Bronca menor

He contemplado entre la curiosidad y la perplejidad ma non troppo la crisis en la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco, asunto que, no nos engañemos, revestía cierto interés solo para periodistas y políticos. Al resto de los administrados, que difícilmente ubicarían cuatro o cinco nombres de consejeros, les resultan absolutamente ajenos los protagonistas de esta tormenta en un vaso de agua. Divertida ironía, teniendo en cuenta que, a la vista de los comportamientos y las declaraciones, lo que sea que haya pasado ha tenido su tanto que ver con los egos. La otra gran paradoja, rondando el estrambote, es que en un organismo que se llama como se llama y que tiene los objetivos que tiene se haya vivido un conflicto para el que bien poco ha servido la metodología al uso. Un posible aprendizaje para quien estuviera dispuesto a asumirlo sería que entre el dicho y el hecho hay una distancia mayor que la aparente y que muchos teoremas quedan de cine en el papel, pero se estrellan en la práctica. Aprovecho para repetir otra vez que a la paz y la convivencia les sobran escuadras, cartabones y tiralíneas y les falta hundir los zapatos en el barro real.

Las demás lecciones son aun de menos fuste. El Gobierno podría tomar nota de la escasa utilidad de marear perdices o de silbar a la vía cuando surge un problema, máxime si hay quien aguarda con la lupa cargada para hacer un Everest de una tachuela. Los que van con la defensa de las víctimas en astillero, mejor si se cortan un poco, que al cacarear dejan expuesto todo el plumero. Y como corolario, lo obvio: no hay nadie imprescindible.

La ponencia

Ayer no se hablaba de otra cosa en las calles vascas. Por lo menos, en las de la demarcación autonómica. Venga arriba y abajo con la ponencia. Que si los de EH Bildu habían dicho tal, que si los del PP cual, pero que los del PNV y el PSE opinaban que pascual, si bien era cierto que el de UPyD —al que se citaba por el nombre y dos apellidos— había dejado bien claro que tracatrá… Cada esquina, cada farola, cada terraza cubierta o sin cubrir, cada cola de la pescadería, cada ascensor eran réplicas a escala del parlamento donde ciudadanos y ciudadanas cruzaban elevadísimos y documentadísimos argumentos favorables, contrarios o entrambasguas sobre la cuestión. Ni el precio de los abonos del nuevo San Mamés, ni si hay que echar a Montanier a pesar de la resurrección de la Real, ni si la nevada del martes fue la más gorda del siglo, como dijo Maroto, o solo una más. El único asunto de debate, charla, coloquio o comadreo era la ponencia. Así, en genérico, sin añadir lo de “paz y convivencia”, que a estas alturas no hacen falta más detalles porque aquí el menos versado tiene un doctorado en la cosa.

Lástima que no sea ni medio verdad. Lástima, en realidad, que sea totalmente falso, y que hasta estas líneas estén condenadas de antemano a la lectura del cada vez menos numeroso puñado de muy cafeteros que manifiestan cierto interés sobre la materia. ¡Pero eso es tremendo, don columnista! ¿Cómo es posible que a un cuerpo social se la traiga al pairo algo tan esencial como el cierre de las heridas del pasado, muchas aún sangrantes, y la construcción de un futuro a prueba de recaídas? Tengo mis teorías al respecto, no necesariamente condenatorias, pero me falta espacio para exponerlas. Solo sé que ocurre. Y estaría bien que se dieran por enterados y enteradas quienes ayer en el Parlamento vasco volvieron a hacer de la ponencia una excusa para lucirse… cuando lo triste es que casi nadie los miraba.

Trayectorias

Qué enorme pereza, cuando se está con el bullarengue para pocos ruidos, volver a echarse al coleto titulares del pleistoceno. “Urkullu pone a un ex edil de HB en un cargo para tratar con las víctimas”. “Un batasuno dirigirá el área de Paz y Convivencia del Gobierno vasco”. “La AVT corta con Ajuria Enea por fichar a un ex batasuno para la Paz”. Eso, allá al fondo del búnker, pero en la zona del kiosco donde supuestamente canta menos a rancio, esto otro: “Un ‘abertzale’ para gestionar la memoria de las víctimas del terrorismo”. Y a modo de ilustración sandunguera, sendas caricaturas de Urkullu y Erkoreka caracterizados como dantzaris y marcándose un aurresku sobre la tumba de una víctima de ETA, cuánta chispa.

Lo bueno, que es con lo que debemos quedarnos, es que tal conjunto de regüeldos ya no vende una escoba. Pasan con más pena que gloria entre las páginas plagadas de chanchullos y manganzas y, si es el caso, dan el alpiste justo para que cuatro bocabuzones llenen diez minutos de las cada vez más desangeladas tertulias del córner diestro. Creo, de hecho, que ahí está la noticia: por aqueste lado y por aquelotro los de los extremos se han quedado en raquítica y patética minoría. Ladren, pues, y sigamos cabalgando, que bastante jariguay tenemos entre los que avanzamos por la zona de teórico encuentro de diferentes.

Si hay un reto, es que no la jorobemos los que compartimos los cuatro principios de cajón sobre cómo pasar a la siguiente pantalla del videojuego. Lo demás es tan complicado y simple a la vez como ir haciendo camino sin prisa y sin pausa. En esa tarea le doy mucho valor a estos nombramientos que tanto han escocido a los pintureros dinosaurios. No solo al de Jonan Fernández, que es mucho más que el daguerrotipo chusco y simplista al que han querido reducirlo, sino también a los de Txema Urkijo y Mónica Hernando. Sus trayectorias les avalan y no dejan ningún lugar a la duda.