¿LO HARÍAS TÚ?

Miércoles 19 de marzo de 2025

Se llama Edwin, hondureño, iba en una furgoneta, conducía un compañero de  trabajo, llevaban una escalera detrás, pasaban delante de una casa en llamas, una ventana en humareda, gente pidiendo auxilio…-¡Para! – le dijo Edwin al chófer. -¡Saquemos la escalera!

Pararon, cogieron la escala y la llevaron bajo la ventana soplando humo. Edwin, sin pensarlo dos veces, subió por ella y entró. Un hombre de 78 años luchaba  entre el humo. Lo cargó al hombro, lo dejó al pie de la ventana y volvió a por su mujer que daba puñetazos a la  pared en otra habitación. El fuego y el humo se volvieron tan intensos que no pudo avanzar. Retrocedió, cogió al  hombre, “al señor”, y lo bajó por la escalera. Lo salvó. El impulso de acudir en ayuda sofocó el planteamiento de cualquier duda sobre los riesgos a correr.

Los impulsos no nacen de la nada, en este caso, nacen de un fondo o sustrato de solidaridad social que alimenta el corazón y la conciencia que, en el momento en que se necesita su contribución para algo que merece la pena, brota con pasión sin que intervenga la cabeza, ni el miedo a fracasar, ni los peligros posibles, solo el corazón y la conciencia. El hombre que tiene ese yo fuerte, confiado en sí mismo, siempre está activo, no dejándose llevar, y dispuesto a actuar. No da nada con el fin de recibir. Dar es ya para él una satisfacción.

En este caso, queda la espina de no haber podido salvar a la esposa de 73 años, en silla de ruedas. Pero  reflexionemos, ¡Cuántas veces debimos decir algo, hacer algo, decidir algo y no lo hicimos por miedo a las consecuencias o por temor al ridículo! Ahora bien, si soy lo que tengo (la escalera) y lo que tengo no lo uso, entonces ¿Quién soy?

Si tengo boca, tengo cabeza, tengo ideas, tengo criterio y no los uso para intervenir en una situación complicada ¿Qué soy?

Por Mikel Ortiz de Arratia

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