Sánchez se libera

Tic, tac, tic, tac. Aquí seguimos, esperando a Godot-Sánchez, que con su puntito de divo, se ha reservado una aparición estelar para anunciar lo que ya nos llevan contando desde hace un buen rato sus arcángeles, es decir, que no hay más bemoles que convocar elecciones generales. Queda el detalle nada menor de la fecha, que sea la que sea, será mala. Porque es demasiado pronto, demasiado tarde, porque está muy pegada a las otras citas con las urnas o muy distante o porque las hace coincidir en el domingazo y será un pifostio del quince. Cada cual encontrará su motivo para poner a bajar de un burro al todavía presidente del gobierno español, lo que, conociendo el peculiar funcionamiento de las filias y las fobias políticas, a él le vendrá de cine.

Aprovechará, no lo duden, la baza del martirologio. Que si nadie me quiere, que si todos se han puesto de acuerdo para tumbarme, y que quienes han propiciado su claudicación se arrepentirán de haberlo hecho cuando el trifascio sume los votos necesarios para ocupar los bancos azules del Congreso de los Diputados. Algo de razón tendrá, no digo que no, pero al mismo tiempo, me permito señalar que esta tocata y fuga libera al individuo de las mil y una promesas imposibles de cumplir que llevaba acumuladas desde que se hizo con el bastón de mando. Menuda excusatio non petita del tamaño de la catedral de Burgos, la nota emitida desde Moncloa con la lista de proyectos que se van por el desagüe, desde la eliminación del copago farmacéutico a la ampliación del permiso de paternidad, pasando, cómo no, por la exhumación de los residuos de Franco. He ahí un programa electoral.

Megadomingo de urnas

Que sí, que no, que quién sabe, que puede ser, que ya se verá, que si no hay más remedio… Era de cajón que llegaría este momento a la política hispanistaní del pedrismo que va cogiendo resabios y atesorando conchas de galápago a velocidad de vértigo. Y aunque uno pensaba, con su lógica desactualizada, que en plena campaña andaluza se silbaría a la vía sobre el asunto por no abrumar al personal con la perspectiva de ir de paliza electoral en paliza electoral, ahí nos han echado al aire todos los globos sonda de golpe. “Son los atributos del presidente del gobierno”, soltó en gazapo impagable el arcángel anunciador José Luis Ábalos, que pretendiendo decir atribuciones, acabó dando a entender que Sánchez convocará a las urnas porque le sale de entre las ingles o, en una acepción menos testicular del término empleado erróneamente, por su apostura física.

En resumen, que, hablando de cosas que cuelgan, ahora mismo pende sobre nosotros la amenaza de tener que votar en hasta cuatro comicios distintos (cinco, contando aparte el Senado) de una tacada un domingo, el 26 de mayo, día de San Felipe Neri. No se ha visto jamás semejante pifostio de papeletas, y es de esperar que no lo veamos. Sin embargo, el solo hecho de que se haya echado en el comedero informativo y opinativo este alpiste de quinta es lo suficientemente indicativo de por dónde va el balón. Con una oposición a la derecha desinflándose en una esperpéntica batalla por la primacía del facherío y un socio a la izquierda condenado al papel de pagafantas, al PSOE ahora mismo le da igual arre que so. Si la legislatura sigue, muy bien. Y si no, pues también.

Mariano llega entero

En este punto del baile del abejorro electoral es justo y necesario entonar un elogio a Mariano Rajoy Brey. Lo escribo sin haber mediado ingesta alcohólica y, palabrita del niño Jesús, lejos del menor asomo irónico. Al Tancredo lo que es del Tancredo. Que levante la mano quien solo hace año y medio se imaginara que el tipo llegaría a boca de urna tan entero. Cualquiera que no se haga trampas en el yoyó reconocerá que los augurios de apenas anteayer lo pintaban hecho un Ecce Homo —concretamente el de Borja— a punto de caramelo para regalar el juguete a los requetenovedosos del barrio.

Pues ya ven que nanay. Acháquenme si quieren alguna versión extraña del síndrome de Estocolmo, pero a mi estos días el notario compostelano se me está antojando un coloso. Bueno, vale, quizá es solo que sus rivales en la lid están menguando cual filetes con clembuterol al contacto con la sartén. ¿El tuerto en el país de los ciegos? Por ahí creo que va la cosa, sí, añadiendo un curioso fenómeno que aún no han estudiado los gurús demoscópicos: el acojono que provocan los de enfrente, y en particular, Iglesias Alcampo, le está propiciando un tantín así de futuros votantes.

No, por supuesto no le darán ni para acercarse a la mayoría absoluta, pero sí para amortiguar el tantarantán que se le vaticinaba. Con una migaja de suerte, incluso, para poder sumar un nuevo rodillo con quien, a pesar de los disimulos y las bofetadas de pressing catch castizo que se cruzan, no deja ser su media naranja. Literalmente, naranja, ustedes ya me entienden. Nos va a descacharrar que la segunda transición también esté atada y bien atada.

Mudanza

Por desgracia, es demasiado habitual, prácticamente una rutina, que los gobiernos que saben que se van apuren su mandato hasta el filtro. De pronto, entran las urgencias, y quienes no han dado un palo al agua en toda la legislatura se entregan, a riesgo de infarto o ciática, a una actividad febril. En realidad, a dos. La primera consiste en el borrado de pruebas a toda pastilla o, en los casos en que no es posible, en su sepultura bajo alfombras, triples fondos o tapas de carpeta con las etiquetas cambiadas. Hay quien, sumando la hijoputez innata y la derivada del escozor por tener que entregar el juguete a otro niño, incluye en esta tarea la destrucción indiscriminada de cualquier material que pueda resultar útil a los nuevos. Hasta el más insignificante directorio telefónico es bueno para la trituradora de papel o la función Delete. Que se jodan y empiecen de cero, bastante que no nos llevamos la grapadora, el pegamento de tubo ni la caja de clips.

La otra labor frenética del tiempo de descuento busca pasarse por la sobaquera la fecha de caducidad. Se trata de dejar atornillados a poltronas y canonjías existentes o levantadas ex-novo a la mayor cantidad posible de centuriones que de otro modo quedarían con una mano delante y otra detrás. Entran ahí las personas físicas, blindables en fundaciones y demás trapisondas públicas o parapúblicas, y las jurídicas, a las que se les prolonga la mamandurria vía plicas ajustables a la medida deseada.

Como escribía, esta acelerada carrera contra el reloj para legar una herencia infiltrada acompaña sin remedio a cada mudanza gubernamental. Es algo tan asumido, que incluso las leyes, por lo menos en esta parte del mundo, no ponen el menor reparo. De ese modo, el límite de desparpajo lo marcan los salientes. Hasta ahora, solía haber un miligramo de decoro en el indecoro y los que cesaban se cortaban un pelo. Pero nada es para siempre. Al tiempo.

Lapa López

En el frontis de Ajuria Enea han mandado grabar el lema del infierno de Dante, que es el mismo que se lee en las tapias de algunos cementerios: abandonad cualquier esperanza. No hay fuerza mundana ni extraterrenal capaz de despegar de su poltrona de granito a la lapa López. Resuelto a no salir de sus trece ni a entrar en razón, el lehendakari incidental, cada vez más parecido al baturro del chiste que le decía al tren que por mucho que chuflara, él no se iba a apartar, ha anunciado a la Vía Láctea que piensa agotar hasta el último segundo del último minuto de la última hora del último día de la legislatura que le tocó en la bonoloto trampeada de 2009. El cuatrienio negro del que hablarán los historiadores de pasado de mañana se completará sí o sí.
A falta de mejor argumento, Patxi el empecinado ha optado por uno que suena a testicular que es un primor: “los socialistas somos resistentes”. Es decir, que se queda para que no se diga que es un blandengue que se rila a la vista de un país que ha convertido en guano o de un partido, el suyo, al que ha reducido a broma macabra. Un año largo más para seguir tirando de piqueta. Que le vayan dando a la pérfida abertzalidad que le afea la conducta —el profe me tiene manía—  y, en conjunto, a todos los que contemplan con horror y pasmo su forma de gobernar que deja en ursulinas a Atila o Gengis Kan.
Inútil tarea, tratar de hacer que lo comprenda. Ni siquiera es el ciego que no quiere ver; es el que ve lo que se le antoja. En su fantasía inanimada, va engallándose incluso de que la posteridad lo recordará como el San Jorge que acabó a espadazos con el dragón de ETA. Como si no supiéramos distinguir causalidad de casualidad. Como si el anuncio del final de las acciones armadas no hubiera quedado unido para los restos a sus palabras bamboleantes a bordo de un vagón a siete mil kilómetros, distancia mínima siempre entre él y la realidad.