Diario del covid-19 (41)

Jamás he destacado por mis dotes proféticas, pero algo me dice que hoy saldrá adelante en el Congreso la cuarta prórroga del estado de alarma. Básicamente, porque en nuestro fuero interno casi todos sabemos que no queda otra. Por más que sea un chantaje infecto, e incluso aunque, como les anoté ayer, destacados constitucionalistas aseguren que en el punto y hora actual basta con la legislación ordinaria, la lógica parece indicar que la extensión es necesaria. Más que nada, por no poner en riesgo lo que hemos ido consiguiendo en estos cincuenta y pico días de apretar los dientes justo ahora que intuimos al mismo tiempo la lejana luz al final del túnel y las posibilidades de volver a la casilla de salida por la irresponsabilidad de una parte de nuestros conciudadanos.

Eso sí, el apoyo deberá implicar la garantía de que no volverá a haber más bofetadas ni más ninguneos gratuitos a quienes desde el minuto cero de esta pesadilla estaban dispuestos a arrimar el hombro sin pedir otra contrapartida que la lealtad recíproca. Se ha puesto demasiadas veces la misma mejilla ante el uso caprichoso y prepotente de una herramienta legal que debe manejarse con extremo cuidado. Sánchez y su susurrador Redondo tendrán que comprometerse de una vez a dejar de ser el escorpión que pica a la rana en medio del río.

3 comentarios en «Diario del covid-19 (41)»

  1. Es un antecedente peligroso….Sánchez ha gobernado por decreto sin mayoría absoluta y, de hecho, se han extendido los poderes del estado de alarma de una forma que se parece bastante al estado de excepción. Ahora, imaginemos un Casado, o peor, un Abascal usando esto mismo para colar lo que quiera.

  2. Pues, AJ, por haberlo decretado el gobierno desde la mayoría simple y no absoluta es por lo que algunas personas estamos hartas, pero no asustadas con la prolongación del estado de alarma.
    Si esta herramienta resulta ser exclusivamente eso, una herramienta excepcional de gestión y no el arma que sería en manos del Pu… Fascio seguramente ahora mismo no estaríamos hablando de desescaladas, repuntes, confinamientos/relax sino contando gente presa y otra a punto de estarlo.

  3. Si algo tengo claro en estos momentos es que, tal vez por “ley de vida”, pero acelerado el proceso por el “maldito bicho” y sus consecuencias, no vamos a poder seguir cómodamente asentados en nuestros paradigmas ideológicos, tics y demás lugares comunes: rojos y azules, fachas y progres, en fin, franquistas y antifranquistas. Les sirvió a nuestros abuelos, les ha servido a nuestros padres, nos ha servido a nosotros, pero no creo que les sirva a nuestros hijos ni, en estos momentos, a nosotros mismos. Seguir enrocados en esos planteamientos nos va a impedir analizar correctamente la “nueva normalidad” a la que estamos abocados y, cuando no se analiza correctamente la realidad, esta nos sobrepasa y nos sumerge sin que seamos capaces de reaccionar con un mínimo de racionalidad. Analicemos los nuevos escenarios posibles y sus nuevos, o no tan nuevos actores, sin apriorismos ni viejos resquemores heredados de nuestros abuelos, padres o, incluso, de nuestra más o menos remota experiencia. Y tomemos después las decisiones pertinentes. ¡Más nos vale acertar!

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