Diario del covid-19 (48)

Escucho a señalados portavoces de uno y otro lado del meridiano ideológico que la sociedad vasca no está para elecciones. Así, tal cual, a palo seco, categóricamente, sin lugar al matiz ni a la réplica. Como tantas otras cosas en estas semanas de espanto, los usufructuarios únicos de la verdad han tomado la decisión de lo que es y lo que no es sin consultar a los implicados. Igual en lo que atañe a la sanidad, la economía, la educación o los meros comportamientos individuales, los autoinvestidos doctores toman las decisiones basándose en el mismo principio que guiaba a la asamblea de majaras de la canción de Kortatu: mañana sol y buen tiempo.

Y en esto de la celebración de las elecciones pendientes en julio —que yo no sé si sí o si no, se lo juro— ya han determinado que no hay más tutía. No, no, y no. Como me dicen varios oyentes de Euskadi Hoy en Onda Vasca-Grupo Noticias, quizá el error del lehendakari fue no hacer la propuesta contraria a la que le parecía más razonable. Si hubiera dicho que en septiembre o hablado de posponer el asunto sine die, se le estarían exigiendo los comicios para pasado mañana porque la Democracia no puede quedar al albur de una pandemia. ¿Y saben lo que les digo? Que tendrían razón. Si de verdad nos creemos lo de la soberanía popular, no hay que renunciar a ejercerla.

Diario del covid-19 (24)

Milagro por Semana Santa. Aparecen de la nada diez millones de mascarillas que serán distribuidas a la plebe en medios de transporte por policías que hasta ayer denunciaban que no las tienen ni para ellos. Hasta donde uno conoce, el personal sanitario, que es quien sigue en primera línea, todavía carece de los preciados tapabocas. ¿Tendrán que ir a hacer cola a paradas de metro, tren y autobús a ver si les cae una? Todo esto, sin perder de vista que el Gobierno Vasco, institución que debería coordinar la entrega en los tres territorios de la demarcación autonómica, asegura no saber nada del asunto… ni de las mascarillas que habrían de repartir la Ertzaintza y las policías locales.

Y luego, claro, que nadie se atreva a poner en solfa el enésimo despropósito, pues será acusado de romper el consenso y de no remar en la misma dirección. ¿En qué dirección, si puede saberse? De momento, el único rumbo que hemos visto es un zig-zag ebrio a base de ocurrencias que se lanzan y caen al olvido cuando se anuncia la nueva tanda de propuestas creativas que jamás llegan a realizarse. Y como principio que guía las acciones, el que aventó ayer uno de los uniformados de la junta cívico-militar que nos da las consignas del día: “Hagamos caso al refranero español, que dice que no hay mal que cien años dure”. Glups.