¡Otra vez el Cupo!

Aunque no están los tiempos para hacerlo por aquello de evitar contagios, tiene uno que frotarse los ojos ante la enésima vuelta de la burra al trigo. ¿Se pueden creer que la requetederecha (y alguno que se dice de izquierdas) ha sacado otra vez a paseo el espantajo del concierto vasco y el convenio navarro? Era una pregunta retórica. Por supuesto que se lo creen porque seguramente habrán sido testigos de los eructos de repertorio sobre la cuestión. Que esa es otra: ni siquiera se molestan en actualizar las martingalas. Se engolfan siempre en las mismas trolas que vienen a resumirse en que nuestros sistemas fiscales son una suerte de latrocinio elevada a bella arte. Es sencillamente inútil tratar de explicarles que, sobre todo cuando vienen mal dadas, la fórmula implica riesgos que no corren quienes se instalaron en la comodidad del “Que recauden otros”.

Lo gracioso, aunque tampoco nuevo, es que la presente ofensiva venga encabezada por los politicastros y terminales mediáticas que representan los intereses de la Comunidad de Madrid. Son Díaz Ayuso y sus mariachis los que han emprendido la embestida porque huelen que esta vez sí les han pillado con el carrito del helado. Si alguien se lo lleva crudo a costa del resto, si hay un verdadero paraíso fiscal en Hispanistán, no es otro que Madrid.

155 sanitario a Madrid ya

La alucinógena presidenta de Madrid ha venido choteándose del ministro español de Sanidad de un modo indecente. Espera uno que a Salvador Illa se le hayan terminado de hinchar las pelotas y cumpla sin temblor de manos la decisión de chapar las diez grandes ciudades de la comunidad, incluyendo la villa y corte. Ojo, que no es cosa del atribulado filósofo de Roca del Vallés, sino acuerdo ampliamente mayoritario de las demarcaciones autonómicas del Estado español. A un pelo hemos estado de que por las santísimas narices de Isabel Díaz Ayuso colaran de punta a punta de la piel de toro una especie de ricino para todos para disimular el particular mal hacer de la susodicha. El insulto final fue que la propia proponente de la medida se descolgara de ella menos de 24 horas después como la criatura caprichosa que es y pretendiera in extremis otro apaño chungalí para evitar el confinamiento impepinable.

¿Se imagina alguien que, en lugar de Madrid, estuviéramos hablando de cualquiera de los terruños que arrastramos fama de irredentos? Los mismos cuervos cavernarios que ahora graznan sobre presuntos agravios malintencionados estarían reclamando a todo trapo el 155 sanitario y, si me apuran, el entrullamiento de los responsables políticos de esas comunidades en nombre de la salud y de la vida. Apuéstense algo.

Ahí te dejo Madrid

No queda claro si se pretende matar moscas a cañonazos o rinocerontes con perdigones de escopeta de feria. “850.000 personas confinadas en Madrid”, se desgañitan los titulares. Luego, en la letra pequeña se da cuenta de las mil y una excepciones, que básicamente se resumen en lo que dejó escrito alguien en Twitter: “Los vecinos de las zonas confinadas no pueden salir a tomar unas cañas en su barrio pero sí pueden ir a otros a servirlas”. ¿Y cómo hacen el trayecto? Pues apiñados como sardinas en el metro o en los autobuses públicos. Estuvo rápido Gabriel Rufián al difundir sendas fotografías de una estación del suburbano atestada y de un vagón hasta los topes bajo la anotación: “Se limitan las reuniones en Madrid a un máximo de 6 personas”. Por si faltaba algo en el esperpento dirigido y coprotagonizado por la alucinógena presidenta Díaz Ayuso, su número dos, el chisgarabís Ignacio Aguado, se marcaba un Churchill de cuarta regional: “En la lucha frente a esta pandemia los ciudadanos vais a poder elegir qué ser, si virus o vacuna”.

Esas tenemos en la Comunidad que acoge la villa y corte y, por ende, las principales instituciones del reino de España. No diré que nosotros, aquí arriba, no tenemos lo nuestro. Solo espero que no lo dejemos crecer hasta semejantes niveles. El cuantopeormejorismo acecha.