de estudiante en Salamanca, solía desplazarse a Peñaranda de Bracamente. Era su «universidad», donde estuvo en el batallón de trabajadores y aprendió los rigores de la vida. Yo mismo conocí a un viejo anarquista aragonés con quien mi padre hizo amistad en la cárcel de Torrero, en Zaragoza.

He contado esto porque fue lo habitual para miles de vascos. Otros tuvieron menos suerte y fueron fusilados o sufrieron el exilio.

Todo ello lo sabía el Lehendakari. Sabía lo que le iba a pasar a su pueblo, derrotado y humillado por defender la legalidad republicana, por defender la libertad de Euskadi. Observen las diferentes fotografías del Lehendakari que recoge el libro. Verán la evolución de la cara de aquel hombre optimista, llena de sufrimiento y de pesar por la suerte de su pueblo, sojuzgado durante décadas por el dictador que aniquiló la República.

Agirre era hijo de una familia acomodada. Huérfano de padre desde muy joven y el mayor de una familia numerosa, tuvo que hacer frente a la nueva situación. Buen deportista, llegó a jugar en el Athletic, pero pronto cambió de oficio para dedicarse a la política. Militante del Partido Nacionalista Vasco, formó parte de una nueva generación de ilustres notables, junto a Leizaola, Irujo, Ajuriaguerra y Landaburu. Para mí, después de la gran escisión del Partido y la reunificación en la Asamblea de Bergara, esta generación le dio consistencia poniendo de manifiesto un sentido humanista, una preocupación por los más desfavorecidos y por la justicia social dentro de su amor por Euskadi. Pero con el tiempo demostrarían también su visión internacional y, en concreto, su pertenencia y apoyo a la construcción europea. No se entienden los movimientos europeos y la militancia en la democracia cristiana europea sin el concurso de esta generación nacionalista. Ahora, que aparece tanto oportunista, hay que recordarles a aquellos como europeístas de la primera hora.

Pero la figura del Lehendakari se agiganta en la consecución del Estatuto, en el camino amargo que tuvieron que soportar aquellos hombres y mujeres del PNV durante la instauración de la República. Primero, con las derechas, y luego, con las izquierdas hasta que, declarada la guerra civil, tras el golpe de Estado que llevó el poder al General Franco, se proclama el Estatuto en octubre de 1936, siendo elegido José Antonio de Agirre primer Lehendakari en un gobierno de concentración formado por nacionalistas, socialistas, republicanos y comunistas. Agirre aunó voluntades y fue el Lehendakari de todos los vascos.

La guerra fue implacable y, a pesar del esfuerzo y la sangre derramada por el Ejército Vasco, el Eusko Gudaroztea, el Lehendakari y su Gobierno salieron hacia un exilio del que nunca regresaría a su tierra vasca.

Agirre era bilbaíno. Nació en el Casco Viejo y fue bautizado en los Santos Juanes. Fue Alcalde de Getxo, Diputado a Cortes y Lehendakari. El primer y único lehendakari bilbaíno del Gobierno de Euskadi.

Como lehendakari vivió con su pueblo los avatares y el horror de la guerra, luchando en defensa de la República, legal y democráticamente constituida y por la libertad y la construcción nacional de Euskadi. Como Alcalde fue uno de los impulsores de una activa lucha municipal en pos del Estatuto.

Este libro, editado por el Ayuntamiento de la villa que le vio nacer, quiere honrar la memoria de aquel Lehendakari impulsor del Estatuto de Autonomía, respetuoso con sus adversarios, que afrontó una cruel guerra desigual contra un enemigo superior, que sufrió con una enorme dignidad el exilio y que, al mismo tiempo, nos legó su amor por nuestro País y por el euskera, su honda preocupación social, su vocación universal, el respeto a las personas de cualquier condición. Honrar al Lehendakari y a dos Consejeros de su Gobierno, al socialista Santiago Aznar y al republicano Alfredo Espinosa Orive, que fueron Concejales en el Ayuntamiento de Bilbao, el último de ellos fusilado por los fasciosos en plena guerra.

Yo animo al lector a introducirse en aquel personaje carismático, en el hombre que llevó su vasquidad hasta su muerte allá en París, viajando sus restos hasta su tierra vasca de San Juan de Luz (Donibane Lohitzun) donde reposan.

Y termino aclarando que este libro no podría haberse editado sin la colaboración y ayuda de los Sres. Iñaki Anasagasti, Joseba de Agirre, José Luis Sabas y Javier Riaño. A todos ellos mi agradecimiento.

Iñaki AZKUNA

Alcalde de Bilbao

 

Suarez y el Concierto Económico

Viernes 21 de marzo de 2014

Acabo de editar un libro titulado «Jarrones Chinos». En él cuento la relación que hemos tenido con los presidentes de la  democracia española salvo con Arias Navarro. Y del elenco de presidentes (Suarez, Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y Rodríguez Zapatero)  solo salvo a Suarez. Por una razón muy sencilla. Fue valiente y se enfrentó a la nomenclatura de la  que procedía. El franquismo puro y duro del que fue su Secretario General del Movimiento. Pero eso no le impidió abordar los problemas y tratar de resolverlos. El resto de presidentes que hemos tenido solo se han dedicado a surfear por encima de ellos. Suarez los enfrentó.

Estamos viviendo momentos de gran hipocresía ante la posible  desaparición de Adolfo Suarez. Loas, golpes de pecho, encendidos ditirambos hacia un Adolfo Suarez al que conocí íngrimo y solo en el Grupo Mixto con Rodríguez Sahagun  sin que ningún banco les prestara un duro para su campaña de alpargata. Y me indigna  esa foto mentirosa en la que aparece un Adolfo Suarez enfermo de espaldas al lado de un rey que le pasa  el brazo por el hombro. Pura pose de un  monarca que no toleró que Suarez, tras las elecciones del 15 de junio de 1977 se sintiera legitimado por las urnas y quisiera volar solo. El rey había sido puesto  en su Jefatura  por Franco. Suarez estaba ahí, al principio por el dedazo del monarca, pero después, por el voto popular. Eso le creó la gran enemistad del inquilino de la Zarzuela que se creía con  derecho al veto y a la ingerencia y fue él, y nadie más que él quien propició la caída de Suarez en enero de 1981. Y Suarez dimitió «para que la democracia no sea un paréntesis». Desgraciadamente  veremos en su funeral a todos aquellos que lo persiguieron, abandonaron, e insultaron, darse golpes de pecho en un funeral de estado que será una de las mayores contribuciones al teatro nacional de Valle Inclan.

Y como en Catalunya su financiación es uno de los principales caballos de batalla solo contar una vivencia con el ex presidente.

El año 1980 fue el año del comienzo de la autonomía vasca. Teníamos el coche de la autonomía a punto  pero nos faltaba la gasolina de su financiación. Gipuzkoa y Bizkaia habían sido condenadas en 1937 a la pérdida de su Concierto Económico  por haber sido «provincias traidoras al Movimiento Nacional». Alava y Navarra, mantuvieron su pacto foral, y nuestros mayores, al inicio de la transición nos pedían y recordaban las tres demandas que debíamos hacer: estatuto de Autonomía, Concierto Económico y el Capitán  General de la VI Región militar con sede en Bilbao en lugar de que estuviera en Burgos.

Y aquel año de 1980 fue un año duro. Puesta en marcha de la autonomía vasca con una ETA enloquecida que mató a más de cien personas y, nosotros reivindicando la devolución del Concierto Económico. Y al final Suarez, con García Añoveros, lo devolvió. La explicación nos la dio a Benegas y a mí el propio Suarez  en una cena en el Palacio Real: «Solo cuando estuve decidido a dimitir abordé la devolución del Concierto. Las resistencias eran inmensas. Pero lo hice por justicia histórica. Hoy sería imposible  lograrlo y hasta de plantearlo». Lo recuerdo vívidamente. Al poco la UCD desapareció y el 23 F Tejero y Armada daban su golpe militar cuartelero.

Suarez fue un hombre valiente, no un demagogo del tres al cuarto al que se le va la fuerza por la boca. Hoy los políticos quieren perdurar y mantenerse en el machito. Suarez duró poco, fundamentalmente porque se enfrentó a los poderes fácticos e hizo lo que creyó que  tenía que hacer. Hoy, haría falta un Suarez en La Moncloa y no un Rajoy con el discurso de la España Una, Grande y Libre.

He de decir que, sinceramente, me da asco esta política española que ensalza  a sus hombres solo cuando están moribundos  y ya no les crean problemas. Y  una sugerencia. Cuando le vean al rey en el futuro funeral, piensen que fue unos de los  grandes responsables de la caída de Suarez. Se dice que la hipocresía es el homenaje que el vicio concede a la virtud. Pues eso.