Tres días y cuatro noches en el Gran Cañón del Colorado

Tras atravesar gran parte del estado de Arizona, por fin llegamos al Parque Nacional del Gran Cañón. Nuestra idea desde un comienzo fue conocer cada rincón de este espectacular lugar. Cuando comenzamos a planear el viaje por Estados Unidos, nos percatamos que en la zona por la que íbamos a estar había dos lugares muy turísticos: el Gran Cañón y Las Vegas. Nuestra idea era visitar ambos lugares pero en cada sitio íbamos a poder estar un día y medio o dos como mucho, por lo que al final decidimos sacrificar la ciudad del juego más famosa del mundo para poder explorar el cañón más bonito del planeta. Se nota que nos tira la naturaleza, ¿verdad? Tuvimos la suerte de que en ese momento el dólar estaba más bajo que el euro, así que pudimos dormir en el albergue que se encuentra en pleno Parque Nacional por buen precio. Es una experiencia única e irrepetible, os la recomiendo fehacientemente. Además no hay más alojamientos en muchos kilómetros a la redonda. Si os animáis a dormir allí os recomiendo que reservéis con tiempo, ya que suele estar muy solicitado. A mi me costó varias horas de búsqueda por Internet conocer como está todo organizado. Así que espero que os valga este consejo. www.visitgrandcanyon.com/yavapai-lodge

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Al atardecer y al amanecer es habitual que te visiten los habitantes del Parque.

Una vez hecho el check-in e instalados, no pudimos esperar ni un minuto más. Hemos visto este valle en películas, fotos, documentales, reportajes,… quizás sea uno de los lugares del mundo más fotografiados. Da igual la de veces que lo hayas visto antes, cuando lo contemplas por primera vez en persona, alucinas, ¡literalmente! La carretera hasta aquí transcurre por la meseta, por lo que hasta que no te asomas al precipicio, no eres consciente de lo que te espera a escasos metros. Y es ahí cuando a todo el mundo se le escapa un ¡¡¡alaaaaaa, qué pasada!!!!! No solo me pasó a mi, nos quedamos un rato viendo a las personas que se iban acercando y hasta al más recatado se le veía cara de sorpresón.

Es un plus no tener vértigo en el Gran Cañón

Todo en el Parque está maravillosamente organizado. De hecho, te explican que es casi con toda seguridad uno de los primeros lugares en el mundo habilitados para el turismo. Después de estar un rato largo viendo la parte del cañón mas cercana al hotel, no nos quedó más remedio que ir a cenar ya que estaba anocheciendo. Al día siguiente los guías turísticos nos fueron explicando las rutas que hay disponibles por el Parque. Existen muchísimos rincones para explorar y muchas cosas por hacer. En ese momento nos alegramos un montón de haber invertido todo nuestro tiempo aquí. A pesar de estar tres días, no nos dio tiempo a hacer ni una cuarta parte de las actividades que te proponen.

El coche en este lugar está totalmente prohibido, una vez lo dejas en el parking no lo vuelves a tocar hasta que te dispones a salir. Para moverse habilitan un autobús con muy buenos horarios que te lleva a todos las rutas. Aquí os dejo el mapa con los caminos que te proponen.

https://www.nps.gov/grca/espanol/index.htm

El primer día pusimos rumbo hacia al zona más encrespada de la ladera, hacia Powell Point. El autobus nos dejó en ese punto y fuimos recorriendo todo el precipicio, con la ladera a nuestra izquierda, tardamos varias horas en llegar al centro del Parque. No podíamos dejar de pararnos a divisar las panorámicas que el cañon ofrece. Todas tienen algo especial.

Existen rutas que te llevan hasta el fondo del cañón, pero te advierten que hay que tener mucho cuidado. El ojo humano aquí juega una mala pasada, las distancias son mayores de lo que a priori nos puedan parecer, el pie del valle parece estar más cerca de lo que realmente está. Te advierten de que en pleno agosto es fácil que te pueda dar una insolación en la bajada, por lo que no lo recomiendan hacer si no eres experto y no estas bien equipado. Para que los más escépticos y atrevidos no lo intenten, a cada rato te van contando las muertes que han sucedido por este motivo en el Parque. Cuando nosotros fuimos hacía relativamente poco que había fallecido una maratoniana experta. Por eso ofrecen excursiones con guía y también en mula hasta el río. Dado el calor asfixiante que había, ya que estábamos en pleno agosto, y a que aún nos quedaban mucha rutas por hacer, nosotros decidimos dejarlo para otra ocasión,… así nos buscamos una excusa para volver.

Al día siguiente decidimos hacer el recorrido contrario, el autobús nos dejó en la la parte más amplia del Parque, el cañón se encontraba en esta ocasión a nuestra derecha. En todo el recorrido es fácil que te acompañen los buitres. Es increíble como cambia la fauna en unos pocos metros. En este sitio, a diferencia de donde se sitúa el hotel y el centro, el clima es totalmente desértico. De hecho nos topamos con una serpiente venenosa típica del desierto. Es otro de los grandes peligros de este lugar, junto a la insolación y las caídas. Es precisamente aquí en la zona más amplia donde se encuentran las panorámicas más famosas del Gran Cañon.

Desde esta zona se puede divisar más fácilmente el río Colorado con su azul característico. Es increíble las tonalidades que coge esta zona del parque. Es precisamente este pequeño caudal el gran responsable de esta maravilla natural. Su agua junto a la composición de las rocas, han sido los creadores de estos escarpados y coloridos precipicios. Un trabajo que se ha ido desarrollando durante millones de años, hasta alcanzar una anchura de entre 6 y 29 km y profundidades que pueden alcanzar hasta los 1.600 metros, incluso hay zonas que están bajo el nivel del mar. Es como un libro abierto para los geólogos, cerca de 2.000 millones de años de la historia de la Tierra han quedado expuestos aquí. Y es que además del trabajo del río, la meseta del Colorado se ha ido elevando durante años. Dos casualidades que han hecho de este lugar que sea un sitio único. En el recorrido tienes la oportunidad de ir conociendo las rocas que aquí hay y la antigüedad de las mismas.

Esa tarde pudismo divisar por fin uno de los mayores espectáculos del lugar. Los rayos del sol de la tarde alumbrando las rocas más famosas del Gran Cañon. Sabes que algo va a suceder porque en pocos minutos se arremolinan decenas de personas en torno a uno de los balcones del Parque. Además, es en ese preciso momento cuando los autobuses de los empresas de turismo de Las Vegas comienzan a llegar. Es una verdadera pena que solo ofrezcan este servicio. Una vez que anochece los autobuses se marchan y la gente ve solo una milésima parte del espectáculo que este lugar puede llegar a ofrecer. Si venís hasta aquí, intentad como podaís quedaros por lo menos una noche y dos días, el sitio lo merece.

El atardecer en el Gran Cañon, uno de los mayores espectáculos del Parque.

En cuanto anochece, no hay mucho que hacer por aquí. No se ve absolutamente nada. Pero aún nos quedaban días para seguir explorando. A la mañana siguiente, nos propusimos conocer más acerca de los primeros habitantes del Cañón. En la entrada del Parque te recibe este cartel, que nos hace intuir desde el comienzo que para ellos este lugar era mucho más que un bello valle.

«Las tribus llaman al cañón el hogar»

Los primeros signos de vida humana son de hace nueve mil años, pero poco queda de aquella época. Sí se conoce que los habitantes del lugar eran cazadores y recolectores, llamados Anasazi, se considera que los descendientes actuales de los anazasi son los indios pueblo, entre ellos los zuñi y los hopi. De las películas del oeste hemos «aprendido» que los habitantes del desierto vivían en tiendas y eran nómadas. Pero aquí se reaprende que tenían edificaciones de piedra por lo que se sabe que estaban asentados en las cercanías del Gran Cañón. En el museo de Tusayan Museum te explican todo lo que se conoce de ellos. Sus casas tenían cimientos poco profundos y el tejado estaba hecho con tierra y ramas. Con el crecimiento demográfico, las viviendas se reagruparon en aldeas con calles, centro, templo,… dejaron restos arqueológicos importantes por toda la zona que poblaron, algunos protegidos por la Unesco. Esta prolífera y capaz tribu desapareció antes de la llegada de los europeos. El primero en divisar este lugar fue el extremeño García López de Cárdenas en el siglo XVI, durante una expedición que duró veinte días.

El resto del tiempo lo pasamos recorriendo las distintas zonas que nos quedaban por ver y también repetimos algunas. Otro de los lugares que es impresionante, es la zona de Desert View, ¡qué panorámica! Aquí se encuentra Desert View Wachtowe, que además de las magnificas vistas que ofrece del cañón, se caracteriza por la existencia de una torre, es una recreación de una torre de vigilancia india, que data de 1932 y fue diseñada por la arquitecto María Colte.

A pesar de que los días transcurrían, no había instante que dejaras de flipar, si se me permite la palabra. No es de extrañar que este profundo rincón de Arizona, fuese finalista para formar parte de una de la grandes maravillas naturales del mundo.

La vuelta a Phoenix la hicimos a través de la carretera 89, pasamos por un asentamiento de indios navajos que viven de las ayudas del estado y de la venta de artesanía. Nos detuvimos a comprar sus obras en Little Canyon. Y es que esta zona de Estados Unidos está repleta de Parques Nacionales y rincones naturales impresionantes. No tan conocidas, ya que el Gran Cañon les hace sombra, una sombra grande y alargada, pero no por ello estos lugares son menos bonitos y espectaculares.

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Sin duda es uno de los viajes imprescindibles de la vida.

 

Viaje a Arizona, tras las huellas vascas en el Oeste americano.

En el pasado post os hablé de la visita de mi amiga texana a Euskadi y hoy os voy a contar cuando fuimos a conocer su ciudad a Estados Unidos. Primero os tengo que confesar que tuve que repasar las lecciones de geografía. Sabía dónde estaba (más o menos) este famoso estado dentro del país, pero ni me imaginaba que podía ser tan inmenso. Esta región sureña alcanza casi los 700.000 km2, es más grande que Francia, el país más extenso de la Unión Europea. Mi amiga vive en El Paso, está al oeste del estado de Texas, junto a Nuevo México. Para que os hagáis una idea de lo fronterizo que es este lugar, una tarde decidimos ir a cenar a un casino de Nuevo México ya que en el estado vecino el juego está permitido, y tardamos aproximadamente veinte minutos desde su casa. Además, eres consciente a cada paso que te encuentras a escasos metros de México, al otro lado del río se divisa Ciudad Juárez. En ocasiones estas dos famosas ciudades están más próximas incluso de lo que están Portugalete y Getxo. El viaje es larguísimo, solo el vuelo Madrid – Dallas dura alrededor de diez horas. Así que pensamos, ya que nos vamos a cruzar todo el Atlántico y medio Estado Unidos, ¿por qué no aprovechar y conocer más rincones además de esta legendaria ciudad fronteriza del Oeste americano? Nos pusimos a investigar y nos encontramos con la grata sorpresa de que íbamos a estar relativamente cerca, por lo menos según los baremos estadounidenses, de una de las grandes maravillas del mundo, el Gran Cañon. ¡Ni lo dudamos! Una vez aterrizados en Dallas, pusimos rumbo a Phoenix, capital de Arizona, estado que alberga el cañon más famoso del mundo.

En el «Downtown» de Phoenix en pleno agosto, estábamos a casi 40 grados de temperatura.

Phoenix es como todas las ciudades de este enorme país, grande y muy dispersa, a veces costaba cruzarse con gente, incluso por el mismísimo centro. Las viviendas están muy alejadas unas de otras y tiene muchos centros comerciales y tiendas repartidas por toda la ciudad. A los europeos nos cuesta al principio entender esta forma de organizar una urbe, todo nos parece igual y caótico. Al llegar intentamos movernos en transporte público, pero verdaderamente es casi imposible, las líneas son cortas e incluso subirse a un autobús según a qué horas puede llegar a ser peligroso. Lo mejor es coger taxis que dan muy bien servicio. Y para los viajes largos, la mejor opción es alquilar coche, cosa que hicimos. Puedes coger uno en Phoenix y dejarlo en Dallas por ejemplo, sin ningún problema.

Y ya con los deberes hechos, pusimos rumbo al Gran Cañon. ¡Nos encantó la experiencia por carretera! Así como moverse en coche por las ciudades puede ser una auténtica locura, las autopistas del interior son muy sencillas y fáciles de encontrar. Y es que no hay muchas, por lo menos en la zona que nos movimos. No sé si es por lo largas que son o porque estamos en un país con poca inversión pública, pero lo cierto es que cuesta ver más de dos carriles fuera de las ciudades y la iluminación o señalizaciones de tráfico, es en muchos lugares, inexistente.

Sin duda, si quieres conocer el interior de este país de America del Norte es muy recomendable viajar en coche. Nos encontramos con otra agradable sorpresa, para llegar a nuestro destino podíamos recorrer parte de la ruta de moteros más famosa del mundo, la ruta 66, os suena ¿verdad? ¡Fue muy divertido! Nos cruzamos con un montón de motos. En ocasiones parecía que estuviésemos en el plató de una película.

Esta famosa ruta fue el principal trayecto de los emigrantes que iban al famoso Oeste, sobre todo durante las tormentas de polvo que asolaron muchas regiones de Estados Unidos en los años 30. Ayudó a todos los pueblos que la atraviesan a ser más prósperos.

Por eso cuando fue retirada de la Red de Carreteras de Estados Unidos, fueron estas localidades las que lucharon con convertirla en Ruta Histórica.

Nos detuvimos en Flagstaff, es uno de los puntos más altos de la famosa ruta 66. La altitud de esta pequeña ciudad cambia de alrededor de 2.100 metros a casi 3.700 metros en sus picos más altos. Pero aún no hemos llegado a la zona desértica. Esta agradable ciudad de Arizona está rodeada de bosques y lagos, es muy agradable para vivir. Además, nos encontramos en el centro del bosque de pino ponderosa ¡más grande del mundo! Se trata de una especie de conífera originaria de esta región.

Y es que Arizona aunque a muchos os pueda sorprender, tiene mucha zonas boscosas y muy bonitas. Aquí viene el dato que seguro a muchos os sorprenderá como me sucedió a mi. ¿Sabíais que la teoría más popular respecto al origen del nombre de este famoso estado tiene que ver con los vascos? Parece ser, y es la teoría que más peso tiene actualmente y la favorita para el historiador Marshall Trimble, Donald T. Garate y para muchos otros historiadores de Arizona, es que el nombre proviene de Aritz Ona, lugar de robles en euskera. Algunos dicen que se lo pusieron los pastores vascos que arribaron aquí debido a sus ricos pastos. Pero para Garate el nombre es anterior, nos cuenta que proviene de mineros y comerciantes vascos que llegaron a estas tierras a hacer fortuna. En concreto dice que deriva de la propiedad donde se asentaban los ranchos del guipuzcoano, Bernardo Urrea, que se encontraba repleto de robles.

Os confieso que este dato tan interesante lo conocí cuando volví ya a casa. Aprovecho la ocasión para dejaros la reseña de este libro de Martin Etchart, un descendiente de aquellos vascos que se instalaron en el lejano Oeste. «Aritzona es la novela de iniciación de Etchart, es una historia de aventuras con un toque de realismo mágico que deleitará al lector de cualquier edad. Este libro, publicado en USA en 2005, es uno de los mejores exponentes de la narrativa norteamericana escrita por narradores de origen vasco, como el mismo Martin Etchart o Monique Urza, o por escritores que han mostrado gran interés por la comunidad vasca asentada en Estados Unidos, como Gregory Martín o Frank Bergon.»

Casco histórico de Flagstaff

La presencia vasca aún se ve en el antiguo frontón de Flagtaff del que se recaudó fondos para su restauración en 2008. Jesús García fue el primer propietario de la casa donde se encuentra el histórico frontón. Allí construyó un hotel en el que se alojaban los pastores euskaldunes que antaño trabajaban en la zona. Flagstaff contaba entonces con otros hoteles vascos. Hoy en día el hotel y el frontón se encuentran en mal estado.

Esta cancha es una de los pocas de más de una docena que quedan en pie en todo el Oeste americano y la única de Arizona. Se intentó recaudar un millón de dólares para su restauración. No he llegado a averiguar si finalmente se ha podido restaurar, si he encontrado esta foto.

Además, la relación con esta zona tan emblemática, en mi caso, va incluso más allá. Y es que una de las pocas armas que aún existen de mi bisabuelo, Benito Guisasola, armero de Eibar, se encuentra aquí. Perteneció al sheriff de Flagstaff de principios del siglo XX. Una pena no haber tenido más tiempo para investigar un poco más al respecto. Uno de los mercados más importante de los armeros eibarreses fue esencialmente el Oeste americano. De hecho, son ellos los que más piezas tienen de esta época dorada del hierro vasco.

Una foto de uno de los talleres de Eibar en el año 1915.

Eibar estuvo produciendo un cuarto de millón de armas allá por el año 1.909, ¡ahí es nada! Pero también Zumarraga, Elgoibar, Ermua, Gernika o Durango. La industria vasca se interesó en las pistolas semiautomáticas con la introducción comercial de la Browning F.N. 1900 y sus cartuchos .32 ACP a principios de siglo. Poco a poco las restricciones en este país para la venta de armas fue haciendo que decayera la demanda estadounidense.

Y poco a poco nos vamos acercando. El próximo post, ¡el Gran Cañon del Colorado! Uno de los lugares más bonitos del planeta.

 

Rioja Alavesa en buena compañía

Hace unas semanas estuve en Rioja Alavesa. Aunque no lo parezca por las fotos, no fue hace tanto, pero con estos cambios de temperatura tan bruscos parece que estuviésemos en pleno agosto. Siempre me gusta viajar a este emblemático rincón, situado al sur del territorio de Araba. Cualquier excusa es buena para perderse a los pies de la Sierra de Toloño y recrearse con los aires de meseta, rociados con aromas de uva. En esta ocasión fui con mi amiga texana, Zenia. Somos amigas desde hace más de una década, viene todos los años a Barcelona y de paso se viene a Euskadi a visitarnos. Le encanta nuestra tierra y conoce ya prácticamente todos nuestros rincones. Pensaba que me había quedado sin lugares para enseñarle, hasta que caí en la cuenta de que no le había mostrado esta maravilla vinícola que atesoramos.

Degustando un menú típico en el Restaurante «La Huerta Vieja» de Laguardia.

Recorrimos en coche varias carreteras de viñedos y antes de recalar en las pequeñas bodegas subterráneos de su capital, decidimos ir a ver el arte prehistórico que en este lugar tan bien está conservado. Nos detuvimos en el dolmen “Sorginaren Txabola” o “de la Hechicera”.

Estas tres grandes piedras verticales con otra gran piedra plana encima se encuentran en Elbillar. El lugar fue descubierto en 1935 por Álvaro de Gortázar en un estado bastante bueno de conservación. Es como un eco de hace más de cinco mil años que ha llegado hasta nuestros días casi intacto. Este tipo de arte megalítico se inició a finales del Neolítico y duró hasta la Edad del Bronce, y fue muy recurrente en nuestra geografía. Tiene que ser bonito venir en agosto cuando se celebra un akelarre entorno al trikuharri, más teniendo en cuenta que se encuentra rodeado de un bosque de viñedos.

Después de empaparnos de campo, tocaba pisar las calles de Laguardia. Nada más llegar, vimos un grupo de personas arremolinarse en la plaza del Gaitero, entonces recordé, ¡Era la hora de los dantzaris! Poco después, empezó a sonar la melodía típica de la villa y al de un rato salió del reloj de la pared del ayuntamiento “El Cachimorro” junto a dos dantzaris vestidos con los trajes típicos. Tuvimos suerte porque estos pequeños muñecos solo salen a bailar a las 12:00, 14:00, 17:00 y a las 20:00. Si estáis por allí acordaros e id a coger sitio a la plaza, no es muy grande y suele llenarse de turistas y curiosos.

El reloj se encuentra en pleno centro, es muy recomendable perderse por aquí donde se puede pasear por sus callejuelas repletas de casas medievales muy bien conservadas.

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Otra de las citas obligadas, además de las bodegas, a donde pronto llegaremos, es el pórtico de la iglesia de Santa María de los Reyes. La obra está en el interior de la iglesia por tanto hay que pasar con guía; os lo recomiendo enérgicamente. Como recordaréis, he viajado a Italia recientemente y puedo decir que este pórtico es digno, como mínimo, del país latino famoso por sus monumentos, tanto por su belleza como por sus ornamentos. Quizás sea porque al estar protegido y no dar a la calle, se ha podido conservar muy bien o porque es uno de los pocos, por no decir el único, que he visto con tantos colores. Sea por lo que fuere, es una auténtica maravilla. Su construcción, aunque no lo parezca, es de piedra tallada, de finales del siglo XIV, aunque su policromía es del siglo XVII. Está formada por un arco gótico muy apuntado que forma cinco arquivoltas, todas ellas muy decoradas. Os recomiendo que vengáis aquí también en Navidades, su Belén animado es otra preciosidad.

Lo que más me gusta cuando recibo visitas de amigos extranjeros es que vuelvo a estos lugares tan especiales y cargados de historia que a veces por cercanía los tenemos olvidados. Sobre todo cuando vienen momentos como el de la visita a las bodegas subterráneas de Laguardia. Como muchos ya sabéis, existen dos villas; la que está en el exterior y la que podemos encontrar bajo nuestros pies. Esta villa está plagada de bodegas subterráneas. Todas las que se pueden visitar son muy ilustrativas y bonitas, pero ya que conocía la bodega del Fabulista, fuimos a visitar la de Carlos San Pedro Pérez de Viñaspre.

www.bodegascarlossanpedro.com/es/

Aquí podréis pasar un rato agradable con la familia San Pedro que elabora vinos de modo artesanal desde hace siglos. Su cueva de más de 600 años, que se usa como bodega desde hace más 250 años, es como un túnel del tiempo. Estamos a una profundidad de 8 metros bajo el nivel de sus calles, por lo que aquí encontramos unas condiciones óptimas para la crianza de vino. De hecho, esta cueva es una de las pocas bodegas subterráneas de Laguardia que sigue en uso como bodega.

Bodegas Carlos San Pedro
Durante la cata en la visita guiada por las cuevas subterráneas de las Bodegas Carlos San Pedro

Se encuentra dividida en 4 “calados” construidos a mano, en los cuales están los depósitos, botelleros y la zona de barricas. Como sabéis, en Rioja Alavesa la uva típica es la tempranilla y su elaboración más tradicional es el método de maceración carbónica. Esta técnica es una de las más antiguas. Consiste en echar los racimos enteros de uva tinta en los lagares. Seguro que muchos lo conocéis como «vino cosechero», elaborado para beberlo joven. Desde hace un siglo se utiliza también el método bordelés; consiste en retirar el raspón del racimo antes de comenzar la fermentación. Este método es más apto para la crianza, reservas y grandes reservas. Aquí os dejo el listado de las bodegas de esta zona privilegiada. Más información: http://www.riojalavesa.com

Tras el suelo de cristal se podía ver el lago o lagar de la bodega.

En Rioja Alavesa la mayoría de las producciones son muy artesanales y familiares, lo que hace que su calidad sea una de las más altas de la península. Y eso se nota, tanto para mi paladar como para los de los extranjeros que vienen a visitarnos.

El día dio para mucho y cuando tocó la hora de comer, nos acercamos al restaurante que se encuentra fuera de las murallas, por cierto, las murallas y puertas merecen un capítulo aparte. Con las vistas puestas en la bodega de Ysios del arquitecto Santiago Calatrava, nos deleitamos con cordero, ensalada y cuajada, regado por un vino joven estupendo de la zona. El precio del menú del día, también muy bueno, a Zenia por cierto, ¡le encanto! Como siempre digo, si una persona recorre miles de kilómetros para conocer Rioja Alavesa, qué hacemos los de aquí que no vamos más a menudo a recorrerlo.

https://www.instagram.com/p/BZq65noHVLJ/?taken-by=oihana_eraso

Atardecer desde el Paseo de Collado que se encuentra fuera de las murallas.