Lo que el viento se está llevando

Señorita Escarlata.

REMEDAR el título de una película del olimpo cinéfilo es ripiar la genial obra original, pero viene a cuenta hoy cuando con la nueva (y siempre anteúltima) ola de protestas antirracistas en EE.UU. quieren también arrojar del imaginario mundial a la troupe de Escarlata O’Hara&Butler. La duda es si esto es efectivo en aras a eliminar la desigualdad del racismo o más bien efectista. Porque en la Iglesia católica, existiendo discriminación manifiesta hacia la mujer, acaso se conseguiría erradicarla eliminando los textos del misógino Pablo; o alguien creerá luchar contra la esclavitud dejando de leer a Goytisolo por haber sido esclavista su bisabuelo. Pues en muchas ciudades americanas (inglesas y francesas€) andan derribando estatuas de quienes hace mucho hacían lo que casi todos en su época. De aquellos polvos estos lodos, sí, pero derribar una estatua de Cromwell tampoco eliminaría la posibilidad de una dictadura. Debe haber otros caminos. Incluso aceptando que algunos se pregunten si es ridículo-quijotesco que blancos protesten por la muerte de un negro a manos de un blanco o si protestaríamos igual si lo hubiera matado otro negro.

Hace muchos años, en Barakaldo dirigía el tráfico un municipal negro, guineano; ¿sufría desigualdad, racismo? No, siendo su color una mera anécdota. Pero si hoy paseamos por barrios concretos de nuestras ciudades, entre ellas Bilbao, veremos el color diferente del racismo, no en la piel, sino en su vida real de desigualdad. Como en EE.UU., pero a pequeña escala.

Carolina es una conocida que vive en Chicago como profesora, casada con un dentista de alto nivel adquisitivo, su visión de negros e hispanos es, suavemente hablando, elitista. Lo más cercano y amable en su compresión del problema es que la mayoría vive de las ayudas públicas y que no da un palo al agua; además: «¿Por qué no protestan contra ellos mismos, sabiendo que el 90% de negros asesinados es a manos de otro negro?». Resumiendo, «que son pobres porque quieren y son vagos que debían estar agradecidos de poder vivir allí», palabras de 2019, no de 1819. No puedo reproducir su opinión de Obama, de los multimillonarios de la NBA (Negros Bastante Altos, zafio chiste del acrónimo) o de jueces, militares de alta graduación, grandes empresarios € negros.

La realidad que Carolina no sabe/no ve o no quiere ver es que la desigualdad por la piel es sistémica. Negra doble posibilidad de ser pobre, de paro doble, de ganar menos a igual titulación y trabajo, doble posibilidad de morir a manos de la policía o cinco veces más de ser injustamente detenido, seis veces más de ser encarcelado, doble tasa de mortalidad infantil € y ahora mayor probabilidad de infectarse y morir por covid-19. En el Chicago de Carolina, los negros son el 30%, pero el 60% de los muertos por la covid-19.

Me pregunto, y a tantas Carolinas les preguntaría, si siendo sistémica la desigualdad racista, ¿por qué ahora la protesta aventa centenares de ciudades, otros países e incluso a estatuas, cuando el viento siempre ha soplado de modo similar?

Quizá porque el vendaval covid-19 ha aireado más, aquí y allí, lo que ya se llevaba y desbordado el aguante a esas desigualdades. Porque lo contrario a la pobreza no es la riqueza de Carolina, sino la justicia. Y porque no sé si es posible mantener a tantos tanto tiempo esperando a Godot.

nlauzirika@deia.com@nekanelauzirika

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