Francisco Nicolás, el “conseguidor”, copa primeras planas; su mérito, haber estafado/engañado y timado durante mucho tiempo a muchos que creían utilizarle a él.
Ante el éxito comercial del Black Friday y Cyber Monday (hoy mismo) cabe recordar que según un estudio de la compañía de protección de marcas online MarkMonitor, uno de cada seis productos adquiridos estos días, con sustancial rebaja, es falsificado.
Hace unos años leí en un periódico el anuncio de un producto que me interesaba a un precio también interesante: sesenta pesetillas… hasta hoy. Como a mí timarían a otros/as muchos. Pero la mayor estafa no fueran las pesetas timadas, sino que a pesar de mi/nuestra denuncia el anuncio continuó publicado en ese medio durante semanas, quedando camuflado como engaño inaprensible entre el marketing, porque el periódico sí cobraría el anuncio.
Desde entonces tiendo a pensar en la estafa no como delincuencia unívoca sino como modo de vida recíproco instalado entre nosotros. ¿Y por qué no? Me pregunto ante el rubor de algunos honestos, si al final tras ser desenmascarado y pasada la vergüenza inicial se quedan habitualmente con lo estafado e incluso más. Matesa, Filesa, rescates bancarios, Urdaingarin/Crsitina, Gürtel/Bárcenas, tarjetas black, preferentes, falsas revistas policiales … y un largo etcétera de estafas/timos/engaños públicos, aunque los privadillos no se quedarían atrás: enchufes, astillas,
¿no presumimos de que conocer a éste o a ése otro para pasar u obtener un beneficio…? vamos, que la estafa, estafilla o con lo queramos denominar, está más que instalado en nuestra genética y sólo hace falta la oportunidad para que nuestra epigenética lo manifieste.
Chalé y coches lujosos, alterne con la crème de la créme, fastos públicos, besamanos del rey,… todo regalado, no es mal plan; la realidad es que a la mayoría también nos gustan los pequeños caprichos que se permitía el pequeño Nicolás, al que ahora en alto llaman estafador, pero a quien por dentro comprendemos bien desde nuestro propio Nicolás interno. Sólo le falló la vanidad de querer aparecer en público, porque si no todo seguiría discretamente igual.
Algunos, pocos, controlan su propio Nicolás con su probada honestidad, pero la mayoría no defraudan/estafan o timan simplemente porque no saben/no pueden o no tienen la oportunidad. Y si no, recuerden la honradez socialista-1982 hasta que les pusieron a guardar los dineros y se llevaron hasta las pensiones de los huérfanos de la Guardia Civil. Vamos, que menos ladridos plañideros contra este timador desenmascarado, porque entre nuestros apellidos opacados alguno seguro es Nicolás y porque el tamaño del timo no desdice que lo sea.