4 de Octubre. San francisco, patrón de los veterinarios.

El pasado 4 de octubre, los veterinarios  celebramos con  una comida, como todos los años, el día del patrón. Tengo que decir que a pesar de no ser muy devoto, y menos de “santos y virgencitas”, de mi profesión me gusta hasta el Santo. San Francisco de Asís, aprendió o supo, en conclusión, distinguir lo importante de lo banal.

No obstante, debo decir que este, no es en absoluto un buen momento para la veterinaria. Y así lo creo, porque esto es lo que me señalan los siguientes indicadores:

  • A pesar de que el 80% de los hogares, según un reciente estudio, tienen una mascota, el aumento en el número de centros clínicos ha sido desmesurado, en los últimos 10 años.
  • Las expectativas de crecimiento de este mercado han sido copadas por los fabricantes de pienso, accesorios y laboratorios, que han resituado al profesional veterinario en un perfil de vendedor, para el que no nos formaron,  y en el que nos han mantenido hasta descubrir nuevas fórmulas de venta.
  • Nos han recatalogado como sanitarios de lujo al trasladarnos, desde el 8 al 21%, en materia fiscal.Demoledor.
  • En Seguridad Alimentaria, la bromatología cada vez tiene menos espacio frente a otros grados como CTA, dietética, nutrición, etc. Y los sistemas de calidad, están desplazando cada vez más, los criterios técnicos del veterinario, hasta convertir a este, en un gestor de labores burocráticas mecánicas irreflexivas. Esto, en mi opinión,esto  provocará una pérdida de valor del trabajo,además de alejarnos de la perspectiva  REAL del valor de los riesgos alimentarios.
  • La estructura funcionarial, históricamente la de mayor peso dentro del colectivo, no podrá mantenerse por razones económicas.
  • El alejamiento de los jóvenes veterinarios, de las entidades que lo representan y la pérdida del espíritu colectivo, se hace cada vez más evidente. Perdido este sentido corporativista entre las nuevas generaciones, la disolución del  resto de cimientos que sustentan la profesión no se hará esperar.
  • En nuestro entorno, el veterinario de grandes animales y de explotaciones tradicionales ya casi no existe.

 

¿Pero qué debemos hacer para cambiar esto?

Podemos explicar a los críos que se acercan a las puertas de nuestras clínicas, fascinados por el hecho de ver curar a un gatito o tratar un perro, que el trabajo es tan bonito como parece. Que esta profesión es casi una forma de vida, más que un trabajo. Y que en todo el resto de ámbitos de la vida aplicamos nuestra CIENCIA VETERINARIA, día a día, a todos y todo lo que nos rodea. Como San Francisco de Asís, aunque menos santos, hasta más bien……… pecadores.

IAS

¿Eutanasia para Pituso, un paso a mejor?

Al hablar de las condiciones sanitarias de los perros adoptados y el pésimo estado en que eran recogidos algunos de estos animales, no mencionamos la  dificultad a la que nos enfrentamos para sacar adelante algunos de ellos. Estoy recordando en este momento, alguna ocasión en la que la eutanasia ha sido la única salida para problemas irresolubles, que nos han abocado a esta para evitar al menos el sufrimiento.
En mi código deontológico este, el sufrimiento, es el primero de los enemigos a combatir, por encima de cualquier otra circunstancia. Incluso, por encima del criterio de los propietarios y su escala de valores. Paliar el dolor está, a mi entender, sobre condiciones económicas, sociales, religiosas o morales, y además en este momento contamos con los medios para combatirlo.

Este fue el caso de Pituso, hace unos meses. Recogido por colaboradores de Galgoleku, se realizó una exploración previa para valorar el alcance de las lesiones. Se apreciaron  fracturas múltiples en extremidad delantera, trasera y cadera. Ante un pronóstico desalentador, se le trasladó a Bilbao y  llegó a nuestra clínica para considerar una segunda opinión. Cualquier movimiento se hacía insoportable para el cachorro y se decidió administrarle potentes analgésicos y sedantes, hasta decidir el abordaje quirúrgico. La dificultad para Galgoleku es en estos casos especiales decidir quién puede atender al animal en estas condiciones especiales, quien puede trasladarlo, acercarlo al veterinario, acogerlo temporalmente, administrarle la medicación, etc. En una situación crítica de estas características, no todos los colaboradores disponen de tiempo, espacio, conocimientos y, sobre todo, “amor incondicional” hacia los animales, como para hacerse cargo de un caso de estas características. En estas circunstancias conocí hasta dónde llega el alcance de su LABOR.
Si la recogida del animal, el acercamiento hasta el veterinario y el traslado posterior hasta Bilbao, precisó de un gran esfuerzo logístico por parte de Galgoleku. Paliar el dolor durante aquella noche fue complicado. La gravedad de las lesiones implicaba, que varios veterinarios colaboradores abordásemos conjuntamente la intervención.
Al día siguiente, observamos que desde el momento del rescate, la incontinencia se había ido agravando con el tiempo. Esta, no era debida a la obligada inmovilidad de Pituso, sino que  se había establecido, como consecuencia de la fractura y el desplazamiento del hueso sobre el nervio responsable del control de esfínteres. Roberto, un compañero veterinario, estimó como irresoluble la afección del nervio. Las pruebas realizadas a posteriori, nos confirmaron esta valoración.
Esa misma tarde, Joseba y  Natalia, dirección de la asociación, informados de la situación y con un pronóstico muy desfavorable, decidieron eutanasiarlo. Seis colaboradores de Galgoleku, cuatro veterinarios y numerosos asociados en comunicación directa, implicados todos ellos en un rescate de un galgo, lloramos la perdida de Pituso. Solo 48 horas después de haber sido encontrado. Para mí ,forma parte de mi profesión, pero para ellos… no he visto nunca una manifestación más clara de amores perros.
Para Pituso

Charlar con un perro

Los perros tienen un comportamiento social cognitivo similar al humano en las primeras etapas de su vida. Según un estudio de la universidad de Hungría realizado mediante ensayos activos  son sensibles o receptivos ante la intención de comunicarse con ellos. De esta forma, podemos equiparar esa capacidad de percepción en la comunicación, a la que tiene un niño de hasta dos años.
El estudio parece baladí, pero esta reflexión nos puede llevar a entender la estrecha relación que algunas personas llegan a tener con su “animal de compañía” (Este es uno de los motivos por los que no me gusta la palabra “mascota”, prefiero siempre el término “animal de compañía”, porque se define en sí mismo).
Esta reseña técnica de actualidad, me ha servido de extraordinario prólogo, para comenzar en el blog, con el tema de los animales de compañía, pues el pilar sobre el que desarrollo mi labor como veterinario, se inicia a partir de la relación que el cliente (propietario), mantiene con su animal (paciente).
En una sociedad en la que prima el hacerse oír sobre el escuchar,  en la que estar rodeado de gente pero, sentirnos solos, es habitual, y donde cada vez hay más familias uniparentales….. aparece un comunicador nato, nuestro perro. Al menos, siempre dispuesto a escucharnos, a atendernos y a entendernos. Lo hará por nuestro tono, nuestro lenguaje corporal o gestual, nuestro olor y nuestra actitud, sin perderse en el lenguaje que usemos, la locuacidad y la palabrería. Ellos tendrán una percepción mucho más objetiva del mensaje que ningún otro y difícilmente podremos engañarles. Ni falta que nos hace.
Cada día, en la atención al publico, percibo esa necesidad de sentirnos escuchados, y eso que estamos en la sociedad de la comunicación. Ellos, siempre estarán atentos por si les tenemos algo que decir y además nunca lo contarán a nadie, os lo juro.
Dedicado a mi hermana Belen.