No sé si más de aquellos o de estos, pero en cualquier caso el ochomarzo pintado de moradolilamalvavioleta es un día de claroscuros con gama de matices. Hace algunas décadas esperaba que alguna vez pudiera transitar el Día de la Mujer no como referencia reivindicativa, sino como festiva celebración de igualdad; seguimos aun en lo primero.
Creo con los bahá´ís que “la humanidad posee dos alas, mujer y hombre, y que solo cuando ambas se desarrollen igualmente el pájaro podrá volar”. El vuelo remonta torpemente. No me obligan a llevar velo, puedo tener un hijo sin pareja y manejar mi nómina aunque esté casada; pero no se trata tan solo de legislar para evitar el epifenómeno de sevicias y maltratos de género que para 60 mujeres al año terminan en asesinato. La meta está un punto más allá, porque es la igualdad en las realidades/necesidades cotidianas para equilibrar las dos alas lo que se resiste a instarle entre nosotros/as.
Auspiciado por el Gobierno Vasco, 51 medios de comunicación y publicidad han firmado esta semana un código deontológico para evitar discriminaciones sexistas. Loable; ahora veamos el tránsito hasta conseguir erradicar los estereotipos contra la igualdad.
En las universidades ellas son más y consiguen mejores calificaciones, pero después eligen profesiones feminizadas con menos prestigio social y menor soldada. A igual preparación y dedicación una mujer cobra un 25-30% menos.
Tampoco importa mucho que las empresas con más mujeres al mando sean más rentables, porque el acceso a dirección y a consejos de administración, un 20% en grandes empresas, sigue siendo coto masculinizado con techo de cristal para ellas. Incluso entre los científicos ellas son menos visibles, los jefes envían hombres a las asuntos importantes… y hay mucho más jefe que jefa.
La maternidad es imprescindible, pero no puede ser excusa para la discriminación, sino aliciente y acicate de la conciliación familiar-social como compromiso capaz de impulsar a mujer/hombre hacia la igualdad de oportunidades. Permiso materno/paternal, dedicación al cuidado de hijos/as y mayores e implicación en las tareas domésticas, no son detalles nimios, sino razones por las que ellas reducen su horario o eligen profesiones que les permita “sus labores”; razón doméstica que empuja a muchas las mujeres a renunciar a su carrera profesional y al ágora pública. Así que bravo por los hombres que se ven como mitad del acuerdo y ya “no ayudan”, sino que comparten/concilian casa e hijos con su pareja. Son futuro y esperanza.
Frente a esta esperanza, la campaña del ochomarzo16 de Emakunde dirigida a los adolescentes por el rebrote de machismo entre ellos. Si ha de recordarse esto a los jóvenes, quizá sea porque en igualdad de género vayamos de victoria en victoria hacia la derrota final. Esperemos que solo sea salpullido de pubertad.