Aunque la palabra suene a estudios biológicos o a reclamación ecologista y hayan sido pocos los apercibidos de que ayer se celebraba el día D de la biodiversidad en nuestro entorno, la realidad es que esta diversidad biológica es la clave en nuestra esperanza de poder seguir habitando la Tierra. Con las plazas de muchas ciudades atestadas por la abigarrada «movida» de los indignados/as en plena efervescencia, los medios se han lanzado al análisis de sus causas y a escudriñar, interpretar y sacar punta a todo cuanto se mueve a su alrededor, tratando de convertirse en exégetas de lo que son y desean los pacíficos «ocupas» del espacio público. Difícil empeño el de compendiar tanta variopinta diversidad. Es poco probable y físicamente imposible la participación directa de todos los ciudadanos indignados en el ágora de la Atenas clásica, pero al menos se siguen las directrices de su reformador/legislador Solón, quien decretó como crimen el que cualquier ciudadano se encogiera o inhibiese ante la controversia social; hace pues veintiséis siglos ya se animaba a que la democracia fuera real y participativa. De modo que resulta sumamente esperanzador que haya comenzado a germinar, especialmente en los jóvenes, la primera premisa de la semilla del ¡indignados! de Hessel y Sampedro, aunque les falte la segunda, que es ponerse de acuerdo en alguna reivindicación común y aglutinadora; porque puestos a ser realistas y sin necesidad de encuestas, si ayer había 34.681.888 posibles votantes, es más que probable que existan como mínimo 34.681.888 motivos de indignación, todos ellos tan justos como razonables. Desde quienes reclaman trabajo, hasta quienes reivindican cuestiones de alta política como echar a la monarquía e instaurar la república, pasando por aquellos que simplemente desean que el banco rescatado con dinero público les de un crédito personal o les condone la hipoteca; sin olvidar a quienes denuncian que el primo del cuñado del concejal de urbanismo de villateempujo se haya hecho de oro y los otros de plata por el parentesco político. Habrá quien vea en la uniforme simetría lineal de los jardines de Versalles la perfección de la naturaleza, pero frente a ese pensamiento cuadriculado son más quienes ven en la geometría fractal de la sociedad el avance personal, económico y social, porque la biodiversidad es riqueza y activo en sí misma para poder seguir vivos y prósperos. Tan sólo falta ese ansiado Al tiempo, amigos indignados/as.