El próximo viernes a las 23:45hora peninsular comienza la primavera2015 que nos promete 92 días más 18 horas de un tiempo tan alegremente cambiante como todas sus antecesoras: frío y viento en marzo, lluvia en abril, flores en mayo, pájaros trinando en nidos efervescentes de vida, sol y cosechas en junio… El mismo viernes podremos disfrutar de un eclipse de solar, si no hay nubes, y el 4 de abril de uno de luna, no visible aquí pero sí en Sudamérica, por lo que coincidiendo con semana santa podría ser la excusa perfecta para organizar un viajecito hasta allá. Es parte de la alegría cíclica primaveral.
Seguro que no lo han hecho con ánimo de chafar esta explosiva alegría de primavera, pero hace poco un grupo de destacados científicos adelantaron dos minutos el Reloj del Apocalipsis. En este peculiar reloj de la vida nuestro simbólico Apocalipsis final está a sólo tres minutos; la última vez que estuvo tan cerca fue en 1984, en plena Guerra Fría.
Este reloj tan intangible como real creado en 1947 por Científicos de la Universidad de Chicago, indica la situación de vulnerabilidad del nuestro mundo frente a catástrofes de escala planetaria; solo se ha movido 18 veces en toda su historia, la última hace unas semanas y para mal, porque nos acerca muchísimo más el simbólico desastre global: a tres minutos en nuestro devenir.
Las guerras siguen asolando la Tierra, las potencias nucleares no sólo no han reducido sus arsenales atómicos sino que los han aumentado y modernizado. Por otra parte, el incremento por mano humana de gases invernadero como anhídrido carbónico y metano están llevando el cambio climático al punto de no-retorno. Añadamos la acumulación de residuos convertida ya en monstruo de expansión planetaria. Sin olvidar que los gastos en armas y en producción generadora de gases-invernadero y residuos, son dineros que no se emplean para dar de comer a 800millones de hambrientos ni de beber a 1200millones sedientos del mundo.
Es posible que quien vive inmerso en los avatares cotidianos, para alguien en paro o que padece una enfermedad grave o sufre un drama personal, la advertencia del simbólico apocalipsis mundial le parezca una pejiguera y los tres minutos para la noche de la humanidad poco menos que elucubraciones etéreas de científicos levitando en su nube.
Pero si recordamos que en 1991, justo tras la caída del muro de Berlín, el reloj marcaba 17 minutos para el final, es posible pensar que si se quiere es posible un mundo mejor. Aunque solo fuera por ver otra primavera y otro eclipse.