Presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, distinguida por la Fundación Sabino Arana por su activa promoción de la salud en Bizkaia y en Euskadi durante sus 125 años de vida.
«La burocracia sanitaria está impidiendo soluciones inmediatas para enfrentarnos a la pandemia»
«Se deben tomar medidas quirúrgicas. ¿Qué es esto de dejar fumar en las terrazas y que un tribunal lo avale?»
«Desde su fundación, la Academia se ha empeñado en mostrar el rostro humano de la medicina»
«Recibir el Premio Sabino Arana alegra, pero que sea además en el 125º aniversario de nuestra fundación, supone un importante reconocimiento. Es un aliciente, una visibilización del trabajo que realizamos que es lo que intentamos, pues casi el 60% de las actividades de la Academia están dirigidas al gran público. Desde siempre, y hoy aún más, nos hemos empeñado en mostrar el rostro humano de la medicina, porque nos topamos con una medicina científica, muy tecnificada, con el peligro que entraña para el paciente la telemedicina», explica con preocupación el doctor Ricardo Franco Vicario, jefe clínico del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Basurto y presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao (ACMB), fundada el 19 de enero de 1895, siendo su primer presidente el doctor José Carrasco y Pérez-Plaza. ¿Le preocupa una medicina sin médico?
—Mucho. Veo gente muy enfadada por la actual praxis médica a causa del covid. No hay suficientes recursos y echamos mano del teléfono y la videoconferencia, pero esto no es la praxis médica correcta y mucho menos humana. Además, puede dar pie a enormes confusiones. Si no ves al enfermo, si no le tomas la tensión, el pulso, etc., no te puedes hacer idea exacta de cómo está y puede inducir a errores diagnósticos.
¿Se dan estos casos?
—Sí. Tengo una paciente a la que le dolían las articulaciones. «Parecía» una falsa artritis y resultó ser un cáncer linfático. Como durante tres meses todo fue por teléfono, nadie había visto su ganglio en el cuello. Al enfermo hay que escucharle, tocarle, auscultarle, debemos observarle. Porque el diagnóstico es el oficio de los detalles. ¡Si no puedes inspeccionar los detalles, qué vas a diagnosticar!
Hablando de la pandemia, ¿en los anales de la Academia recuerda momentos tan críticos, por no decir tan tenebrosos, como estos?
—En la gripe de 1918 fallecieron muchos médicos. Entonces era presidente de la Academia el famoso doctor Vicente San Sebastián Arana, que fundó luego sus clínicas y fue también cofundador y primer presidente del Igualatorio Médico Quirúrgico. Un prohombre de la medicina. Este cirujano tuvo que pedir ayuda a otras provincias colindantes para que enviaran médicos, porque aquí no había suficientes. En Bilbao solo contábamos con Basurto como hospital, un centro de beneficiencia para los pobres de solemnidad, mientras Santa Marina era para tuberculosos. La Academia asumió labores de compensación de la carencia de medios y médicos para atender la salud pública, lo hizo muy bien. Los médicos se volcaron para comunicarse en nuestra revista científica oficial, Gaceta Médica de Bilbao, fundada en 1894,donde contaban sus experiencias, y eso que aquellos médicos no estaban familiarizados con la infección pandémica.
Cómo sucede ahora.
—Sí, porque para nosotros este virus ha sido un bombazo que nos ha caído de arriba y del que no teníamos ni idea. Sabíamos que el coronavirus es una subespecie de virus que hay en la especie animal, una zoonosis, y que en el hombre hay una variante que es el del resfriado común. Pero el covid-19 nos ha colonizado, se está acomodando y, además, mutando.
Los aplausos a los sanitarios desde los balcones estuvieron bien, ¿pero cree que esto se refleja en sus condiciones laborales, guardias, protección…?
—Para nada. El personal está muy muy cansado, no hemos tenido tregua. Doblegamos la curva de la primera ola; pasamos el verano todorrisas y aparece la segunda ola y cuando ya amagaba con irse, llega el puente de la Inmaculada, la Constitución, las navidades y ahora cabalgamos la tercera ola. Esto ya lo avisamos desde la Academia.
El reconocimiento popular está bien, pero los médicos tendrán otras reclamaciones qué apoyará la Academia. ¿Cuáles?
—Los médicos y en general el personal sanitario vivimos toda la pandemia con escasez de personal. Ha habido confinamientos y hemos tenido sustracción de recursos humanos.
¿Siguen sin sustituirles?
A los médicos, no, pero a enfermeras, auxiliares y secretarias, sí. Ya no podemos decir que falten medios materiales, tenemos de todo, pero nos faltan recursos humanos. Pasé el covid, estuve un mes de convalecencia, me incorporé al trabajo y digo que la gente está agotada, sin poder coger vacaciones.
Conozco a muchos sanitarios, bastantes médicos entre ellos, que han hecho las maletas. ¿Por qué se nos escapa tanto talento: carrera profesional, condiciones laborales…?
—Tengo el ejemplo muy cercano de un superespecialista en fisioterapia respiratoria, con varios másteres y experiencia de seis años en un gran hospital de París, que cuando se declaró el estado de alarma se vino aquí y se ofreció gratis eta amore a todos los gerentes de los hospitales de Osakidetza. Quería contribuir y hacerlo gratis. No le llamó nadie. Así que se volvió a París y está atendiendo a todos los pacientes de cirugía cardiaca, torácica, esofágica y pacientes de covid que tienen destrozados sus pulmones y que lo necesitan forzosamente, pero aquí no hay cultura de la fisioterapia. No se sacan plazas. Así que estos profesionales se nos van porque esto es un erial.
Al citar a médicos, los ciudadanos pensamos en medicina asistencial, pero también existe la investigación. ¿Cree la Academia que se apoya la investigación biomédica?
—La Academia aplaude la investigación biomédica. Contamos con muchos investigadores que son académicos, gente de Biogune, de Ikerbasque, profesores universitarios… Desde la institución no se investiga, pero se analiza y se mandan recomendaciones. La investigación se está apoyando a través de los CICbiogunes. De hecho, al inicio de la pandemia hubo una oferta por parte de la Facultad de Ciencias, de los biólogos que habían descubierto una práctica de PCR para el diagnóstico, pero como no estaba estandarizada ni homologada, no la pusieron en marcha.
¿Por qué ocurrió eso?
—Es la burocracia. La Administración es una tortuga gigantesca que camina pesadamente. Entre el problema y la resolución hay un tránsito demasiado lento. Es como el personal, ¿por qué no cogemos gente que ha hecho ya la carrera, que están preparando el MIR o lo han sacado ya? No los reclutamos, entre otros motivos, porque los sindicatos se oponen. Tenemos una legislación poco flexible. No hay posibilidad de contratar a bote pronto, aunque las necesidades sean urgentes.
¿Cree que la pandemia deja al descubierto algunos agujeros en el que creíamos perfecto escudo de sistema de salud?
—Muchos. Lo primero es que no hay suficientes epidemiólogos preventivistas, gente dedicada a la salud pública, profesionales que estén metidos en las unidades de preventivos. Salud Pública y Medicina Preventiva es una especialidad, pero muy pocos médicos MIR la eligen porque es de despacho. Muchos jóvenes hacen la oposición en Madrid, pero aquí, al ser funcionarios del Gobierno central, no entran en Osakidetza. Al final nos quitan los recursos otras comunidades. La burocracia impide soluciones eficaces.
¿Cuántos especialistas en epidemiología, salud pública, preventivistas… harían falta en España? ¿Está prevista la creación de un Instituto Nacional de Salud Pública?
—Es complicado. Las estimaciones que tenemos de Estados Unidos son difíciles de extrapolar. Allí por 100.000 habitantes hay 5,6 técnicos de salud pública, dos estadísticos y un epidemiólogo de campo. En los últimos años, han bajado hasta 0,73 epidemiólogos por 100.000 habitantes y la mayoría son sin formación. En Euskadi ocurre lo mismo. Cuando se jubilen Txema, Concha y Eva, desaparecerán los tres últimos médicos de Epidemiología y solo el primero lo hizo vía MIR.
La pandemia impide ver otras realidades, como la edad media de los sanitarios. ¿Hay recambio generacional en todas las especialidades?
—No. He cumplido 70 años y me han jubilado de la universidad con 48 años de experiencia cuando no hay profesores titulares y en mi unidad docente de Basurto todos son profesores asociados que ni tan siquiera son doctores. He dirigido diez tesis y numerosos trabajos de grado, pero como docente estoy en un rincón. Ahora los estudiantes están enfocados a la asistencia, pero no sé lo que pasará tras esta oleada pandémica. Se retrasarán las vacunaciones porque las enfermeras no podrán con todo. También son ellas las que rastrean, las que hacen las PCR. Y si tienen que prestar también la atención a los cientos de pacientes que se nos echan encima con el covid, entonces ¿quién nos vacunará?
Todos dicen que hay que mejorar la atención primaria. ¿Cree que se está tomando nota de esta necesidad?
—Supongo que la lección la tienen bien aprendida, porque han quedado al descubierto muchas miserias que estaban ocultas. Nos mirábamos el ombligo repitiendo que teníamos el mejor sistema sanitario del mundo. ¡Y en Euskadi, no te quiero ni decir! La atención primaria está muy burocratizada. Muchas jubilaciones anticipadas en atención primaria en 2019 y 2020 fueron por hartazgo, porque la burocracia les estaba comiendo. El médico quiere estar con el enfermo, dedicarle suficiente tiempo. Te cuentan el horror que han vivido y cómo ahora se encuentran liberados. Han pedido la jubilación anticipada por amargura y hartazgo.
¿No es desperdiciar la experiencia?
—Sí. Porque un buen médico, con eso ojo clínico que se adquiere solo con la experiencia, es el que sabe resolver las cosas en poco tiempo; distinguir el polvo de la paja y hacer una medicina eficaz y eficiente; una medicina al mínimo coste. El que no sabe pide muchas pruebas de todo tipo para hacer una medicina defensiva y que el paciente se sienta satisfecho. El buen médico diagnostica sin someterles a pruebas inútiles.
Alegría sí, pero, ¿que más aporta el premio Sabino Arana?
—Con un background de 125 años de historia, el premio nos refuerza como referente de la formación permanente y continuada de los sanitarios durante toda su carrera profesional, promoviendo el conocimiento, el rigor científico y ético, así como la formación de competencia en todos los ámbitos de la ciencia de la salud, sin olvidar buscar siempre el rostro humano de la medicina.