Verdad, reparación y justicia. Bueno, depende de para quién. La tan cacareada memoria es nauseabundamente selectiva. No hay que olvidar los crímenes de hace cuarenta y pico años con la firma en la sombra del siniestro Martín Villa. Sin embargo, es un oprobio del copón querer saber si Mikel Albisu, jefe de ETA en la época más sanguinaria de la banda, tuvo algo que ver con el asesinato de Gregorio Ordóñez. Y no lo dicen cuatro mendrugos fanatizados, sino ciento y pico escritores y editores frente a los que hay que guardar un silencio sepulcral salvo que se pretenda pasar por enemigo del pueblo y de la paz. Pues lo siento, pero no me veo en condiciones de callar ante la reivindicación de un tipo, el tal Antza, que tiene acreditada la autoría (como poco) intelectual de decenas de muertes. ¿O es que los comandos a su cargo actuaban por libre?
Miren que estoy curado de espantos, cobardías e indiferencias chulescas, pero jamás habría esperado que parte de la crema y la nata de nuestra intelectualidad saliera en tromba a glosar el buen nombre de un tipo con un historial alicatado hasta el techo de conculcaciones de Derechos Humanos. Claro que, más allá de la brutal decepción e incomprensión al ver ciertas firmas en el escrito laudatorio y exculpatorio de Albisu, mi pasmo y mi impotencia son todavía mayores al comprobar la mirada general hacia otro lado ante un comportamiento tan indigno. Y vuelvo al arriba citado Martín Villa como término de comparación. No es difícil imaginar qué estaríamos diciendo si ciento y pico creadores españoles de relumbrón firmaran un manifiesto en su apoyo. ¿A que no?