No es una advertencia del alcalde León de la Riva contra las mujeres que maquinen con arrancarse el sujetador para simular una violación. Tampoco una medida dada para fabricar patrones de sujetador, sino un anuncio solicitando azafatas para un salón del comic a celebrar en Barcelona.
«¿Puedes darte la vuelta y enseñarnos tu vestido?» Me imagino la sorpresa interior de la tenista canadiense E.Bouchard cuando un periodista-hombre le solicitó dicho movimiento de pasarela en la misma pista, tras disputar un partido del Abierto de Australia. Sorpresa reflejada en su rostro que no dio paso al enfado porque lo debió considerar espontáneo y divertido, aunque solicitara que de forma similar les pidiera a los chicos que mostraran sus músculos.
Como a la propia tenista, a muchos /as les ha parecido inofensivo, pero no a Serena Williams, número uno actual en la ATP-femenina, arguyendo contra el osado periodista «a qué no se lo pediría a Nadal o a Federer». B.J.King, ex-tenista ganadora de 12 grand slam, es más crítica, tildándolo de «realmente sexista», porque esto sólo se hace con las mujeres, nunca con los hombres.
Es anecdótico si vemos la vida como una sucesión de anécdotas casuales, pero si reiteradas la casualidad suena a causal y lo puntual a habitual.
Es cierto que el lado positivo sigue avanzando, con leyes y normas que empujan hacia una igualdad de trato y oportunidades, como es el hecho de la mayor presencia de mujeres en la universidad.
Pero el lado sexista-negativo para la mujer está ahí. La discriminación y sexismo religioso; el doble rasero lingüístico: estar hecho un toro/ser más astuto que un zorro contrapuesto a estar como una vaca/ser una zorra; publicidad consumista con la mujer como reclamo; anuncio de trabajo sexista explícito: “se buscan promotoras sexis y descaradas para presentar bebidas energéticas en bares”; el acoso de palabra “piropos” o de hecho “toqueteos” en metro y calles, la pornografía con mujeres como señuelo de entretenimiento… el camino hacia la igualdad no sexista tiene aún largo trecho por delante. Y no se trata sólo de leyes coercitivas, sino de comportamientos cotidianos, donde también las mujeres participamos de pensamientos y acciones sexistas, al menos en parte, cuando no percibimos o pasamos por alto estas formas sutiles (o no tanto) de sexismo.
Quede claro que si pedir una talla específica de pecho puede parecer sexista, en realidad apantalla algo mucho más grave y cínico, cual es la irrisoria soldada que ofrecían detrás del “ser morena, más de 170cm y pecho mayor de 95”. Vamos, para mearse de la risafloja y no echar ni gota.