LOS epicúreos buscan los placeres de la vida; algo parecido a la tabla de los siete pecados capitales en versión humana original, es decir, invertida a la propuesta cristiana, para que donde sermoneaban pecado leamos placer, trasmutando la gula, por ejemplo, de vicio a versión tres estrellas Michelin. No es mala idea este cambio sociomental, pero en el tránsito de vicio a placer bien pudiera ser que nos estemos pasando de frenada.
Resulta difícil encontrar en nuestro entorno a quien no sepa que la obesidad es una pandemia global y que, además de enfermedad en sí misma, es también inductora de patologías cardíacas, diabetes y potenciadora del riesgo de cánceres. Aun sabiéndolo, según un artículo publicado enFrontiers In Public Health, la obesidad oculta afecta en los países desarrollados al 80% de la población, que tiene más grasa de la conveniente para la salud. Tampoco hacía falta mucho análisis profundo, basta pasear por nuestras calles y plazas con los ojos abiertos. Ingestas excesivas, alimentos inadecuados e insuficiente actividad física escalonan el ascenso a la mortífera obesidad. Pero también los modelos sociales que nos imponen y aceptamos sin rechistar jalonan este insano camino.
Cuando en las pasarelas de moda en Milán, París, Berlín o Madrid ya casi se había conseguido que las tallas 34-36 con IMC inferiores a 18 no desfilaran y creíamos que todo estaba solucionado porque las modelos del dúo anoxeria-bulimia estaban erradicadas, resulta que el problema de salud salta por la otra orilla.
Ashley Graham, 28 años, medidas 96-96-116, utiliza la talla 50; primera modelo de talla grande portada en la revista Sports Illustrated. Candice Huffine, 29 años, noventa kilos, talla 48; primera modelo Plus Size luciendo palmito en el calendario Pirelli, esos donde aparecen las mujeres más guapas y sexis decorando todos los garajes del mundo. Chloe Marshall, 24 años, talla 48, fue la primera modelo de talla grande finalista de Miss Inglaterra.