Como cada 8 de marzo con motivo del Día Internación de las Mujeres un año más me uno las reivindicaciones de igualdad total, legal y real, entre hombres y mujeres. Una paridad que anhelamos se manifieste en la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos de nuestra vida, privados o públicos.
En esta línea reivindicativa, en primer lugar, no quiero ni puedo olvidar a quienes han sido asesinadas por ser mujer ni a quienes han sufrido, y siguen sufriendo, diferentes formas de violencia sexista, sea física o de cualquier otro tipo. Así mismo, junto al rechazo absoluto a esta violencia extrema, uno mi voz la reivindicación de igualdad profesional, laboral y salarial en todos los ámbitos de actividad pública, al tiempo que reclamo de los hombres su coparticipación en este camino de equidad, porque la humanidad solo avanzará en justicia si sus alas marchan en equilibrio.
Estas aspiraciones podrían parecer ya cumplidas, al menos en la letra de la ley, en nuestra sociedad, pero es manifiesto que en nuestro entorno están ascendiendo en presencia y beligerancia grupos tanto políticos, mediáticos como sociales que cuestionan normas mínimas como la ley de Igualdad o la ley contra la violencia de género, por lo que lo que el camino ya recorrido podría revertirse e involucionar la situación de la mujer hacia posiciones de manifiesta desigualdad. Por eso, ayoyo un 8 de marzo que no solo reivindique avances, sino que frene frontalmente cualquier intento de reversión regresiva en el caminar hacia la igualdad hombre-mujer.
Porque con cada pasito que las mujeres conseguimos dar en el camino de la igualdad, toda la sociedad da un salto de gigante en su progreso global.
Sigamos derribando fronteras de desigualdad