La importancia de llamarse Jon o Jone. Oficialmente 51 mujeres han sido asesinadas bajo el epígrafe “violencia de género” en lo que va de año; 82 según la Federación de Mujeres Progresistas.
En África, mutilaciones genitales (140 millones y 3 millones más a la espera de sufrir ablación u obliteración del clítoris); en el sureste asiático el turismo sexual, la esclavitud, trata y venta de niñas; en Afganistán, los talibanes no les permiten acudir a la escuela; en India cada cinco horas una mujer es quemada viva por la dote; en China e India, aunque prohibido, se practican abortos selectivos de futuras niñas y matrimonios forzados (70 millones en el mundo); en ciudad Juárez-México el feminicidio es cuasi impune; en EE.UU. cada ocho segundos una mujer sufre una agresión sexual. Es el puzzle del horror por ser mujer: una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual por su pareja, un 7% han sufrido un asalto sexual en algún momento de su vida. Asesinadas, violadas, explotadas o mutiladas en pleno siglo XXI, mujeres víctimas por su condición sexual. Mal de todas no es consuelo para la violencia propia: explotación sexual de mujeres africanas, suramericanas, mujeres asesinadas en países civilizados a manos de sus parejas, víctimas de una violencia de género incesante.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI se sigan cometiendo tales atrocidades contra la mujer? Hace poco escuchaba (lo sostiene el 20% de adolescentes andaluces) que si las mujeres se quedaran en casa eliminaríamos muchos de estos problemas. Para estos la violencia específica de género serían crímenes de celos que se atajaría simplemente con la ley penal. Pero ni código penal, ni leyes de igualdad, ni ley contra la violencia de género parecen atajar la sangría de asesinatos ni reducen otras formas de violencia específica contra la mujer. Negarlo es meter la cabeza bajo la almohada.
Según los entendidos no hay varita mágica para eliminar esta violencia de género, que sólo será posible lograrlo involucrando en un cambio profundo vía educacional de actitudes y comportamientos a mujeres/niñas y hombres/niños de toda edad y origen, algo que podría lograrse en menos de una generación si se acepta que las medidas penales son insuficientes y se adoptan medidas tajantes contra la desigualdad, origen primordial de la violencia. Porque la prevención da mejor resultado que la porra, no sólo mañana, sino todos los días en activismo permanente contra la violencia de género. Seamos agentes ellos/ellas activos contra esta violencia, porque no es sólo un problema social, sino además práctica peligrosa, insalubre y nociva para víctimas y verdugos.