El dedo apunta al cielo

Cuando el sabio señala con el dedo al cielo, los tontos suelen mirar al dedo y los blogueros/tuiteros más chisposos esperan que caiga un donuts, aunque seguramente lo que tendríamos que mirar es el meteoro que señala el sabio.

Como la mayoría, sigo con interés el parte médico diario de la infectada por ébola en el hospital Carlos III, hasta el punto de que quizá algunos medios (y millones de ciudadanos/as) hayan colocado el referente y vórtice de la enfermedad en este hospital, obviando que el cielo preñado de malos augurios al que apunta el dedo de los entendidos está en África occidental, donde está aumentando su capacidad mortífera (70%) y morbilidad, pues cada 10 minutos se infecta una nueva persona, proporción que aumentará hasta una cada 8 minutos si seguimos mirando al dedo del Carlos III; porque el problema está allí y allí necesitan la ayuda.

No sé hacia donde miramos, pero este año el Gobierno ha reducido un 70% su ayuda al desarrollo en países necesitados, africanos en especial. Son muy clarificadores los datos publicados ayer con motivo del Domund. Porque el ébola (malaria, dengue, chancro, tifus…) no son sólo epidemias sanitarias, sino especialmente manifestaciones de epidemias sociales, de malnutrición, de falta de higiene y de información/formación… de acciones tan simples como no poder lavarse las manos por falta de agua potable o de jabón. También es verdad que a veces el propio “sabio”, léase OMS, se miraba el dedo mientras señalaba al cielo reconociendo ahora que se equivocó al analizar la epidemia de ébola.

En otro orden de prioridades no tan perentorias, recibimos con amplias expectativas que Apple y Facebook financiarán a sus empleadas la congelación de óvulos. ¡Bien!, reproducción a la carta. Es evidente el puntazo-impacto de la noticia sobre los resultados económicos de estas empresas: tendrán en libre disposición a las mujeres en los momentos biológicos de alta productividad.  Pero surgen tantas preguntas/dudas que no sabría decir si esto es el dedo o el cielo al que debamos mirar las mujeres, porque los óvulos jóvenes implantados en mayores aportan fertilidad pero no rejuvenecen el cuerpo gestante ni su resistencia; y si ahora no resulta “conveniente” concebir, quién dice que dentro de cinco años la empresa sí les permitirá su “activación”.  Si la maternidad la reducimos a 9 meses no parece mala solución, ¿pero acaso la maternidad se acaba con el parto? Es evidente que para animar a tener hijos/as conciliándolo con la actividad laboral hace falta tocar más teclas y mirar más al cielo que al dedo.  

 

 

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