EL Gobierno ha pedido un crédito especial para abonar la paga de Navidad a los pensionistas. Clases pasivas que en septiembre eran 8,6 millones, pero que en 2030 podrían superar los diez millones. Así que más de un pensionista-jubilado-retirado al leer este título pensará: habla de lo mío. Pero no, no son ellos esta clase inútil, porque tras decenas de años produciendo, en su aportación social llevan grabado Valor demostrado.
En 2008 había 2,5 millones de parados. Nueve años después, y con bonanza económica, el desempleo cotiza en 3,5 millones. Seguramente no descenderá mucho más porque es estructural, porque hay ocupaciones que desaparecen, porque no hay preparación adecuada… y porque la automatización penetra de manera irreversiblemente sostenida e irá a más aunque sea de manera escalonada. Según un reciente estudio de la OCDE en 21 países solo el 9% de las profesiones actuales están amenazadas de inmediato por los robots. Asumible hoy, porque, por ejemplo, es posible que el impacto laboral de coches y camiones autónomos solo se note dentro de 25 años. Pero el momento llegará y entonces camioneros y taxistas ¿qué harán? Los robots son ya un cotidiano de nuestra vida: cadenas de montaje, compras por teléfono o Internet, cajeros automáticos, camareros robots… Con su llegada algunas ocupaciones se transforman y otras desaparecen, y en todos los casos el salario humano es cada día más bajo, aunque esta no sea su única causa.
Probablemente la irrupción de China a principios de siglo en el mundo de producción capitalista alteró más la economía y el mercado laboral que la automatización robótica, pero ambos están contribuyendo al mileurismo y a la sociedad del postrabajo como realidad estructural cotidiana. Repartir el trabajo, reducir el horario laboral, especializarse en trabajos no robóticos… Son propuestas para una solución, como la renta básica universal que ya experimentan algunos países. Si los robots nos roban el trabajo, disfrutemos los humanos de su producción, proponen algunos.
Pero entrar por la gatera de esta automatización nos puede costar algunos otros pelos del bigote además del postrabajo, el desempleo o ser mileurista. Cuando hace 150 años empezó el embrión de estado social eran necesarios muchos ciudadanos-soldados-trabajadores, por lo que las élites dirigentes pronto se dieron cuenta de que los trabajadores instruidos y sanos rendían más y mejor, por lo que fomentaron su educación y sanidad. También conseguían mejores soldados para defender sus intereses en las guerras;y ciudadanos que viviendo mejor consumían más pagando más tiempo impuestos. Pero si ahora los amigos robots nos sustituyen en el tractor, en la fábrica, en el taxi, en el quirófano, en la redacción, en las batallas… las mismas élites extractivas podrían pensar que esos servicios sociales no son ya necesarios para la población, sino solo para unos pocos privilegiados.
Así que con tanto chino y con tanto robot, y más que vendrán, los trabajadores por estos lares vamos camino de convertirnos paulatinamente en la clase inútil, algo así como el dedo meñique del pie o la muela del juicio, molestias anatómicas que limpiar y cuidar sin aparente utilidad. Y ya saben qué se hace en San Juan con las cosas inútiles.