Una de las respuestas a la eterna pregunta existencial de Quienes somos y de Dónde venimos, es la teoría de la evolución, de Charles Darwin. Las dimensiones de esta idea o teoría, solemos limitarla aspectos ligados a los simios y sus equivalencias respecto a nosotros. Sin embargo, esta va mucho más allá.
En su interesante artículo, las doctoras Juliane Kaminski y Anne M. Burrows con sus colaboradores, destacan que existen dos pequeños músculos faciales en la órbita del glóbulo ocular, RAOL y LAOM, que determinan, uno de forma ascendente y el otro tirando tangencialmente, una expresión en la mirada del perro capaz de estimular nuestra máxima atención y disposición a sus requerimientos.
Un grupo de investigadores ingleses y americanos de la Universidad Duquesne en Pittsburgh (EE.UU.) y el Centro de Cognición Canina de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) nos plantea que ese desarrollo evolutivo es el responsable, al menos en gran parte, de la tierna mirada que nos conmueve en nuestros animales de compañía.
Estos científicos, estudian comparativamente la anatomía expresiva del lobo, y la enfrentan a diversos tipos de raza de perros, concluyendo que, estas diferencias van aumentando de acuerdo a los tiempos de domesticación de cada una de ellas.Es decir, estos músculos son más grandes y desarrollados en razas domesticadas hace milenios, y más pequeños y débiles en otras razas que se han aproximado al hombre más recientemente, como es el caso de los perros nórdicos, llegando a no existir en el caso del lobo. En esta hipótesis, se debe de tener en cuenta, que no se conoce en profundidad los momentos de creación de las distintas razas, y sobre todo que es difícil descartar la selección intencionada efectuada por el hombre.
En conclusión, esa mirada irrepetible que nos decide a comprar ese cachorro del escaparate (con la nueva ley, esto no seguirá ocurriendo), o adoptarlo entre tantos otros del refugio, y que siempre consigue que cedamos frente a la disciplina de no darle chuches, o en su espera de debajo de la mesa, es obra del desarrollo evolutivo que ha condicionado favorablemente a aquellos individuos que se han mostrado menos agresivos, más transigentes, cariñosos y sobretodo expresivos. Finalmente son los que han sido adoptados para formar parte de nuestra familia, y así lo corroboran las estadísticas de las protectoras que confirman, que la expresividad es determinante a la hora de escoger entre la camada o el resto de refugiados.
IAS