Recuerdo que en el 2000 dimitió Manuel Pimentel tras un año como ministro por no poder llevar a la práctica su ideario. Rareza política. Consecuente, no quiso hacer lo contrario de lo que predicaba.
El político francés Strauss-Khan predica socialismo, entiendo que el reparto del bienestar, pero él vive en mansiones de lujo-lujo, paga fianzas millonarias y alquileres de 50.000$/mes, además de ser un sátiro, acosador de mujeres y presunto violador más salido que la punta un iceberg.
También predica en púlpito público la justicia e igualdad ante la ley el autoinmune judicial il cavaliere Berlusconi, político-presidente de Italia “en su tiempo libre”, ocupación que comparte con su profesión de organizador de bacanales, abusador de menores, “sultán cristiano” con lujurioso harén de velinas y locuaz lanzador de improperios sexuales, muy cercano al clásico chulo-rufián de prostíbulo de alto copete.
En otro orden, llama la atención la patada en el trasero profesional que Hugo Chávez da a los médicos de su país al ir a otro a tratarse; doce años en el poder y no ha organizado una sanidad pública de confianza “ni para él”. Esto es predicar real-socialismo. Claro que aquí nunca encontraremos al rey en la cola del hospital público de la sociedad a la que dice representar como primer mandamás.
La confianza en los organismos públicos de “su pueblo” parece algo escuálida. También nos gustaría ver a algún ministro de transporte comprobando in situ el funcionamiento del metro o autobús que nos vende como maravillosos.
Una cosa es predicar y otra dar trigo. Así que al encontrar alguna disonancia entre la prédica de púlpito y lo que practica el propio sermonero habremos de practicar lo que dice, no averiguar lo que hace. Pero más llamativo y hasta estrambótico es que Strauss-Khan vuelva en olor de multitudes y baraje sus posibilidades de presentarse incluso para presidente de Francia. De Berlusconi dicen-dicen, pero cada vez que se presenta gana de calle las votaciones.
De Hugo Chávez parecido, aunque llevarle la contraria acarree severos disgustos a la integridad personal. Del rey borbón chitón, porque elevado a la categoría de dios intocable, puede pasear su rijo y hacer toma-calla impunemente mientras predica españolísima justicia e igualdad. No importa, seguiremos votando alegremente a los mismos que dicen exactamente lo contrario de lo que practican. De modo que aquellos responsables públicos ejemplares y consecuentes serán raza a extinguir, si acaso quedara alguno.