Miércoles 31 de agosto de 2022
Así las cosas, la noticia que interrumpe este diálogo es el fallecimiento a los 91 años de Mijail Gorbachov.
Le conocí en dos momentos muy distintos de su vida. Felipe González le vendió la moto de la transición española organizando una ridícula semana explicativa de las bondades de la sacrosanta transición hispana, viajando incluso Alfonso Guerra, como gran pope a dar explicaciones a Moscú, como si pasar del comunismo a una economía de mercado fuera fácil. Uno decía que se puede hacer una sopa de pescado en un Aquarium pero no un Aquarium con una sopa de pescado.
El caso es que el líder de la Perestroika viajó a Madrid en 1990. El todo Madrid y el todo España quería ir a esa cena en el Palacio Real. Era la figura mundial. Yo fui como portavoz del PNV. Después de los discursos y de la cena se solía pasar al Salón Gasparini donde se tomaba el café, el té, se fumaba y la gente hablaba sin protocolo en los corrillos. Yo estaba en uno de ellos y el Jefe de su Casa me viene para decirme que el Rey quería fuera donde èl. Acudí. Estaba con Gorbachov y me presentó. Cuando el intérprete dijo que yo era el portavoz del Partido Nacionalista Vasco, lentamente, Gorbachov se llevó las manos a la cabeza y le preguntó:»¿ pero aquí también hay nacionalistas». «Pues claro» le respondió el Borbon que inmediatamente se puso a contarle su estancia de estudiante en el Palacio de Miramar de San Sebastián diciéndole además que sabía euskera. Era de verle contando en euskera hasta cinco. Aquello fue sicodélico. Gorbachov veía que aquella Unión de Repúblicas se le iba por el despeñadero y a pesar de su glasnot (transparencia) no tenía ni idea donde había viajado.
La segunda fue a punto de caer. Le habían dado el golpe de estado y repuesto pero aquello se iba al garete. Pasado agosto Benegas propuso que una comisión de Exteriores del Congreso viajara a Moscú para apoyarle y allí fuimos.
Nos dimos cuenta que el embajador español, un tal Cuenca, no tenía ni idea de lo que estaba pasando y enviaba a Madrid informes de relato de hadas. Logró que se le amotinaran todos los diplomáticos y personal de la representación.
El caso es que fuimos al Kremlin, nos metieron en una sala donde al poco apareció Gorbachov con el agua al cuello. Su situación era límite y estaba a punto de dimitir. Nos dedicó una hora mientras su poder estaba en plena hoguera. Tras él y en la misma sala y al poco apareció un jovial Yeltsin que estaba feliz de la operación que le habían hecho en Barcelona de la espalda y de lo majos que eran los españoles, los catalanes y los vascos, para contrariedad de Benegas y Rupé y puso pringando a Gorbachov y a los golpistas y nos esbozó una Rusia sin Ucrania, Bielorrusia, Georgia y demás Repúblicas. «Nosotros somos demócratas y aquí tiene que estar quien quiera».
A los quince días en la cúpula del Kremlinn se izaba la bandera rusa y se arriaba la de la URSS. Fuimos pues la última delegación internacional con la que estuvo como presidente de la URSS.
Gorbachov no siguió el modelo chino y ahora Putin, añorando la antigua URSS, trabaja en ello. Pues si, eso nos tocó vivir. Toda una experiencia.


