Lo que no pueden decir ni vamos a escuchar

Franco, Primo de Rivera, Durruti, Zumbi, Santi Brouard, Muguruza… es largo el obituario 20N. Ahora elecciones. No me gustaría que Euskalherria apareciera como no desea ser ni más ácrata de lo que algunos quisieran que fuera, así que si en democracia la palabra es arma única de confrontación, entiendo que aquello que no se diga no exista.

Por lo que me temo que en esta próxima confrontación 20N electoral-verbal quede más de un asunto pendiente, no ya sin resolver sino en el tintero, sin ni tan siquiera verbalizarse. Porque no creo que digan que los ciudadanos/as se sienten identificados con sus políticos, ni tan siquiera con los que voten, entre otras razones porque el 30% se abstendrá y el «No sabe» aparece como tercera fuerza parlamentaria (15,4%).

No dirán, aunque lo sepan, que a algunos mediáticos el harakiri de ETA les coge a traspiés, porque se les acaban ciertas excusas. No dirán del cambio climático derivado de nuestras biodespilfarradoras actividades, ni propondrán referéndums por nuestra independencia, porque no quieren darnos la palabra; ni dirán que quien gane tendrá sólo el 25% del censo, aunque manipule el momio global, ni pedirán, aunque lo desearan, «bajaos los pantalones y apretaos el cinturón a la vez», ni sermonearán a millones de pobres “estáis viviendo por encima de vuestras posibilidades”, ni por supuesto pregonarán «tenemos que ser austeros» cuando algunos tienen tres cargos-sueldos, o más.

No prometerán acabar con las indemnizaciones multimillonarias en bancos/cajas porque muchos están pringados. Sí invitarán, “tú decides”, aunque sólo votemos cada cuatro años para darles paso a su cuatrienio de mangoneo.

Tampoco nos comunicarán su apoyo al ya decidido ataque anglo-americano-israelí contra Irán. No sermonearán «votar útil en conciencia», su flagrante contradicción. Ni mentarán palabra sobre el inútil derroche de un improductivo Senado, ni sobre un plebiscito para cotejar la monarquía. Es improbable que citen la pronta salida de la crisis, porque quedan años para conseguirlo, gobierne quien gobierne.

Seguramente podrán añadírsele un millón más de silencios a esta lista. Con nuestra economía catatónica más lo que callan/ocultan los mitineros, sorprenden tanta risa y efusivo aplauso en los espectáculos-mítines. En este espectáculo de puro cinismo donde algunos callan hasta conseguir nuestro voto, no resulta nada fácil elegir entre votarles o botarles, sobre todo a quienes quieran hacernos creer que todos los sueños se cumplen, cuando la mayoría se roncan.

A nadie le amarga una fiesta

El viernes casi al mismo tiempo que publicaban los últimos datos, descorazonadoras cifras, de la EPA de este trimestre sobre el paro, muchos-muchísimos ciudadanos/as estarían preparando sus bártulos para un largo fin de semana, días de reconfortante descanso después del arduo trabajo. Y a partir de las tres de la tarde largas hileras en las salidas de las grandes ciudades.

Viendo las atestadas autopistas y colas en los aeropuertos nadie diría que unas horas antes nos hubieran comunicado que cinco millones de conciudadanos/as no tienen empleo y que en millón y medio de hogares ninguno de sus miembros recibe ingreso alguno.

Pero es que, además, en la CAV éste es continuidad del semipuente de la semana anterior construido con el pilar de la fiesta inventada por el americano mr. López, y menos mal que el díadelaraza de dos semanas antes cayó en miércoles y el acueducto festivo era de difícil hechura. Claro que para finiquitar el año, en diciembre nos espera una primera semana de fiestas intermitentes con sus correspondientes puentes-viaductos antes de que lleguen las navideñas propiamente dichas. 

 Cualquiera diría que nos  sobran razones y ganancias para descansar de tanto esfuerzo. Mientras algunos pueden/podemos disfrutar aún de asueto tras varias jornada de trabajo, durante el último trimestre cada día 1.500 trabajadores han perdido el trabajo y la necesidad de puente festivo. En Euskadi también se dispara, aunque su 12% parezca estar muy lejos del 22% de la española que goza del desempleo.

A este incremento constante le acompaña la extinción paulatina del derecho de muchos a percibir el subsidio de desempleo y también el de la ayuda de emergencia social. Sorprende que con estos terroríficos índices laborales, en lugar de una salida masiva a la playa/pueblo, no haya estadillos sociales tumultuosos de indignados tipo-15M pero en las barricadas.

Tal vez el tradicional apoyo familiar sea amortiguador idóneo contra la desesperación laboral junto con ese desconocido-conocidísimo 23% del PIB en negocio negro que no conoce IVA ni impuesto alguno. Quizá quienes se mueven en los puentes festivos generan riqueza y trabajo en el sector turístico, pero cuando todos los indicadores económico-financiero-laborales-sociales se balancean del rojo al negro, sorprende que en lugar de llevar estas fiestas a viernes o lunes, tengamos fiesta un martes sí y otro también. A no ser que estemos entrenando para cuando todos los días sean fiestas de paro y desesperación

nlauzirika@deia.com

A nadie amarga una fiesta

El viernes casi al mismo tiempo que publicaban los últimos datos, descorazonadoras cifras, de la EPA de este trimestre sobre el paro, muchos-muchísimos ciudadanos/as estarían preparando sus bártulos para un largo fin de semana, días de reconfortante descanso después del arduo trabajo. Y a partir de las tres de la tarde largas hileras en las salidas de las grandes ciudades. Viendo las atestadas autopistas y colas en los aeropuertos nadie diría que unas horas antes nos hubieran comunicado que cinco millones de conciudadanos no tienen empleo y que en millón y medio de hogares ninguno de sus miembros recibe ingreso alguno. Pero es que, además, en la CAV éste es continuidad del semipuente de la semana anterior construido con el pilar de la fiesta inventada por el americano mr. López, y menos mal que el díadelaraza de dos semanas antes cayó en miércoles y el acueducto festivo era de difícil hechura. Claro que para finiquitar el año, en diciembre nos espera una primera semana de fiestas intermitentes con sus correspondientes puentes-viaductos antes de que lleguen las navideñas propiamente dichas.  Cualquiera diría que nos  sobran razones y ganancias para descansar de tanto esfuerzo. Mientras algunos pueden/podemos disfrutar aún de asueto tras varias jornada de trabajo, durante el último trimestre cada día 1500 trabajadores han perdido el trabajo y la necesidad de puente festivo. En Euskadi también se dispara, aunque su 12% parezca estar muy lejos del 22% de la española que goza del desempleo. A este incremento constante le acompaña la extinción paulatina del derecho de muchos a percibir el subsidio de desempleo y también el de la ayuda de emergencia social. Sorprende que con estos terroríficos índices laborales, en lugar de una salida masiva a la playa/pueblo, no haya estadillos sociales tumultuosos de indignados tipo-15M pero en las barricadas. Tal vez el tradicional apoyo familiar sea amortiguador idóneo contra la desesperación laboral junto con ese desconocido-conocidísimo 23% del PIB en negocio negro que no conoce IVA ni impuesto alguno. Quizá quienes se mueven en los puentes festivos generan riqueza y trabajo en el sector turístico, pero cuando todos los indicadores económico-financiero-laborales-sociales se balancean del rojo al negro, sorprende que en lugar de llevar estas fiestas a viernes o lunes, tengamos fiesta un martes sí y otro también. A no ser que estemos entrenando para cuando todos los días sean fiestas de paro y desesperación. 

nlauzirika@deia.com

Los réditos del retorno

En esta vertiginosa y variopinta evolución social es poco probable que salvo algún ángel ingenuo reencarnado alguien piense que las potencias involucradas en la guerra civil libia lo hagan por altruismo democrático. Ni que antes el mantenimiento del dictador y ahora su derrocamiento hayan sido hechos sin réditos de retorno.

Primero aplaudieron al libertador panarabista, luego defenestraron al terrorista para después volver a saludarlo como apreciado petroleador para llegar hoy a su liquidación política y física. Recogidos los réditos de la incertidumbre —le vendían armas y al tiempo le llamaban terrorista—, ha llegado la hora de reclamar petróleo y contratos de reconstrucción como rédito de guerra y paz por los favores militares prestados.  No es que los “chicos del verdugo blanco” bajo la txapela hayan sido gadafis irredentos, pero es ilustrativo que cesen definitivamente el mismo día. Aunque no nos veamos entre las fotos de la alegría y satisfacción de la primera de DEIA el sábado, les aseguro que miles de ciudadanos vascos y de toda latitud con buena voluntad estamos allí “in pectore”.

 Pero entre esta explosión de alegría de la mayoría que no aceptamos amenaza alguna de ETA ni de sus múltiples contrarios, gal o batallones variopintos, resuena disonante la compunción de muchos otros ante el comunicado del finiquito terrorista, como si no fuera bueno para todos.

Por esto recuerdo las palabras premonitorias en 1984 de un miembro notable de las fuerzas de seguridad, vaticinando conflicto para largo plazo,  primero por ser de baja intensidad (¡un solo muerto es demasiado!) y en segundo lugar por sus beneficios colaterales sustanciosos para ambas partes; no para víctimas ni presos, me imagino.

Es el paradigma metafórico de la úlcera que sangra pero no mata. Me pregunto qué hará la izquierda recién civilizada cuando no hablen de ellos a diario en todas las teles y no puedan amenazarnos con sombras traseras; también nos preguntamos qué harán los asesores de la Administración para el asunto de terrorismo (bastantes de ellos otrora entusiastas del tiro en la pierna ahora están apalancados en el gabinete López); si los guardaespaldas tendrán que engrosar el paro o si las diferentes policías seguirán cobrando los sustanciosos pluses destino-Euskalherria, y si se seguirá pagando a la pléyade de servicios secretos de vigilancia/contra-vigilancia (solo anti-ETA); ¿Qué se hará con los tertulianos monotemáticos? ¿Cómo inflamarán los medios al espectador cuando no haya vascosasesinosdeoficio? Hasta los zulos serán simples agujeros. ¿Acaso impedirán los espurios réditos y prebendas personales el gozo final y la alegría inicial del resto? Porque a lo peor, a Gadafi muerto Gadafi puesto.

Hambre a la carta

Imaginémenosuna familia de seis miembros donde uno pasara hambre sistémica porque nunca se le diera asiento, ni plato ni vianda alguna. Esta es la situación de nuestra familia humana. Mientras entre los habitantes pudientes de los países desarrollados la obesidad, especialmente infantil, es ya la epidemia del siglo XXI, la malnutrición, la desnutrición, la hambruna puntual y sobre todo el hambre cotidiana son realidades consuetudinarias.

Es bastante probable que inmersos en nuestra propia crisis económica y financiera manifestada con toda su lacerante agudeza social en el ámbito laboral, nos olvidemos de aquellas otras realidades humanas porque nos pillen mucho más lejos que esta.

Cuando hace 15 años Unicef, FAO y los países desarrollados propusieron los Objetivos de Desarrollo del Milenio esperaban reducir los 800 millones de hambrientos de entonces a la mitad en 2015; hoy, 1.020 millones de personas pasan hambre -2.000 millones si consideramos quienes ingieren menos calorías vitales de las necesarias y sufren malnutrición/desnutrición-, por lo que literalmente debieran rezar a su dios el padrenuestro propio pidiéndole el trozo de pan que les corresponde y no les llega, aunque sí exista, porque en los países desarrollados se desperdicia un tercio de los víveres que se producen, alrededor de 300 millones toneladas. Consecuencia, 24 mil personas mueren de hambre al día, 16 mil de ellos niños/as.

Cambios climáticos, población creciente, gobiernos corruptos, cereales derivados a generar biocombustibles, subida descontrolada de los precios de alimentos básicos… son razones técnicas aducidas para explicarnos una situación crítica. Ciertas, pero a estas explicaciones conviene contraponerles la idea de Ghandi de que nuestra Tierra-GAIA seguramente es capaz de producir lo suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades, pero no todas nuestras ambiciones.

Porque el hambre y la pobreza irán de la mano mientras el 20% de la población disponga del 80% de los recursos terrestres. También en nuestro entorno más cercano, donde las tasas de pobreza, de paro, de falta de recursos y de fracaso escolar de inmigrantes y sus descendientes duplica a las de los autóctonos. Porque mientras pensemos en el hambre suyo de cada día, en lugar de un hambre humano sin fronteras y mientras en los países pudientes sigamos adorando el hedonismo, el consumo innecesario y despilfarrador, hasta que no haya una masa crítica de ciudadanos/as pudientes que pensemos que este es también nuestro asunto, el hambre a la carta seguirá siendo un jinete desbocado del apocalipsis.

La pacífica invasión parasitaria

Es  más que probable que por mor de la crisis las aguas vuelvan a su viejo cauce y de recibir inmigración nuestros hijos/as hayan de retornar a ser emigrantes. Mientras esto llega observamos que cualquier local comercial bien ubicado de nuestras ciudades es adquirido por chinos, sea en alquiler sea en propiedad.

La razón es sencilla: no usan avales, abonan en efectivo la compra o adelantan dos años de alquiler, un pagar al contado que convence muy mucho al vendedor o arrendador. Frente a inmigraciones más ruidosas, la discreción y casi pasar de puntillas chinas es encomiable. Llegaron en los 80 y ya son en el Estado (registradas) 15.000 empresas, 4.000 restaurantes, 3.500 todoa100, 2.000 ultramarinos, 1.000 mayoristas… el paro no parece afectarles.

 En el XIX los europeos colonizaron África, y antes América, a golpe de fusil saqueando recursos que se traían a Europa para transformarlos; en el siglo XX la invasión económica colonial se mutó en simbiosis, el país colonialista ponía capital y proyecto en el país ocupado donde la producción directa generaba riqueza. Cocacola, sólo por señalar. Frente a estos modelos, la colonización que nos viene desde China, nueva potencia mundial, sigue parámetros diametralmente opuestos, los de una invasión comercial tan pacífica como absolutamente parasitaria. La ruta de la seda invertida. No hay barrio de ciudad donde no haya un bazar chino, ferretería, ultramarinos,…

Su fórmula comercial de grandes dosis de esfuerzo personal y familiar unida a amplios horarios, precios tirados y una grandísima oferta hacen de sus tiendas búsqueda del chollo un cebo irresistible para consumidores -si no importa la calidad se puede comprar de todo y barato- y un quebradero de cabeza para la competencia. Les acusan de no respetar la normativa, de carecer de licencia, de dumping comercial, de no pagar impuestos municipales ni seguridad social, frente a lo que se defienden aduciendo el sacrificio personal y familiar que les permite la flexibilidad de horario y su pulcra legalidad en los impuestos.

Sea como fuere la ‘invasión’ pacífica del país continúa, son muy austeros, solo contratan chinos, compran solo a empresas mayoristas chinas y guardan sus ganancias en bancos chinos, por lo que su actividad comercial genera escasa plusvalía entre nosotros:… y como el mundo es cada día aldea más global bueno sería que nuestros hijos/as aprendieran mandarín o al menos se hicieran amigo de algún inmigrante-chino para cuando ellos sean emigrantes.