TOP SECRET sería el epígrafe idóneo para etiquetar el acuerdo que negocian EEUU y la UE en oscurantismo total auspiciados por la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión(ATCI), en lengua imperial Transatlantic Trade and Investment Partnership(TTIP). Presentado como un Tratado de Libre Comercio(TLC) no introduce en un grandioso mercado común con 800 millones de clientes directos. Hasta aquí todo bien, porque comercio, libre y acuerdo suenan bien. Pero… también el caballo de Troya debió ser un regalo grandioso y precioso para los atrincherados troyanos.
Cualquier cosa puede verse desde ángulos diversos dando lugar a observaciones variopintas e incluso diametralmente divergentes. Diógenes y su afán de acumular basura da nombre a un síndrome-patología, pero hay quien dice que el del farol a plena luz del día lo hacía para reciclarla, presentándole como el primer ecologista medioambientalista practicante reconocido, no un filosofucho locuelo mierdoso.
Así que la democracia entendida como elección para decidir quiénes y cómo nos gobiernen puede verse desde muchos prismas.
Por ejemplo el prisma de quien en el TTIP sólo ve dólares&euros, con un aumento anual del PIB del 0,5% en la UE de aquí a 2027, lo que haría que una familia media aumentara sus ingresos en 545€/año, sumado al habitual discurso neo.com sobre las oportunidades para las Pymes y la bajada de precios por la competencia.
Al mismo tiempo el TTIP es puerta abierta al “neoliberalismo salvaje” de pérdida globalizada de derechos sociales y laborales, que nos rebaje de modo generalizado los salarios y nos privatice los servicios públicos (Educación, Sanidad, Seguridad…). Se relajarían los controles medioambientales y de calidad; tendrían barra libre el fracking, la comercialización libre de transgénicos y hasta la posibilidad de patentar seres vivos como ya se hace en USA. Además, en cualquier lugar podrían producir y comercializar queso Idiazabal, Jabugo, Rioja, pimientos de Mendavia, espárragos navarros… Todo ello protegido con un cambio de reglas de juego y de jueces, de modo que los Estados (otrora teóricos defensores de sus ciudadanos/as) quedarían bajo las decisiones de las multinacionales.com aún más que ahora.
Hablamos en tercera persona del tratado, quizá porque su secretísima negociación deja al margen a la ciudadanía y a nuestros representantes; pero también porque al revisar los pro-contras nos veamos al tiempo rechazando los efectos negativos pero anhelando los beneficios; no queramos el fracking pero sí energía barata, ni los transgénicos pero sí alimentos en abundancia todo el año y baratos; no queramos que destruyan los bosques tropicales en el sudeste asiático, pero sí su caucho para las ruedas de nuestros coches…
Jugar en ambas riberas es alambicado, pero seguro que si aprueban el TTIP su mayor riesgo será la dificultad de modificarlo, de modo que una vez más la democracia ilustrada habría ganado la partida.