Recuerdo no sin cierta nostalgia la esperanza puesta en que este 25-N, como día de recuerdo ante la violencia contra la mujer, fuera una celebración pasajera, simplemente porque desapareciera la causa que lo hiciera necesaria.
Pero se arrastran los días, pasan los años, caen las décadas y la necesidad de recordar en este 25-N la violencia machista contra la mujer no solo remite, sino que se acrecienta.
Los datos son tan apabullantes como crueles, los asesinatos se mantienen en decenas, las agresiones físicas y psíquicas aumentan… y lo peor no es el presente, sino las posiciones ideológicas manifestadas tan machistoides que exudan bastante jóvenes, algunas chicas, pero sobre todo chicos, que parecen estar más cerca de los años 50, pero del siglo pasado donde todo se publicaba en “El Caso” como casos pasionales, violencia testoteronal que siempre había que disculpar.
No sé si es la escuela, la Universidad o el entorno familiar o el grupo amistades, o las redes que dan impunidad a la efervescencia hormonal o los grupos sociales y políticos que se aprovechan de esto para otros fines; la situación es que 17 años después de la ley específica contra esta violencia sigue sin dar los resultados que en aquellos momentos fueron nuestra esperanza.
Por eso, creo que el 25-N es el principio de un largo camino.