Disolución

Sigo, poco más o menos, donde lo dejé ayer. El desarme lleva a la disolución. Por lo menos, esa es la lógica que se está vendiendo, que sin lo uno no es posible lo otro. Y hasta donde sabemos por la correspondencia de la banda con las personas vergonzosamente maltratadas por los aparatos judiciales y policiales franceses, la intención de ETA es bajar la persiana de aquí a doce meses. ¿Lo hará? Ya iría siendo año. De hecho, el sexto desde que anunció lo verdaderamente importante, es decir, la decisión de dejar de matar y extorsionar.

Podemos engañarnos lo que queramos. El auténtico fin estuvo ahí. Lo demás han sido epílogos y mareos de perdiz. Esa sociedad civil tan mentada en este asunto lo tuvo claro desde el primer momento. Pasó página y se dedicó a sus mil tribulaciones. ¿Olvidando todo lo que había pasado? ¿Obviando lo muchísimo que queda pendiente? No exactamente. Tampoco somos tan ombliguistas ni insolidarios. Simplemente, la cuestión se ha relegado en el orden de prioridades de cada cual, pero eso no significa que haya dejado de importar. A estos más y a aquellos menos; la condición humana.

La conclusión es que a efectos prácticos ETA está disuelta. Diría que la inmensa mayoría tiene esa convicción. Si hay un comunicado definitivo, se recibirá con el correspondiente júbilo y la Historia señalará su fecha de emisión como la del final oficial. Pero no mucho más. Quedará por ver, eso sí, el comportamiento de los únicos que han convertido la disolución en tótem, condición sine qua non y punto definitivo de inflexión. Conociendo el paño, apuesten a que encontrarán un nuevo requisito que exigir.

Más sobre el desarme

Venga, va. Hablemos del desarme. Sin consignillas de todo a cien, a poder ser. Quizá habrá que empezar señalando lo obvio. Si ahora hay que deshacerse del material de limpiar el forro al prójimo es porque se ha estado acumulando durante (hagamos precio de amigo) cuarenta años. Y ojalá se hubiera quedado la cosa en el almacenaje. Pero es que buena parte de toda la cacharrería que hoy parece que no hay forma de quitarse de encima se utilizó para matar. Roza lo macabro que quienes se dedicaron a coleccionar el instrumental, a usarlo y a aplaudir y/o justificar las consecuencias se afanen en dar lecciones. Joder, con los conversos, qué prisas y qué a destiempo.

Y qué capacidad de análisis político. ¿A qué vienen los lamentos por la actitud de esa entelequia que llamamos El Estado? ¿Alguien esperaba seriamente algo que no fuera torpedear el fin de ETA? Esa es la perversa gran paradoja y, al tiempo, siniestra factura que se le debe por aquí a la banda, más allá del enorme sufrimiento que provocó. Si, incluso en los años más duros, ETA resultó un chollo para su supuesto enemigo, ahora que es solo un nombre evocador sin capacidad de hacer daño, los representantes de ese tal Estado van a hacer lo imposible por la continuidad de su bicoca. Esta operación fantasmal incluyendo la detención injusta de personas que actuaban guiadas por las mejores intenciones o, sin ir muy lejos, la descomunal exageración del episodio de Altsasu para convertirlo en terrorismo son la prueba de lo que señalo. Es descorazonador pensar quién celebraría la vuelta a las andadas y a quién le entran sudores fríos solo de imaginárselo.

Desarmes y chapuzas

Nuevo golpe contra los arsenales de ETA. Eso dicen los titulares a la diestra de la línea imaginaria. “Golpe”, de verdad. Como si se tratara de una acción heroica arrostrando peligros sin número. Tremenda gesta en comandita de las policías de La France y L’Espagne. Después de un tiempo fisgoneando una probablemente tan bienintencionada como chapucera operación secreta para mostrar al mundo —vía exclusiva a ciertos medios, temo— que ETA está dispuesta a destruir unos cuantos cachivaches de matarile, los uniformados se suman a la fiesta. Para cargársela, claro. Aparecen en la suerte de chatarrería, se incautan del material de desecho y detienen a las personas que, con su mejor voluntad, se habían avenido a participar en lo que entendían que podría contribuir a agilizar de una vez el embrollo sin fin del desarme.

Esos son, poco más o menos, los hechos. Contados, lo reconozco, desde mi cada vez más resabiado prisma, pero sin alteraciones en lo básico. A partir de ahí, la conocida coreografía. Estos lo presentan como una gran hazaña en nombre del Estado de Derecho y aquellos como un intolerable ataque de los “enemigos de la paz”. Llama la atención que tal categoría comprende no solo a los ejecutores y ordenantes de la maniobra policial, sino a cualquiera que no esté dispuesto a comprar la moto de la bondad infinita de lo que queda de la banda frente a la maldad de los demás. Sueltan la milonga, como no me cansaré de subrayar, individuos que tiraron de pipa directamente o aplaudieron a quienes lo hicieron. Hablan, además, en nombre de un pueblo que no le ha dedicado a este asunto ni medio pensamiento.

Uno de Jaimito

Tuiteando a deshoras, justo antes de arrastrarme hasta el sobre, escribí: “Para desarmarse, si quieres hacerlo, no veo yo que el contrario pinte mucho”. Era mi cierre a una micro conversación con Oskar Matute y Paul Ríos, dos personas a las que quiero igual de bien en las coincidencias que en las discrepancias. Al volver a encender el ordenador a la mañana siguiente, me encontré la respuesta de un personaje público conocido, entre otras virtudes acreditadas, por su mordiente espontaneidad: “Venga, Javi, ahora para mantener el nivel, cuentas uno de Jaimito. ¡Un poco de seriedad, por favor!”. Una docena cumplidita de parroquianos festejaba con retuits o favs (pido perdón a los del plan antiguo por la terminología) el ¡zasca!, que es como se les llama ahora a las cargas de profundidad mondas y lirondas.

Pues va aquí el de Jaimito, que se añade al gran chiste macabro que vocean la colleja dialéctica y más, si cabe, la consecuente jarana celebratoria: con ETA, oigausté, un respeto, no vayamos a tenerla. Ocurre que yo ni se lo tengo ni lo finjo para pasar por jatorra ni para evitar ser señalado como enemigo de la paz por quienes llevan toda la puñetera vida haciendo y/o jaleando la guerra. Por eso, al modo de Matías P., me permito a mi mismo insistir en que cuatro años son una jartá para desprenderse de toda la cacharrería de apiolar. Es, sin más y ya sé que también sin menos, una lista de localizaciones. Se remite a Moncloa, se cuenta a la opinión pública que se ha hecho, lo certifican los mediadores, y ahí se acaba todo. Otra cosa es que se espere algo a cambio. Entonces, claro, no se acaba nunca.

ETA enfurruñada

Ea, ea, ea, ETA se cabrea. La cosa es que no se enteró casi nadie porque aquellos comunicados que paraban los pulsos y las rotativas han dado paso a unas excrecencias informativas que, salvo en los medios que hacen de altavoz de oficio, no encuentran sitio ni en las portadas digitales ni en las de papel. Una competencia muy dura con las noticias de perritos y gatitos, la última de Mariló Montero o el viral que toque. A ver a quién le va a interesar que una banda en estado ectoplasmático se ha cogido un rebote del quince porque la pestañí franco-española, en misión casi de Traperos de Emaús, se ha llevado de uno de sus agujeros un puñado de material de matarile. “Un ataque al proceso de sellado de armas”, se subió a la parra el amanuense de turno en medio, ya digo, de la indiferencia —o más bien inopia— general.

Solo dijeron algo, porque les va en el sueldo y porque les tocaba retén en la tertulia de la radio pública —¡Qué recuerdos!—, los políticos de guardia. La mayoría, para bostezar la respuesta de repertorio (“El único comunicado bla, bla, bla…”) y el resto, para echarle ese entusiasmo digno de encomio pero que apenas tiene eco en la parroquia más cafetera. Sí, justo entre quienes ahora mismo están mascullando que por escribir esto soy un fascista, un enemigo de la paz, y me llevo una.

Es sintomático que, vaciada de su carga mortífera, ETA haya quedado para hacer la prueba del algodón sobre el cacareado suelo ético. O, en un uso más extendido, como espantajo y asustaviejas que agita la fachundia histérica para tratar de evitar la victoria de las fuerzas del cambio. Y ni para eso cuela ya.

Paz en el barro

No son ya Rajoy y Fernández, sino hasta los cavernarios de la última fila del gallinero, los que se están descojonando a lágrima viva de los acontecimientos recientes. Ni diseñándola con tiralíneas, escuadra y cartabón les habría salido más redonda la jugada. Su inmovilismo, que en realidad es una involución del nueve largo, se ha probado el chollo de los chollos. Máxime, cuando las formaciones que iban a ejercer de ariete contra el enrocamiento, siguiendo una costumbre que jamás desemboca en aprendizaje, vuelven a repartirse los papeles de la rana y el escorpión de la fábula.

Miren que he venido siendo escéptico hasta rozar el cinismo en mi visión de lo que exageradamente llamamos proceso de paz. Ya de Aiete escribí que nos tocaba hacer como que nos chupábamos el dedo y respecto al suelo ético, me he aguantado la risa amarga al pensar que unos tenían previsto pisarlo con mocasines, otros con zapatillas de casa y no pocos con las botas de clavos de toda la vida. Qué decir de la ingenuidad del relato compartido, cuando sin esperar al futuro, los amanuenses de parte ya nos van colando su cuentecito sobre héroes y tumbas, sin llegarle a Sábato ni a la espinilla. En resumen, que me creía muy poco tirando a nada de toda esta parafernalia, pero participaba en ella porque intuía, allá al fondo, que podría derivar en algo que mereciera la pena. Viniendo de donde veníamos —yo sí me acuerdo—, una gota sabe a océano. Con lo que no contaba ni en lo más profundo de mi indolencia calculada era con que la cuestión acabaría en el cuadrilátero de barro donde se libra la batalla por la hegemonía. Y ahí está.

Lo del viernes (2)

Vaya, parece que tengo que pasar a limpio lo que quería decir con ‘lo del viernes’. Como supongo debí anticipar, me han caído airados pescozones de esa parte del patio de butacas que no necesitaría ir al cine porque ya tiene la película en la cabeza. Aunque sea de romanos, te porfiarán que es de vaqueros y cualquier intento por razonar se zanjará con el argumento definitivo: ¡Fascista! Bueno, mucho más divertido en este caso, porque el escupitajo por atreverse a señalar que el género en cuestión era la comedieta bufa consistía en apostrofarte como “enemigo de la paz”. De miccionar y no echar gota, que te suelte eso un tipo que hasta hace dos días ha tirado de pipa u otro más cagueta que, sin haberla llevado, aplaudía con las orejas a los que daban matarile o silbaba a la vía.

Lo bueno y a la par triste del caso, como he anotado tantas veces, es que estas vainas solo nos ocupan a unos cuantos entusiastas. Y mejor que eso es que el debate se queda en cuatro yoyas dialécticas. Todos, desde COVITE a Etxerat, tenemos la certeza de que los días del plomo no volverán. Salvo para una pequeña minoría que sí ve en riesgo su presente y su futuro, el debate es de fogueo.

No tiene sentido alargarlo innecesariamente. De ahí mi mal cuerpo por ‘lo del vienes’, cuando se dio una curiosa paradoja: si bien el desarme que vimos fue de chiste, lo cierto es que ETA entregó toneladas de munición… a la otra parte. Munición argumental que, entre otras consecuencias, sirvió para continuar la chirigota con la lisérgica llamada a declarar de los verificadores en la Audiencia Nacional. Y mientras, la casa sin barrer.