AUNQUE la realidad planetaria debiera ser enunciada al revés, el planeta es redondo como un balón de fútbol.
En 1969 Honduras y El Salvador disputaron una Guerra del Fútbol que dejó 3.000 muertos; en el fútbol actual, que yo sepa, ya no se envían cartas amenazadoras con balas 7,62mm., que esto se deja para los poli-mili madrileños en batallitas «no pasarán». Pero tampoco perdamos el norte, porque de aquella guerra quedó el rescoldo de guerra civil salvadoreña que entre 1969-1992 dejó su rastrojera de 70.000 muertos. Y las guerras solo las ganan quienes no van a ellas, porque los pobres que allí lucharon ahora son aún más pobres.
Aunque el planeta fútbol y el parné que genera siempre esté presente, seamos socios, seguidores-hinchas-forofogoitias o no, esta semana se nos ha colado como nunca por la ventana mientras aireábamos el covid. No siendo magistrada ni epidemióloga, no sé cuánto vale mi opinión de que las alegrías y/o penas derivadas de las finales futbolistas disputadas por equipos profesionales vascos hayan sido parte del caldo de cultivo de la resaca de cuarta ola Covid.
Resaca gorda la que observo, leo y escucho en los medios tras la retirada de Bilbao como sede del campeonato de Europa, decisión impuesta por la UEFA manu militari. Me sorprende un matiz, las protestas e incluso reclamaciones judiciales que Ayuntamiento, Diputación y Gobierno vasco presenten serán por quebranto económico, en ningún caso demandarán porque los aficionados no podrán ver jugar presencialmente a equipos que presupongo de alto nivel deportivo; bien mirado esto no importa, se les podrá ver en la tele, pensarán. A la observadora ajena al planeta fútbol le impacta la imagen de que es solo la pela, la pérdida de euros, lo único trascendente de esta marginación futbolera de Bilbao.
Tampoco es que sea tan novedoso, habida cuenta de que ya llevan disputando más de un año partidos sin aficionados, gritos/tacos, vítores/aplausos ni abucheos, todo tan aséptico como un encuentro técnico entre empresas. Sí, un duelo empresarial, algo en lo que el fútbol televisivo se ha convertido. «No me gusta el negocio que rodea al fútbol, el de la FIFA, las millonadas pagadas por los pases con toda la miseria que existe. Me parece un absurdo. Igual sigo viendo fútbol, eso sí, por televisión», recojo la queja del ferviente aficionado Mario Benedetti para describir un fútbol sin alma, de competición fría, incompleta, descarnada e insulsa, donde solo importa el negocio. Quizá haya que volver a buscar esa frescura futbolera que añoraba el escritor uruguayo en partidos de tercera, donde los jugadores se baten el cobre por muy poco dinero y los aficionados gozan y sufren con ellos sin millones empresariales de por medio.
Si Benedetti hubiera levantado esta semana su cabeza de aficionado hubiera chocado de plano con el Florentinato, un intento de imponer su excluyente liga profesional europea de fútbol con el dinero como único motor y el deporte como mera excusa. Los patrocinadores del evento han reculado y le han dejado solo€, pero solo por ahora, porque exprimir la gallina de los balones/huevos de oro es su especialidad.
Al momento de anunciar esa Superliga profesional europea de fútbol, el valor en bolsa de todos los equipos implicados se disparó. Ahora se han desinflado, pero volverán a la carga, porque su planeta fútbol es redondo, pero no por el balón como para los buenos aficionados, sino por la forma del euro.
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