Honores oficiales, pitos populares

 Un  joven judío ex ultraortodoxo ha subastado en internet su plaza en el paraíso Olam Haba y al cerrar la puja ascendía a 99.000 dólares. Cielo barato para ciertos bolsillos. El Borbón ha sacado a subasta su trono con pujador único pero con numerosos pujas a parcelitas de poder colateral en las que muchos se afanan. En franquismo postrimero, cuando preparaban con denuedo a su heredero natural, al príncipe-heredero futuro-rey se le conocía entre otros epítetos como el supositorio, por aquello de que nos lo iban metiendo poco a poco con vaselina.

El juancarlismo rampante parece tener bien aprendido que tras el éxito de la histórica introducción por salva sea la parte, no sería malo repetir el proceso con una nueva reintroducción y en ello están desde hace un tiempo: príncipe para desayunar comer y cenar en todos los medios, con su cenicienta icono al lado. Se prodigan más que las noticias del tiempo en la tele. No será fácil, nada fácil suplantar al heredero franquista, elefante blanco salvademocracias, caza-rubias y caza-elefantes, amigo/hermano de sátrapas y aventajado comisionista.

Así que, con frecuencia, con su sustituto ocurre lo que con los malos supositorios, que irritan y mucho, por ejemplo en la representación de la ópera ‘L’Elisir d’Amore’ en el Liceu de Barcelona. A la llegada principesca de Felipe/Letizia, tanto monta monta tanto, tuvieron que escuchar pitidos y abucheos, aunque en la tele sólo pudiéramos escuchar unos tibios casi huérfanos aplausos; en el interior los abucheos arreciaron entre los presentes para mostrar su descontento por la presencia de los Príncipes de Asturias y de Girona, que ese es su título. Ni los medios más afines pudieron ocultarlo.

También se prodiga y mucho en Euskadi, hasta donde se ha acercado este año en cinco ocasiones a recibir honores y vivas públicos oficiales, al tiempo que abucheos y pitidos cuando no indiferencia del pueblo llano. Viviendo tan bien del momio patrio seguramente les importará un bledo aguantar estos pitidos populares, mientras les cobijan los bienpagados cortesanos lamesupositorios que les rodean esperando cobrar con prebendas y sinecuras cuando sean coronados.

Tal vez por esto la mayoría estemos por los pitos, no por los vivas. Porque para quienes vivimos este jodido día a día generado en buena medida por ellos y sus regaladas vidas, sólo nos queda el abucheo, el pataleo, los pitos sonoros y en última instancia, como en los toros, división de opiniones: unos en su padre, otros en su madre.

 

 

 

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