De ilusión e ilusiones

ILUSIONADA

MI querida tía María Luisa solía decir a su marido que si ella se iba primero, él podría tener confianza con otra mujer pero esperaba que no las confianzas que con ella había tenido. Aunque con pocas horas de Escuela su experiencia vital generaba estas sabias píldoras de realidad. Los plurales en castellano suelen tener múltiples salpimentados vericuetos.

Aunque el fútbol no sea mi pasión, ni futbolera mi apellido ni el árbitro mi psicoanalista dominical de insultos, cuando gana el Athletic me alegro porque no me gusta el en casa del herrero cuchillo de palo negador de la valía en casa propia. Así que cuando veía la semana pasada, y mucho antes, las banderas rojiblancas ondeando con profusión ilusionante, también a mí me producía el efecto empático de la ilusión social y popular, moderada pero ilusión al fin y al cabo; incluso se agotó DEIA para conseguir el también ilusionante pañuelo de los leones de San Mamés, es el intangible valor social añadido, una especie de inteligencia emocional compartida. Una ilusión como esperanza cuyo cumplimiento parece atractivo, que es su segunda acepción según la RAE, o incluso en su tercera como viva complacencia en personas o tareas. Pero ayer pude observar algunos retornados de Barcelona con caras largas en caminos errabundos de desilusión, espero que no sea porque entendieron su ilusionamiento como apasionamiento alucinante que les hubiera hecho entender la ilusión como imagen sin verdadera realidad, sugerida por la imaginación o causada por engaño de los sentidos, que es lo primero en el diccionario. Porque de ser así, hacerse ilusiones podría servir para vivir en un engaño permanente. Ni lo creo ni lo espero de este modo, porque ya sé de alguno que ha empezado a ahorrar para poder repetir el viaje copero. Que la ilusión no sea un cúmulo de apasionadas ilusiones futboleras.

Hace unos meses en Grecia y ahora aquí hace una semana, algunos grupos han introducido en nuestra agenda política algo de este intangible valor social añadido, una ilusión por la cosa pública como algo propio en contra del funcionamiento de ciudadanos bisiestos que reaparecen en el calendario político cada cuatro años con cada votación. Su mérito es haber removido los fondos asentados y conformistas elevando la ilusión, lo que pasa es que del singular al plural hay tan poquito trecho que puede que tengamos muchos retornos vacíos desde Barcelona; si Grecia no paga sus dudas y aquí no cumplen las expectativas que han generado sus promesas, algunos empezarán a pensar que será más fácil predicar que repartir trigo; que la ilusión empuja pero de ilusiones no se vive.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *