COMO ya sobrevivimos al final del mundo que según la profecía maya fue el 21 de diciembre del 2012, no me compunge demasiado el anuncio apocalíptico de que el nuevo final sucederá este sábado tras el equinoccio otoñal del 22 a las 22:02 horas. Son los “partidos del siglo” repetidos todos los años. Agujeros negros, meteoritos, alineación de planetas…, variopintas teorías que siempre han vaticinado sucesivos fines del mundo; la diferencia hoy es que Internet y su nube de redes sociales las expanden más y mejor. Esta semana, este año, este equinoccio toca la profecía del Arrebatamiento, la segunda venida de Cristo según el Apocalipsis de san Juan. Algunos creen que este 23 de septiembre con la alineación entre las constelaciones de Virgo y Leo, el Sol, la Luna y los planetas Mercurio, Marte, Venus y Júpiter se iniciará la profecía que presagia que Jesucristo volverá para llevarse a los buenos, abriéndose un período de siete años durante el cual el Anticristo traerá la destrucción sobre el resto de la Humanidad de malos/malotes, se supone.
Ciertamente están sucediendo asuntos preocupantes en este mundo. Corea lanza misiles nucleares, USA amenaza con imitarles, en Siria la guerra a tres (o más) bandas continúa su propio apocalipsis, Israel bombardea cuándo y a quién le viene en gana; en Centroáfrica la guerra y el hambre son cotidianas; millares de refugiados intentando a diario cruzar el Mediterráneo; las bombas sacuden Londres, Barcelona, París…; y por si fuera poco la naturaleza os regala sequía aquí y huracanes devastadores allí como Irma. Ni tan siquiera sirve de consuelo que la capa de ozono se esté recuperando, porque este equilibrio puede ser solo pasajero, consecuencia del calentamiento global que favorece la formación de ozono en altura, lo cual enreda más aún el porvenir.
Simultáneo a estos avisos de agonía humana, aquí tenemos el procés catalán como augurio propio de final apocalíptico, entre otras razones porque casi todos se están empeñando en que los negros presagios sean profecías autocumplidas. Nadie teme al futuro porque una deportista a la que jalean como muy vasca-española declare ganar 12 millones y no tribute un euro en la España cañí; no duelen mucho los miles de millones que los equipos profesionales de fútbol deben a la SS y a la Hacienda pública, que sin embargo llama a rebato porque despistan algún euro para carteles animando a votar. Cien mil carteles que incauta la guardia civil porque son ilegales y no pueden hacerse públicos pero que la propia benemérita difunde en un tuit; si son ilegales ¿se auto-inculparán? El forúnculo patriotero está efervescente porque algunos catalanes se han permitido dudar de que fuera el mismísimo Dios quien creara en directo en un octavo día la España que don Mariano defenderá hasta la muerte; de los otros, entiéndase.
Como hasta ahora los presagiados terribles finales jamás se cumplieron, confiemos en que salga el sol tanto el 2-O como el 24-S desdiciendo a san Juan y exégetas apocalípticos.
Lo que no es óbice para que aquí sigamos jaleando nuestro particular apocalipsis cotidiano.