Grandes retratos de la segunda ola. Mientras un disciplinado ejército de alevines avanzaba hacia sus pupitres-burbuja cumpliendo escrupulosamente con las medidas de prevención, sus progenitores contemplaban el espectáculo apiñados a la puerta del centro educativo en cuestión. Alguno, hasta cigarrillo en mano. Y mientras, los plumíferos agotábamos los tópicos sobre el incierto regreso, sabiendo en nuestro fuero interno que, casi como desde la irrupción del bicho allá por el pasado invierno, nuestras palabras pueden quedar desmentidas por los hechos medio minuto después de ser pronunciadas.
Lo único seguro es que no hay nada seguro. Otra cosa es que asumirlo provoque tal zozobra que salga a cuenta no darse por enterado. Total, la frágil memoria juega a favor de los contumaces anunciadores del fin del mundo. Como me sopló alguien por el pinganillo ayer, de haber hecho caso a ciertos doctores Tragacanto, en la demarcación autonómica ahora mismo estaríamos a las puertas de una campaña electoral. “¿Por qué en julio y no en septiembre?”, preguntaban con los ojos fuera de las órbitas. Pero casi mejor que ni se les ocurra recordárselo, porque aun les porfiaran, como hizo hace poco un aguerrido padre de la patria, que aquellos comicios son el origen de la situación actual. Le faltó tararear Amante bandido.