Miércoles 8 de septiembre de 2021
No, no es Jesucristo Superstar. Es Iñaki García Uribe en el altar de una pequeña iglesia sita en Laudio bajo advocación de San Miguel Arcángel, patrón del PNV. La víspera había logrado que ETB1, aunque la pasaron a ETB 4 pues las regatas al parecer son más importantes que la costumbre de transmitir una misa, se hiciera desde este curioso y simbólico lugar. Y, el lunes, nos llevó a unas veinte personas, entre ellas el alcalde de Laudio Ander Añibarro a este lugar tan original. El alcalde me comentó que sus aitas se habían casado allí.
Inaugurada en 1960 fue el final urbanístico de la colina Galmaka. Allí José Mari Errazti construyó para sus trabajadores caseríos de formato neovasco, una ikastola, un frontón y una iglesia. Errazti era socio de otros dos acérrimos sabinianos como Ceferino (Keperin) de Jemein y Zenitagoia y la fábrica obedecía a las siglas de JEZ, lo más parecido a JEL. Desde la ikastola Galmaka se inició el Araba Euskaraz.
En la ermita alavesa que visitamos destacan especialmente las vidrieras con los nombres escritos en euskera de los doce apóstoles. Pero lo llamativo del interior del templo son tres murales pintados por José Sarriegi, pintor de aquel momento. En el altar Sarriegi, pintó ese sagrado Corazón desde donde peroraba Iñaki Superstar. Mide 5,5 metros. Al lado y abajo tiene pintado una ferrería y un caserío.
Uno de los grandes murales laterales nos cuenta la leyenda de San Miguel Arcángel pintado por Sarriegi, militante del EAJ-PNV, capitán de gudaris y condenado a muerte en Santoña.
El tercer mural es una pintura de pared a pared, 12×5 metros, un trabajo muy original. Allí están pintados 39 santos, beatos y mártires vascos. Desde San Ignacio a San Francisco Xabier, Valentín de Berriotxoa y santas varias. Allí está todo.
José María de Errazti, hombre de fe fue secretario del Bizkai Buru Batzar y la empresa que fundó JEZ, sigue viva. Su hermana Karmele Errazti, primera presidenta de Emakume Abertzale Batza fue la esposa de Ceferino de Jemein el sabiniano por excelencia. Ceferino hubo de exiliarse y vivió con muy escasos recursos en Toulouse y, fallecida su esposa, su cuñado lo trajo a Laudio donde le atendió y donde falleció.
Subimos al coro y allí, Txema, uno de los nietos, persona muy amable que nos cantó una de las canciones litúrgicas de toda la vida en la explicación de a aquella obra de su abuelo y que había sido monaguillo, nos entregó el Himno de San Ignacio, pero el sabiniano escrito con la ortografía de tildes de Sabino Arana.
Fue una visita a un lugar increíble de la que desconocía su existencia y que gracias a García Uribe y a la amabilidad de la familia Errazti pudimos conocer. En aquel recinto se juntaba la fe de aquella generación, el abertzalismo militante y el perfil social de aquellos sabinianos que nos dejaron todo un tesoro de originalidad y buen hacer.




