Hoy día el uso de la tecnología está vinculado especialmente a la adolescencia, de modo que en el Estado tres de cada cuatro niños/as de trece años tienen móvil. La aldea global es más que una cita literaria.
“Usted no sabe quién soy yo” dijo E.U. a la pareja de guardiaciviles mientras ponían a su chófer una multa porque no sabían que era la ex de un ministro y defensora a ultranza de los valores patrios, incluyendo la encomiable labor de la españolísima Benemérita. Bueno, encomiable cuando actúa contra pérfidos antiespañoles nacionalistas, no tanto cuando “pilla a una española de pro”in fraganti dando marcha atrás en la autopista. Cosas del fuego amigo.
Fuego del amigo americano, como bien ha podido comprobar la sra.Merkel en propias carnes telefónicas. Colgada siempre del auricular o del teclado, más que twitteando daba la impresión de estar titeando a sus polluelos-correligionarios. Pero a ella como a otros 35 dirigentes de países amigos les han estado husmeando sistemáticamente desde la ANS-agencia de espionaje —o cotilleo, según— americana. No es que ella no espíe en amistosa reciprocidad a yanquis y por supuesto a otros países de inferior rango/poder, pero lo hacía en menor escala y, lo más importante, que hasta la entrada en escena del garganta profundísima Snowden estas cosas eran mero argumento peliculero de ciencia ficción; la certeza quedaba para iniciados del fuego amigo.
No estando en el poder ni siendo depositaria de ningún topsecrect público, lo que más me intranquiliza es que a Merkel y demás societarios orwellianos les hayan cazado comentado qué vestido ponerse, la compra del sábado o la cena con los suegros… es decir, que les han rayado toda su vida privada, igualico-igualico que nos han podido/pueden hacer a cualquier ciudadano del común. Porque somos amigos, que a los otros cuando pidan “unadebravas” por teléfono se las envían como misil bravo vía drones. No es nada nuevo, ya lo novelaba Orwell en su distopía, y hasta hoy queríamos pensar que era mera novela, pero la realidad siempre supera a la ficción. Con la excusa de que el Estado «tiene la obligación de informarse de lo que pasa para defender a los ciudadanos, a los aliados y a la patria» todo sirve al gobernante. Ni Huxley con su John salvaje, ni Orwell con su gran hermano ni Bradbury con su bombero purificador llegaron tan lejos en sus utopías negativas.
Con el uso masivo de telefonía entre la juventud al amigo vigilante se le acumula el trabajo a futuro.