Festival de contrastes

El uso generalizado de las mascarillas es una enmienda total a la decisión gubernamental.

A falta, o al menos reducción importante, de festivales de música y de otras manifestaciones culturales donde airear las demandas del cuerpo vacacional, podríamos decir que los contrastes que siempre han existido, ahora, en esta casi post pandemia, se han convertido en espectáculo sobre el tablao, a modo de sainete mediático o de ying-yang conceptual, según.

Tiene su aquel que países que vacunaron raudos y veloces a su población a golpe de talonario y gran alarde mediático provocando nuestra más sincera e insana envidia sanitaria, ahora estén reculando en la libre circulación e impongan «nuevasviejas» restricciones para el ocio o para viajar. Caso de británicos o israelíes. Claro está que en esto también vemos cosas chirriantes, como el estadio de Wembley repleto de hooligans y de tifossi en la gran final con sus ídolos del balompié, mientras que en los Juegos Olímpicos de Tokio los atletas habrán de vérselas con el páramo de las gradas, presumo que entre aplausos y vítores enlatados.

Tampoco es modelo de coherencia que el país que más vacunas dispone tenga que ofrecerlas en el metro con promoción de viajes gratis incluida, porque un 25% de la población americana se niega a vacunarse. Mientras tanto, millas más abajo, en Honduras por ejemplo, suspirando por lo que no les llegará hasta … , ¡sabe dios cuándo y a quiénes llegará!.

Pero para contrapunto social, el cambio de escenario entre el restaurante o la cafetería limpiados a conciencia y con separación de mesas, comparado con el desmadre tras el cierre reglamentario de estos. Quedadas, apretujones, botellón, canuto y kalimotxo compartidos, abrazos y besos muy empático, pero también muy contagioso. Lo malo es que lo hacen más los más jóvenes, casualmente los más expuestos por no estar vacunados, aunque lo padezcan menos o más levemente. Menos mal.

Pero para choque frontal de actitudes, tenemos por una parte la realidad de unas económicamente necesitadas agencias de viajes que, con la aquiescencia de los padres/madres, a partir del 10 de mayo comenzaron a empujar a los estudiantes a organizar en junio los llamados viajes de estudios (es una forma de hablar, ya me entienden), donde el covid19 se ha dado un lote juvenil de amplia penetración. En contraste total con lo anterior, tenemos el uso de las mascarillas. He paseado por Bilbao y he pasado también unos días en varias ciudades de tamaño medio tras la «liberación» del 26 de junio. Ya quisieran los que organizan protestas pacíficas anti-gubernamentales tener una enésima parte del éxito que está teniendo esta protesta ciudadana espontánea contra la norma liberadora de la mascarilla.

Callejeando por esas ciudades yo me creía libre para despojarme de la mascarilla por ser hora de menor presencia ciudadana. Para mi sorpresa mi cara descubierta era foco de las miradas de la mayoría € embozada; miradas interrogadoras, «¿y tú, insensata, por qué te la quitas?» parecían inquirirme, como si tuviera monos en la cara. Terminé embozada como casi todos/as. Lo dicho, una enmienda total a la decisión gubernamental; podríamos decir que es la autodeterminación del pueblo soberano. Cabría pensar que en este país para que una norma se cumpla casi es mejor permitirla que prohibirla. Contraste de la realidad.

Lo bueno de esta pacífica insumisión higiénica ciudadana es que, de continuar unos meses más, nos volveremos a librar de la gripe y otras patologías respiratorias. Lo habrán adivinado, escribo con ella puesta.

nlauzirika@deia.com @nekanelauzirika

Para gusto son los colores

El arco iris es de todos y todas, no de unos pocos.

LOS colores son todos lo mismo desde el punto de vista cromático: lo que los cuerpos reflejan de la luz que no absorben. Aunque evidentemente no todos veamos iguales los siete del espectro visible, sería poco razonable pensar que, por ejemplo, los daltónicos fueran la norma social colorimétrica con percepción visual grisácea en lugar del rojo y verde que apreciamos la mayoría. No creo que los daltónicos estén marginados socialmente. Me llama la atención la premura con la que casi todos los poderes –la excepción húngara quizá confirme la regla– han reaccionado poniendo en lugares públicos el arcoíris del que parece se haya apropiado el movimiento LGTBI. No recuerdo tal prontitud en épocas pasadas para colores y símbolos del feminismo.

Reclamar la igualdad legal, de trato y respeto social real para todas y todos es algo básico, aunque haya muchos que no parezcan entenderlo.

La reproducción humana es sexual y el sexo lo determina el número y tipo de cromosomas; es una ley biológica, ni social, ni política ni producto del patriarcado. Así que existe el género masculino y el femenino, más allá de quien gobierne o dicte la norma social. Existen peces genotípicamente hembras que de mayores evolucionan fenotípicamente hacia macho. No es el caso en seres humanos. Que en la formación de los gametos haya fallos o como se quiera llamar a los cambios sobre la normalidad reproductiva no creo que se deba a ningún contubernio de grupos de presión mediático, económico o de otra índole social, sino a la propia naturaleza del proceso biológico. Como consecuencia de esto que la genética clásica, quizá con poca delicadeza lingüística, denominaba síndromes, nacen seres humanos con ligeras diferencias cromosómicas haciendo difícil el encaje en un género concreto. Que se legisle para que tengan posibilidad de definirse en un género u otro entra en el respeto a toda persona, pero que se pueda hacer sin aval científico-médico me parece jugar a los dados y más si el proceso se permitiera de ida y vuelta repetitivo. No digamos nada si la edición génica se generalizara.

En todo caso no es la biología ni la fisiología de los procesos de homosexualidad o transexualidad lo que me resulta sorprendente, entre otras razones porque ni soy genetista ni médica y porque tengo buenos amigos homo y transexuales, sino el proceso in crescendo del interés mediático y de grupos de poder por aupar el mundo LGTBI. Porque por mucho colorido que pongan a sus desfiles, son una respetable, pero minúscula proporción de la población. Por esto mismo causa cierta perplejidad que no solo cabalguen a lomos del movimiento feminista, sino que estén poniéndose al frente manejando sus bridas, incluso liderándolo. Porque el movimiento feminista no lucha por los derechos de una pequeña proporción, sino por los de la mitad de los humanos, por su igualdad legal y real, por no ser agredida ni asesinada por el mero hecho de ser mujer, por tener las mismas opciones profesionales… porque la lucha contra la discriminación patriarcal sigue vigente.

Me asaltan las dudas sobre si tras el frontispicio del amplio apoyo mediático a la reivindicación LGTBI no haya otros intereses, probablemente más patriarcales que feministas. Además de diluir las demandas feministas, que la prostitución siga ahí como está, con abuso y mercadeo de mujeres, o que se aprueben los vientres de alquiler para poder tener hijos propios en úteros ajenos, con mujeres pobres que alquilen su cuerpo en esclavitud.

No creo que el movimiento feminista deba enredarse en esa lucha, aunque para gusto sean los colores.

nlauzirika@deia.com@nekanelauzirika

Deseos de inmortalidad, pero menos

¿SE IMAGINAN SER INMORTALES CARGADOS DE DEUDAS, CON UN ERIAL DE ENTORNO AMBIENTAL Y CON PANDEMIAS CONTINUAS? NO SÉ SI COMPENSA

El 22 de agosto, la humanidad habrá agotado los recursos naturales que le corresponden para todo el año.

LA muerte es nuestro inexorable destino, lo que hace más encomiable el empeño humano tras la inmortalidad; llevamos miles de años persiguiendo este mito y aunque se nos suele escapar cual agua entre los dedos, los científicos no cejan en perseguir esta utopía que quizá esté hoy más cerca de convertirse en realidad. La revista Nature Communications publicaba recientemente que investigadores del Instituto Max Planck han encontrado que la regulación metabólica del folato en gusanos provoca un notable incremento en su longevidad e investigan si es un proceso común a otras especies, potencialmente aplicable al ser humano. El folato es una vitamina esencial en la formación del DNA y por tanto su regulación puede inducir a mejora sustancial en la calidad de vida en la vejez e incluso un incremento de la longevidad. Quizá «la muerte de la muerte» de Cordeiro y Wood con el 2045 como meta de inmortalidad no vaya tan descarriado. Si con mejor alimentación, higiene, tecnología, antibióticos, estilos de vida saludables …, en un siglo hemos viajado en esperanza vital de los 35 a los 80 años, de seguir por esta senda dentro de poco los 150 estarán al alcance humano. Visto el meteórico éxito científico en las vacunas anticovid-19, es imposible no darles crédito con el folato o cualquier otra clave metabólica que nos catapulte a la longevidad y quizá después a la inmortalidad.

Con la pandemia sanitaria ya casi atemperada, miro la deuda española y el postsunami desolador. La deuda pública en abril era de 1,38 billones de euros, un 125% del PIB, así que cada ciudadano debe 29.413 euros: un año trabajando gratis para pagarla. Pero aún es más demoledor si echamos la vista atrás, a 1980: la deuda era de 16.000 millones, 16,58% del PIB, 425 euros per cápita a escote. Marcha cangrejera, vamos de victoria en victoria hasta la derrota final. Esto sin hurgar en los 1,65 billones de deuda privada.

Como hoy es el día internacional dedicado al árbol, conviene recordar que no es solo la deuda financiera un lazo de nudo corredizo, también tenemos el día de la deuda ecológica. Este año, el 29 de Julio. En 1970, el día de la deuda ecológica fue el 29 de diciembre, el año pasado, con el confinamiento, se retrasó al 22 de agosto, pero este año reculamos. Es el día en el que la humanidad ha agotado los recursos naturales que le correspondían para todo el año: hídricos, materias primas, liberación de gases invernadero …; el resto del año viviremos de prestado, acumulando deuda ecológica. Pero en el Estado Español es aún peor, porque el día del endeudamiento fue el 25 de mayo; desde entonces vivimos de prestadillo biológico, necesitaríamos 2,5 tierras para cubrir nuestras necesidades. Hay muchas causas, pero desearía destacar la desforestación en este día del árbol, porque se calcula que este año puede aumentar hasta un 43% en el mundo, a pesar de saber que nos reducen el dióxido de carbono, producen oxígeno, son hábitat de muchas especies, evitan la erosión del suelo, regulan el clima, proporcionan madera, frutos…

De seguir así, la imagen en Zorrotzaurre con el agua a la cintura en pocas décadas no será un montaje, sino una realidad. Como sequías y olas de calor extremo, DANAs frecuentes, plagas de mosquitos, falta de agua potable, desierto llamando a la puerta, escasez de alimentos …

¿Se imaginan ser inmortales con estas expectativas? Ante todo esto, muchos quizá prefieran que la inmortalidad siga siendo un mito.

nlauzirika@deia.com@nekanelauzirika

Desenmascarados

7.000 muertos en los últimos 30 años en el Estrecho de Gibraltar.

NOS anuncian que el próximo sábado podremos desenmascararnos, es decir, quitarnos esa parte de nuestro otro yo que nos induce dermatitis, acné y hasta blefaritis. Lástima que no sea el día 24, para poder tirar las mascarillas a la hoguera de san Juan con las otras cosas viejas.

Pero no estoy segura de que también nos despojemos de la mascarilla en su segunda acepción, el de destapar los sentimientos ocultos para descubrir la realidad. Lo digo porque somos capaces de dedicar el mismo 20 de junio a ser el día mundial más feliz del año y al recuerdo del refugiado. Día feliz y día del refugiado no parecen casar muy bien, a no ser que alguna mascarilla oculte las intenciones.

Hace unos días, en aguas de Lanzarote se ahogaron cuatro inmigrantes ilegales. Con mayor frecuencia aparecen muertos en el estrecho de Gibraltar, 7.000 muertos los últimos 30 años; es tan cotidiano que ya ni es noticia; de hecho, el tránsito «ilegal» de África a Europa por el Estrecho se incrementará, y al ritmo que vamos, los cadáveres en sus aguas permitirán algún día atravesarlo a pie enjuto. Entonces es posible que percibamos la inmigración en toda su magnitud y crudeza.

Frente a esta no-noticia de lo habitual, sí ha sido noticia escabrosa que la diputada voxera R. Monasterio desdeñara con trato racista y denigrante al parlamentario Serigne Mbayé, de origen senegalés, llamándole inmigrante ilegal y mantero, tratándole como español de segunda categoría … o de tercera. No como ella, hija de emigrantes de primera llegados desde Cuba con mucha plata.

He aquí el quid de la inmigración y de los refugiados, la pasta, la plata que traen. Si vienes forrado no se trastabillan con tu nombre, ni reparan en tu color de piel, ni en tu turbante, ni en el burka de tu esposa, ni si eres gay, lesbiana o trans, no les inquieta tu religión ni credo político…, porque la bolsa aterciopela el racismo en un toque de diferencia. Jeques y deportistas profesionales saben del racismo atemperado.

No es el caso de la mayoría de quienes llegan a nuestros lares. De esos que veo por nuestras calles afanándose en su trabajo, luchando por mejorar su vida. A estos les soplamos al oído rápidamente «el racismo» de Monasterio a Mbayé. O si no se lo decimos, sí les solemos hacer la vida harto difícil, como si venirse a miles de kilómetros del hogar no fuera ya suficientemente difícil.

Y percibo que hablamos de inmigrantes, refugiados y desplazados como si fuera un tren pasajero. Pero si en 2010 se contabilizan 14millones de refugiados, desplazados y asilados, en 2021 son 82,4 millones, el 40% niños/as. Cada día son más y con perspectivas más lejanas de regresar. De Siria, Yemen, Congo, Venezuela, Birmania, Myanmar, Somalia, Afganistán… catástrofes naturales, violencia, conflictos bélicos, razones políticas, religiosas, raciales, sexuales, económicas; lo cierto es que huyen para vivir, pero su esperanza de volver se va diluyendo: en 1990 regresaron 1,5millones, pero en 2010 solo lo hicieron 390.000 personas al año. Y entre el casi imposible regreso y labrarse un futuro aquí, viven en la incertidumbre, ese país tan difícil de habitar. Dificultades para ser atendidos en sanidad y acogidos en las escuelas, exclusión del mercado laboral, xenofobia, racismo, marginación social… todo son penurias. Acogerles está bien, pero quizá presionar a quienes les obligan a huir para vivir fuera más efectivo. Pero claro, desenmascararnos para enfrentarnos a los sátrapas de los países que les expulsan y persiguen quizá sea poco provechoso para nuestros intereses de bieninstalados.

nlauzirika@deia.com @nekanelauzirika


Noticias recalentadas

Machismo social en los aplausos a Domingo, a pesar de reconocer ser un acosador

EN nuestra CAV bien posicionada económicamente y con aspiraciones, 90.000 personas viven con menos de 20 euros/día. Ni usando velas podrán pagar la luz y el gas para calentar su exigua comida, esto el día que les toque comer. En la secuencia continua de noticias que se atropellan entre sí, ésta ha sido estrella fugaz. Nos han, o nos hemos, acostumbrado a tal monótono rosario de noticias que la mayoría nos saben a recalentadas, no sé si en sartén, horno o microondas, pero con tan poco buen sabor que rápidamente pasamos página al siguiente plato de noticias.

Y si son números y estadísticas en lugar de caras, todavía más insipidez recalentada. «Maricón de mierda», «sarasa«, son expresiones despectivas que creía en proceso de desuso. Pero Ekain Perrino ha comprobado que en su pueblo en absoluto están olvidadas y, además, que, con frecuencia, van acompañadas de golpes y puñadas añadidos a la infamia del insulto. Si solo fuera en esa localidad sería anecdótico, pero leyendo con atención las agresiones por motivo sexual, son más habituales de lo que pensamos. Al menos en este caso hay denuncia y la respuesta está siendo razonablemente contundente, pero la secuencia repetida hará que pronto pase al archivo redondo del olvido. La búsqueda de las niñas canarias secuestradas/asesinadas por su padre para vengarse de su exmujer, está sirviendo para que se hable algo más de esa violencia de género que no cesa. Y que se hable con caras y nombres.

Porque en lo que vamos de curso ya han asesinado a 19 mujeres, a veces con descuartizamiento modelo Sacamantecas, con efectos devastadores en víctimas colaterales, hijos sin madre. En este caso, además, queda al descubierto otro matiz de violencia machista, el que sufren directamente los hijos/as como víctimas directas de la venganza del padre contra la madre. Es una forma aún más cruel y vesánica de violencia machista, que se ceba en los hijos, víctimas vicarias del odio contra la mujer. «No la mato a ella, pero le quito lo que más quiere». Perfidia absoluta la de estos verdugos torturadores de mujeres.

Compaginen esas noticias con los aplausos a Plácido Domingo. Ni confesando que acosó a mujeres se libró de los aplausos. Machismo social en estado puro con trato de guante blanco exculpatorio. Del tipo que se suele dispensar a acosadores cuando pertenecen a la élite de cualquier ámbito. La pregunta es por qué ahora y por qué con tanta virulencia. Tal vez, acabadas las restricciones pandémicas, algunos acosadores sienten que han perdido el control sobre su pareja. Quizá esta violencia tenga efecto llamada, porque si no ya me dirán cómo en dos semanas se concentran diez asesinatos, llamémosles «especulares». La educación no debe estar funcionando muy bien, porque no parece erradicar del tuétano de nuestra naturaleza personal y social el «la maté porque era mía», como lo demuestra la edad juvenil de muchos acosadores. Añadamos a la ultraderecha negando la violencia contra las mujeres por el hecho de serlo y a la derecha reclamando penas duras, que serán necesarias, pero sin proponer lo que más se necesita, normas preventivas eficaces. Pero tras releer este texto percibo que son noticias ya comentadas mil veces con estas mismas palabras y por mí misma, sintiendo que son noticias viejas recalentadas, al parecer sin solución. Y cuanto más se recalientan, saben peor.

nekanelauzirika@deia.eus @nekanelauzirika