La ONU, la UNESCO… todos los organismos internacionales avalan al parecer este enunciado.
Yo matizaría «la igualdad de oportunidades», pero para el caso no nos sirve el titular sobre la elipse sobreentendida. Es una afirmación que a la mayoría nos puede parecer bastante obvia, no solo porque los más pobres podrían acceder al mínimo nivel de poder vivir, sino porque amplias capas medias podrían medrar con mejores expectativas.
Del mismo modo que se han ido muriendo en el momento más oportuno personajes claves de los casos Gürtel y Kitchen, esta pasada semana ha muerto, digamos que de «repentino fallecimiento», el teniente fiscal del Supremo, Juan Ignacio Campos, encargado precisamente de la investigación a Juan Carlos I por fraude fiscal y evasión de capitales. Una semana antes, el fiscal de Suiza dejaba de acusar al «campechano» emérito, no porque creyera que fuera inocente, sino porque muchos implicados están ocultando las pruebas de los hechos de presunto real latrocinio público que todos y todas sospechamos que son ciertos.
Mi pregunta, y supongo que la de alguno/a otro ciudadano de este Estado es cómo podemos aspirar a un mejor desarrollo humano en equilibrio si hay elites que encumbran y amparan a estos Borbones salidillos sexuales, y probablemente «embolsilladores» de lo público, y a los que para más inri, seguimos manteniendo los ciudadanos/as de a pie. Me temo que no haya solución, ni esperanza de que llegue solución alguna a esta impunidad. Esto es lo más duro. Porque el más terrible de todos los sentimientos, es el sentimiento de tener la esperanza muerta, que diría Federico García Lorca.
Lo que nos queda es la esperanza de que al no haber ganado en la lotería, podamos pasar las navidades sin convidados víricos indeseados, vamos que el 22 de diciembre sea el día de la salud pública.