Uno de los años claves de nuestra historia reciente fue 1977. El dictador acababa de fallecer, la estructura podrida del franquismo seguía en pie, la extrema derecha campaba por sus respetos, Europa comenzaba a preocuparse del estado español para que aquí no pasara lo sucedido en Portugal, manteníamos el Gobierno Vasco en el exilio, y comenzábamos a sacar la cabeza de debajo del agua. Lograr que la ikurriña fuera enarbolada libremente fue una de las luchas mientras la calle ardía pidiendo «Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía». En ese contexto el PNV había hecho los deberes. Cuatro ponencias: organización, cultura, socio-económica y política, dieron paso a una Asamblea en Iruña en marzo de 1977 con toda nuestra ideología puesta a punto y los cargos renovados tras la larga noche. Pero faltaba un «detalle”. Había que registrar el partido, cosa que jamás se había hecho y además hacerlo en una ventanilla de Madrid. Se avizoraban unas elecciones y no era el caso seguir los consejos de quienes buscaban nuestra inhibición.
Por eso en la reunión celebrada por el Euzkadi Buru Batzarra el 17 de Febrero de 1977 se decidió consultar a las Juntas Municipales por si ellas consideraban conveniente que el Partido se registrara conforme a la nueva normativa.
En la reunión colectiva de los renovados Consejos Regionales celebrado en Gasteiz el día 13 de Marzo, se decidió llevar a efecto inmediato la inscripción dada la abrumadora mayoría de criterios positivos registrados en la consulta. Se acordó que los cuatro Territorios estuvieran representados en los promotores del partido que eran Gerardo Bujanda, por Gipuzkoa, Juan Ajuriaguerra por Bizkaia, Carlos Garaikoetxea por Nabarra, y Julián Olabarria por Álava, así como que el domicilio del Partido Nacionalista Vasco se estableciera en Iruña.
El día 16 de Marzo se presentaron éstos en euskera y en castellano ante el notario del Colegio de Pamplona, Julián Rubio que se mostró favorable a nuestra solicitud de protocolarización. Ese mismo día fue legalizado el PNV ante el Decano del Colegio, Marco Garmendia quedando el acta lista para su inscripción en el Registro del Ministerio de la Gobernación en Madrid al día siguiente, tal y como se había planeado. A tal efecto se desplazaron Juan Ajuriaguerra, Gerardo Bujanda y Carlos Garaikoetxea que fueron acompañados al Ministerio por Julio Jauregui. No pudo trasladarse a Madrid Julián Olabarria por razones de salud. Su presencia en Pamplona había constituido una de las notas más entrañables para todos, dada su edad y dilatada trayectoria al servicio del Partido.
El acto de la inscripción en el Registro transcurrió con sencillez. Resultó anecdótico reseñar que la famosa «Ventanilla» no existía, puesto que la entrega de la documentación se realizó en una pequeña oficina, con tres funcionarios en sus respectivas mesas que acogieron nuestra presencia a la puerta del Ministerio con las consabidas fotografías y preguntas de algunos periodistas. El Partido Nacionalista Vasco había sido inscrito.
En 1977 para ETA, para el grupo de alcaldes y para Telesforo de Monzón el PNV era un recuerdo del pasado. Monzón que había sido presidente del GBB, diputado y Consejero de Gobernación del gobierno de José Antonio de Aguirre había apostado por los “gudaris de hoy” (por ETA). Por esta razón él y el grupo de alcaldes convocó a los partidos y siglas de entonces a una reunión en el precioso hotel “de Chiberta” en el golf de Biarritz, frente al Golfo de Bizkaia.
A dichas reuniones fueron todos los partidos, incluso el carlista Mariano Zufia. Por el PNV, Gerardo Bujanda, Juan José Pujana y Joseba Azkarraga. Argala, Peixoto, Txomin Iturbe y varios más por ETA. Santi Brouard e Iñaki Martínez. Y muchos más.
No hubo posibilidad de acuerdo, porque para el PNV la cumbre era para participar en las elecciones de junio de 1977 bajo un mismo denominador común de carácter nacionalista y, en todo caso, para negociar paralelamente una amnistía.
La intransigencia de ETA (m) en Txiberta puso punto final a cualquier tipo de acuerdo entre las fuerzas políticas vascas divididas por la barrera infranqueable de la violencia: de un lado, el PNV y el resto de fuerzas que apostaban por el nuevo marco democrático; del otro ETA (m), que decidía no participar en las primeras elecciones. El PNV apostó por la fuerza del voto popular como palanca democrática. Había que buscar la adhesión de los vascos a los proyectos. Los dos objetivos del PNV pasaban por consolidar un sistema de libertades y un Estatuto de Autonomía que sirviera como punto de partida.
Sabíamos además que si la amnistía se producía antes de las elecciones, como había sido la legalización del PC, los militares no lo iban a permitir.
Telesforo de Monzón, visiblemente irritado nos espetó: “¿Y que vais a hacer vosotros con ocho o diez diputados que podéis ofrecer frente a los 350 del Parlamento?”. El tiempo dio la contestación.
El siete de mayo de 1977 el EBB hacía pública su respuesta: “Este EBB opina que el camino emprendido y recorrido por el EAJ-PNV constituye en estos momentos el más válido para la construcción del pueblo vasco, la consecución de su unidad y la recuperación y revitalización de su lengua y cultura”. Acertamos.
¿Y qué pasó?. Pues que nos tildaron de traidores, vascongaditos, simples autonomistas y lindezas parecidas. Poco después hicieron la petición de no ir a las elecciones de junio de 1977, mientras hubiera presos en la cárcel. Nosotros les dijimos que había que ir a las elecciones para sacarlos, como así fue con la aprobación de la ley de amnistía, y éstas se vaciaron mientras ETA asesinaba a Javier Ibarra, y mientras ETA se encargaba en estos treinta años de llenar los cementerios y las cárceles y nos decían que no había que legitimar la democracia burguesa del franquismo. Por su parte H.B. se presentó a las elecciones en 1980 pero no acudió al Parlamento Vasco, al que despectivamente llamaba “vascongado”.
Pero nosotros seguimos nuestro camino como la hormiga. Fuimos a Madrid, convocamos la primera manifestación contra ETA en octubre de 1978, logramos introdujeran el concepto de derechos históricos en su Constitución ante cuyo referéndum nos abstuvimos, logramos nos devolvieran el Concierto Económico para Bizkaia y Gipuzkoa en 1980, pieza anhelada ahora por todo el catalanismo treinta años después, hicimos política dándonos con la cabeza contra miles de muros de incomprensión y aquí estamos con las manos llenas en la recuperación del euskera, en nuestras señas de identidad, en las infraestructuras y apuestas del país.
A nuestra vera, los grandes salvadores de la Patria, acertaban solo cuando rectificaban. Decidieron ir a Madrid, después de haber estado fuera y llegaron a prometer la Constitución “por imperativo legal”, y empezaron a ir al Parlamento Vasco. Eso sí. Nos llenaron los fines de semana de manifestaciones de todo tipo casi todas inservibles, y de millones de vacías ruedas de prensa para al final querer hacer ahora lo que nuestros mayores hicieron aquel mes de marzo de 1977 en Madrid. Pasar por la ventanilla.
Por eso fue todo un poema verles el pasado sábado 27 de noviembre en Iruña, capital de una Navarra que la violencia de ETA ha alejado dramáticamente del proyecto común vasco, a unos 300 representantes de la autodenominada Izquierda Abertzale bajo un cartel que ponía “Gora Ezker abertzalea”, escuchando en boca de Rufi Etxeberria que ajustarán su proyecto a las exigencias de la ley de Partidos. Fue un acto solemne, al que sus promotores quisieron dar un carácter histórico y en el que mostraron su disposición a acatar la nefasta ley de Partidos para facilitar la legalización de un nuevo partido político con expreso rechazo a la violencia y a su utilización como herramienta política. Y les felicito, pero que por favor ésta gente tan abertzale no nos de clases de absolutamente nada. Eso lo hicimos nosotros hace treinta y tres años, habiendo sido despellejados por su crítica. Treinta años después, hacen lo que hicimos, pero con las manos vacías, cárceles llenas y los cementerios con cientos de tumbas. Un horror. Y sin la mínima autocrítica.
Iñigo Urkullu les pedía que no nos enredasen en su jerga jeroglífica, en sus vericuetos y subterfugios y le pedía a ETA el requisito sustancial para que la ETA sociológica pueda hacer política: que desaparezca. Pero todavía ese hilo invisible sigue ahí y mientras no lo corten, como cortaron el tragarse el sapo de decidir pasar por la ventanilla, poco podrán hacer. Pero eso está únicamente en sus manos.
Nosotros siempre hemos hecho nuestros deberes a tiempo. Y además no solo con criterios políticos, sino con criterios éticos y morales. Ahí parece estar la diferencia y el porqué de su inmenso fracaso.