Este «punto dulce» está exactamente en 26.561 euros/percápita/año. Vamos, solo puede comprarse la felicidad hasta este punto-clímax económico al que nuestra felicidad va in crescendo, pero a partir de tan paradisíaco guarismo nuestra satisfacción decae. Diríamos que a mayores aspiraciones económicas, mayor insatisfacción. Aunque Nicolás Maduro tenga lapsus de verdad «los capitalistas especulan y roban como nosotros», los políticos honestos (¡qué los hay!) tratan de conseguir desarrollos económicos que satisfagan a sus conciudadanos.
Por esto, tras descubrir que la satisfacción está cayendo entre los habitantes de países ricos, los economistas han descubierto la medida de bienestar material de la felicidad: 26.561euros. A partir de ella las personas empiezan a sentirse desgraciadas ante unas expectativas de vida más exigentes.
El gozoso cálculo que publica la revista científica PLOS one es la conclusión de una investigación realizada por las universidades de Warmick(GB) y Minnesota(USA). Felices referentes bibliográficos, ahora sabemos que los ricos además de la riqueza también buscan la felicidad. En Reino Unido, con 27.299 euros de PIB, están comprobando que la felicidad ciudadana va en declive: «A más dinero, más consumo, expectativas de vida más altas y en consecuencia personas más desgraciadas», concatenan los investigadores.
Al párroco de Borja le han detenido acusado de apropiación fraudulenta de 210.000 euros. Uno más entre miles de robos, fraudes, astillas, prevaricaciones, blanqueo de capitales… aún estamos a la espera de que devuelvan los dineros del Gal, Roldán, Naseiro, Gürteles, o los de los ERE andaluces… Tanto trajín para pringarse con dinero a cualquier precio choca de bruces con la investigación angloamericana, porque quien más tiene, al menos aquí, más quiere.
En el Estado con 22.300 euros, se está en situación de merecer, pero ¡ojo! en Euskadi con 30.829 euros/per cápita estaríamos empezando el declive gozoso. Chungo, porque este estudio refuta la idea economicista de que con más dinero-PIB, cualquiera estaría más contento. Se olvida el estudio de aclarar que el PIB es una media entre ciudadanos, por lo que imagino la infelicidad/media de Bárcenas, del rey Borbón y apegados, de Fabra, de Botín, o la inmensa no-felicidad de los deportistas de élite, porque claro con «22.300 euros de media» no alcanzan el «feliz» clímax.
De todos modos la felicidad existe, incluso alejada de este guarismo económico. Desde luego, para saber que el dinero no da la felicidad bastaba con el vademécum de proverbios populares o pensar junto con Isaac Asimov, «lo más triste de hoy es que la ciencia avanza más rápidamente en conocimiento que la sociedad en sabiduría».