Viaje a Arizona, tras las huellas vascas en el Oeste americano.

En el pasado post os hablé de la visita de mi amiga texana a Euskadi y hoy os voy a contar cuando fuimos a conocer su ciudad a Estados Unidos. Primero os tengo que confesar que tuve que repasar las lecciones de geografía. Sabía dónde estaba (más o menos) este famoso estado dentro del país, pero ni me imaginaba que podía ser tan inmenso. Esta región sureña alcanza casi los 700.000 km2, es más grande que Francia, el país más extenso de la Unión Europea. Mi amiga vive en El Paso, está al oeste del estado de Texas, junto a Nuevo México. Para que os hagáis una idea de lo fronterizo que es este lugar, una tarde decidimos ir a cenar a un casino de Nuevo México ya que en el estado vecino el juego está permitido, y tardamos aproximadamente veinte minutos desde su casa. Además, eres consciente a cada paso que te encuentras a escasos metros de México, al otro lado del río se divisa Ciudad Juárez. En ocasiones estas dos famosas ciudades están más próximas incluso de lo que están Portugalete y Getxo. El viaje es larguísimo, solo el vuelo Madrid – Dallas dura alrededor de diez horas. Así que pensamos, ya que nos vamos a cruzar todo el Atlántico y medio Estado Unidos, ¿por qué no aprovechar y conocer más rincones además de esta legendaria ciudad fronteriza del Oeste americano? Nos pusimos a investigar y nos encontramos con la grata sorpresa de que íbamos a estar relativamente cerca, por lo menos según los baremos estadounidenses, de una de las grandes maravillas del mundo, el Gran Cañon. ¡Ni lo dudamos! Una vez aterrizados en Dallas, pusimos rumbo a Phoenix, capital de Arizona, estado que alberga el cañon más famoso del mundo.

En el «Downtown» de Phoenix en pleno agosto, estábamos a casi 40 grados de temperatura.

Phoenix es como todas las ciudades de este enorme país, grande y muy dispersa, a veces costaba cruzarse con gente, incluso por el mismísimo centro. Las viviendas están muy alejadas unas de otras y tiene muchos centros comerciales y tiendas repartidas por toda la ciudad. A los europeos nos cuesta al principio entender esta forma de organizar una urbe, todo nos parece igual y caótico. Al llegar intentamos movernos en transporte público, pero verdaderamente es casi imposible, las líneas son cortas e incluso subirse a un autobús según a qué horas puede llegar a ser peligroso. Lo mejor es coger taxis que dan muy bien servicio. Y para los viajes largos, la mejor opción es alquilar coche, cosa que hicimos. Puedes coger uno en Phoenix y dejarlo en Dallas por ejemplo, sin ningún problema.

Y ya con los deberes hechos, pusimos rumbo al Gran Cañon. ¡Nos encantó la experiencia por carretera! Así como moverse en coche por las ciudades puede ser una auténtica locura, las autopistas del interior son muy sencillas y fáciles de encontrar. Y es que no hay muchas, por lo menos en la zona que nos movimos. No sé si es por lo largas que son o porque estamos en un país con poca inversión pública, pero lo cierto es que cuesta ver más de dos carriles fuera de las ciudades y la iluminación o señalizaciones de tráfico, es en muchos lugares, inexistente.

Sin duda, si quieres conocer el interior de este país de America del Norte es muy recomendable viajar en coche. Nos encontramos con otra agradable sorpresa, para llegar a nuestro destino podíamos recorrer parte de la ruta de moteros más famosa del mundo, la ruta 66, os suena ¿verdad? ¡Fue muy divertido! Nos cruzamos con un montón de motos. En ocasiones parecía que estuviésemos en el plató de una película.

Esta famosa ruta fue el principal trayecto de los emigrantes que iban al famoso Oeste, sobre todo durante las tormentas de polvo que asolaron muchas regiones de Estados Unidos en los años 30. Ayudó a todos los pueblos que la atraviesan a ser más prósperos.

Por eso cuando fue retirada de la Red de Carreteras de Estados Unidos, fueron estas localidades las que lucharon con convertirla en Ruta Histórica.

Nos detuvimos en Flagstaff, es uno de los puntos más altos de la famosa ruta 66. La altitud de esta pequeña ciudad cambia de alrededor de 2.100 metros a casi 3.700 metros en sus picos más altos. Pero aún no hemos llegado a la zona desértica. Esta agradable ciudad de Arizona está rodeada de bosques y lagos, es muy agradable para vivir. Además, nos encontramos en el centro del bosque de pino ponderosa ¡más grande del mundo! Se trata de una especie de conífera originaria de esta región.

Y es que Arizona aunque a muchos os pueda sorprender, tiene mucha zonas boscosas y muy bonitas. Aquí viene el dato que seguro a muchos os sorprenderá como me sucedió a mi. ¿Sabíais que la teoría más popular respecto al origen del nombre de este famoso estado tiene que ver con los vascos? Parece ser, y es la teoría que más peso tiene actualmente y la favorita para el historiador Marshall Trimble, Donald T. Garate y para muchos otros historiadores de Arizona, es que el nombre proviene de Aritz Ona, lugar de robles en euskera. Algunos dicen que se lo pusieron los pastores vascos que arribaron aquí debido a sus ricos pastos. Pero para Garate el nombre es anterior, nos cuenta que proviene de mineros y comerciantes vascos que llegaron a estas tierras a hacer fortuna. En concreto dice que deriva de la propiedad donde se asentaban los ranchos del guipuzcoano, Bernardo Urrea, que se encontraba repleto de robles.

Os confieso que este dato tan interesante lo conocí cuando volví ya a casa. Aprovecho la ocasión para dejaros la reseña de este libro de Martin Etchart, un descendiente de aquellos vascos que se instalaron en el lejano Oeste. «Aritzona es la novela de iniciación de Etchart, es una historia de aventuras con un toque de realismo mágico que deleitará al lector de cualquier edad. Este libro, publicado en USA en 2005, es uno de los mejores exponentes de la narrativa norteamericana escrita por narradores de origen vasco, como el mismo Martin Etchart o Monique Urza, o por escritores que han mostrado gran interés por la comunidad vasca asentada en Estados Unidos, como Gregory Martín o Frank Bergon.»

Casco histórico de Flagstaff

La presencia vasca aún se ve en el antiguo frontón de Flagtaff del que se recaudó fondos para su restauración en 2008. Jesús García fue el primer propietario de la casa donde se encuentra el histórico frontón. Allí construyó un hotel en el que se alojaban los pastores euskaldunes que antaño trabajaban en la zona. Flagstaff contaba entonces con otros hoteles vascos. Hoy en día el hotel y el frontón se encuentran en mal estado.

Esta cancha es una de los pocas de más de una docena que quedan en pie en todo el Oeste americano y la única de Arizona. Se intentó recaudar un millón de dólares para su restauración. No he llegado a averiguar si finalmente se ha podido restaurar, si he encontrado esta foto.

Además, la relación con esta zona tan emblemática, en mi caso, va incluso más allá. Y es que una de las pocas armas que aún existen de mi bisabuelo, Benito Guisasola, armero de Eibar, se encuentra aquí. Perteneció al sheriff de Flagstaff de principios del siglo XX. Una pena no haber tenido más tiempo para investigar un poco más al respecto. Uno de los mercados más importante de los armeros eibarreses fue esencialmente el Oeste americano. De hecho, son ellos los que más piezas tienen de esta época dorada del hierro vasco.

Una foto de uno de los talleres de Eibar en el año 1915.

Eibar estuvo produciendo un cuarto de millón de armas allá por el año 1.909, ¡ahí es nada! Pero también Zumarraga, Elgoibar, Ermua, Gernika o Durango. La industria vasca se interesó en las pistolas semiautomáticas con la introducción comercial de la Browning F.N. 1900 y sus cartuchos .32 ACP a principios de siglo. Poco a poco las restricciones en este país para la venta de armas fue haciendo que decayera la demanda estadounidense.

Y poco a poco nos vamos acercando. El próximo post, ¡el Gran Cañon del Colorado! Uno de los lugares más bonitos del planeta.

 

Rioja Alavesa en buena compañía

Hace unas semanas estuve en Rioja Alavesa. Aunque no lo parezca por las fotos, no fue hace tanto, pero con estos cambios de temperatura tan bruscos parece que estuviésemos en pleno agosto. Siempre me gusta viajar a este emblemático rincón, situado al sur del territorio de Araba. Cualquier excusa es buena para perderse a los pies de la Sierra de Toloño y recrearse con los aires de meseta, rociados con aromas de uva. En esta ocasión fui con mi amiga texana, Zenia. Somos amigas desde hace más de una década, viene todos los años a Barcelona y de paso se viene a Euskadi a visitarnos. Le encanta nuestra tierra y conoce ya prácticamente todos nuestros rincones. Pensaba que me había quedado sin lugares para enseñarle, hasta que caí en la cuenta de que no le había mostrado esta maravilla vinícola que atesoramos.

Degustando un menú típico en el Restaurante «La Huerta Vieja» de Laguardia.

Recorrimos en coche varias carreteras de viñedos y antes de recalar en las pequeñas bodegas subterráneos de su capital, decidimos ir a ver el arte prehistórico que en este lugar tan bien está conservado. Nos detuvimos en el dolmen “Sorginaren Txabola” o “de la Hechicera”.

Estas tres grandes piedras verticales con otra gran piedra plana encima se encuentran en Elbillar. El lugar fue descubierto en 1935 por Álvaro de Gortázar en un estado bastante bueno de conservación. Es como un eco de hace más de cinco mil años que ha llegado hasta nuestros días casi intacto. Este tipo de arte megalítico se inició a finales del Neolítico y duró hasta la Edad del Bronce, y fue muy recurrente en nuestra geografía. Tiene que ser bonito venir en agosto cuando se celebra un akelarre entorno al trikuharri, más teniendo en cuenta que se encuentra rodeado de un bosque de viñedos.

Después de empaparnos de campo, tocaba pisar las calles de Laguardia. Nada más llegar, vimos un grupo de personas arremolinarse en la plaza del Gaitero, entonces recordé, ¡Era la hora de los dantzaris! Poco después, empezó a sonar la melodía típica de la villa y al de un rato salió del reloj de la pared del ayuntamiento “El Cachimorro” junto a dos dantzaris vestidos con los trajes típicos. Tuvimos suerte porque estos pequeños muñecos solo salen a bailar a las 12:00, 14:00, 17:00 y a las 20:00. Si estáis por allí acordaros e id a coger sitio a la plaza, no es muy grande y suele llenarse de turistas y curiosos.

El reloj se encuentra en pleno centro, es muy recomendable perderse por aquí donde se puede pasear por sus callejuelas repletas de casas medievales muy bien conservadas.

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Otra de las citas obligadas, además de las bodegas, a donde pronto llegaremos, es el pórtico de la iglesia de Santa María de los Reyes. La obra está en el interior de la iglesia por tanto hay que pasar con guía; os lo recomiendo enérgicamente. Como recordaréis, he viajado a Italia recientemente y puedo decir que este pórtico es digno, como mínimo, del país latino famoso por sus monumentos, tanto por su belleza como por sus ornamentos. Quizás sea porque al estar protegido y no dar a la calle, se ha podido conservar muy bien o porque es uno de los pocos, por no decir el único, que he visto con tantos colores. Sea por lo que fuere, es una auténtica maravilla. Su construcción, aunque no lo parezca, es de piedra tallada, de finales del siglo XIV, aunque su policromía es del siglo XVII. Está formada por un arco gótico muy apuntado que forma cinco arquivoltas, todas ellas muy decoradas. Os recomiendo que vengáis aquí también en Navidades, su Belén animado es otra preciosidad.

Lo que más me gusta cuando recibo visitas de amigos extranjeros es que vuelvo a estos lugares tan especiales y cargados de historia que a veces por cercanía los tenemos olvidados. Sobre todo cuando vienen momentos como el de la visita a las bodegas subterráneas de Laguardia. Como muchos ya sabéis, existen dos villas; la que está en el exterior y la que podemos encontrar bajo nuestros pies. Esta villa está plagada de bodegas subterráneas. Todas las que se pueden visitar son muy ilustrativas y bonitas, pero ya que conocía la bodega del Fabulista, fuimos a visitar la de Carlos San Pedro Pérez de Viñaspre.

www.bodegascarlossanpedro.com/es/

Aquí podréis pasar un rato agradable con la familia San Pedro que elabora vinos de modo artesanal desde hace siglos. Su cueva de más de 600 años, que se usa como bodega desde hace más 250 años, es como un túnel del tiempo. Estamos a una profundidad de 8 metros bajo el nivel de sus calles, por lo que aquí encontramos unas condiciones óptimas para la crianza de vino. De hecho, esta cueva es una de las pocas bodegas subterráneas de Laguardia que sigue en uso como bodega.

Bodegas Carlos San Pedro
Durante la cata en la visita guiada por las cuevas subterráneas de las Bodegas Carlos San Pedro

Se encuentra dividida en 4 “calados” construidos a mano, en los cuales están los depósitos, botelleros y la zona de barricas. Como sabéis, en Rioja Alavesa la uva típica es la tempranilla y su elaboración más tradicional es el método de maceración carbónica. Esta técnica es una de las más antiguas. Consiste en echar los racimos enteros de uva tinta en los lagares. Seguro que muchos lo conocéis como «vino cosechero», elaborado para beberlo joven. Desde hace un siglo se utiliza también el método bordelés; consiste en retirar el raspón del racimo antes de comenzar la fermentación. Este método es más apto para la crianza, reservas y grandes reservas. Aquí os dejo el listado de las bodegas de esta zona privilegiada. Más información: http://www.riojalavesa.com

Tras el suelo de cristal se podía ver el lago o lagar de la bodega.

En Rioja Alavesa la mayoría de las producciones son muy artesanales y familiares, lo que hace que su calidad sea una de las más altas de la península. Y eso se nota, tanto para mi paladar como para los de los extranjeros que vienen a visitarnos.

El día dio para mucho y cuando tocó la hora de comer, nos acercamos al restaurante que se encuentra fuera de las murallas, por cierto, las murallas y puertas merecen un capítulo aparte. Con las vistas puestas en la bodega de Ysios del arquitecto Santiago Calatrava, nos deleitamos con cordero, ensalada y cuajada, regado por un vino joven estupendo de la zona. El precio del menú del día, también muy bueno, a Zenia por cierto, ¡le encanto! Como siempre digo, si una persona recorre miles de kilómetros para conocer Rioja Alavesa, qué hacemos los de aquí que no vamos más a menudo a recorrerlo.

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Atardecer desde el Paseo de Collado que se encuentra fuera de las murallas.

 

Huellas renacestista a los pies del Oiz

Me encanta ir en busca de rincones por nuestro territorio. Además de ilustrativo, es divertido y ¡barato!, algo que hoy día no viene nada mal. Hacía muchos años que no iba a Ziortza-Bolibar (Bizkaia). Lo recordaba como un sitio cargado de arte, totalmente rodeado de montaña. ¿Y hay algo mejor que ahondar en nuestra historia mientras hacemos una travesía por nuestros montes? Bizkaia y toda Euskadi es así. Seguramente se deba a que nuestra vida económica, social y cultural se haya desarrollado en las faldas de nuestros verdes montes y escarpadas costas. Esto hace que en cualquier lugar encuentras tesoros como el del Monasterio de Santa María de Zenarruza, que fue antiguamente Colegiata.

Más info: https://turismo.euskadi.eus

Tengo que confesaros que no recordaba que aquí se encontrasen las pocas muestras de arte de la época renacentistas en Euskadi.

Aunque la edificación de este lugar comenzó antes. Cuenta la leyenda que allá por el siglo X, los lugareños vieron cómo un águila cogía una calavera de una tumba que estaba abierta y la dejó caer en el lugar donde hoy se encuentra el templo. Interpretaron aquello como una señal divina y decidieron construir aquí este bonito monumento. La verdad es que al estar tan rodeados de naturaleza, no es tan difícil imaginar la escena. Nosotros tuvimos la suerte de ver un corzo en los alrededores, se encontraba bebiendo agua en uno de los arroyos que rodea al Monasterio. Aquello lo interpretamos también como un mensaje divino, ese tan popular que reza: Al que madruga, Dios le ayuda. 😉

Pero no os dejéis engañar por su naturaleza porque este sitio no ha sido nunca un lugar recóndito. De hecho, ha sido y es una parada internacional. En pocos minutos escuchamos hablar en tres idiomas distintos. Y es que este enclave tiene el honor de ser Camino de Santiago, está dentro de la ruta del Camino del Norte. Se trata de una parada obligatoria en este popular recorrido porque es entre otras cosas Monumento Nacional de Euskadi.

Foto: http://xacopedia.com

 

Este hecho le hace tener en su haber un claustro de estilo plateresco, muy poco habitual por estos lares, por no decir que es el único. Este movimiento artístico es una forma de arte que surgió en la península entre el Gótico tardío y el Renacimiento, a finales del siglo XV, extendiéndose durante los dos siglos siguientes. Este estilo se caracteriza por una decoración rica que cubre las fachadas con elementos vegetales, fantásticos y todo tipo de figuraciones. En este claustro podemos encontrar muchas conchas que nos recuerdan que estamos en plena ruta jacobea.

Foto: http://www.euskadi.eus

Su retablo también es uno de las pocas muestras de este movimiento artístico en Euskadi. Otra joyita del lugar con pinturas y esculturas de la escuela flamenca. Es muy bonito ver como un arte tan ostentoso como el de la época del Renacimiento, se entremezcla con las vigas de madera de estilo rural y arcos medievales de media punta.

En el interior del templo llama mucho la atención su órgano. Resulta que es ¡el más antiguo de Euskadi! Fue construido en 1686, también en estilo plateresco, por Joseph de Eizaga Echebarria, franciscano natural de Eibar, y su discípulo y homónimo José de Echebarria. Echebarria fue clave en la formación del órgano hispano.

Creo que poco más se puede decir de este rincón de Bizkaia, a los pies de Oiz, más que se trata de una visita obligada en nuestra agenda. Os invito a visitar también el pueblo de Ziortza-Bolibar donde está el museo de Simón de Bolívar. Aquí se puede ahondar en la historia de los vascos en Latinoamerica y pasear por sus calles repletas de caseríos y molinos muy bien conservados.

Fuente en el paseo de Ziortza-Bolibar
Una de las calles de Ziortza-Bolibar.
Motivos que nos recuerdan que estamos en plena ruta jacobea.

 

Por la Italia más medieval (Parte III: Siena, una ciudad de la Edad Media)

Se me van acumulando temas y viajes para contaros pero toca seguir con mi ruta por Italia antes de empezar con más andanzas, y es que la Toscana da para tanto que podría estar semanas hablando sobre todos sus rincones. Cuesta concretar, y mucho. La parte más medieval de la Toscana sea quizás para mí la más desconocida. Así que, seguimos,… Después de dejar atrás San Gimignano, al noroeste de la provincia de Siena, nos dirigimos al centro de la región. Para llegar hasta allí atravesamos pequeñas colinas, valles poco profundos, zonas boscosas, campos de viñas y cereal donde aparece de repente algún ciprés despistado.

En el corazón de la provincia se encuentra la capital. Quizás no es la ciudad más importante de La Toscana, Florencia ocupa este venerable lugar, pero desde luego que Siena sí es la ciudad medieval más destacada.

Lo que todo el mundo recuerda cuando llega a esta ciudad y que llama mucho la atención, es su plaza semicircular en cuesta de color anaranjado. Allí se encuentra la Torre de Mangia de origen medieval. Esta torre es altísima y se ve desde muchos puntos. Pertenece al ayuntamiento, alcanza los 88 metros de altura y domina la Piazza del Campo.

En italiano Mangia quiere decir «el que come mucho». Parece ser que al primer guardián de la Torre, Giovanni di Balduccio, le gustaba la buena vida, comía y bebía en abundancia, gastándose todos sus ahorros. Por ello era conocido como mangiaguadani, el “come ahorros”. Era tal la cantidad de dinero que la Torre se “comía” en reparaciones de su reloj y el sistema automático de campanas que tomó el nombre de este personaje tan peculiar.

La plaza además de curiosa, es muy animada. No se me ocurre mejor sitio que este para tomar un rico helado italiano en una tarde de verano. Las gradas que veis a mi espalda son parte de los preparativos para la gran fiesta de este lugar, y diría que de toda Italia. Es el Palio de Siena, una carrera de caballos que enfrenta los distritos de la ciudad y que se remonta a la Edad Media. ¡Qué pena que no la pude ver! La emoción ya se notaba entre sus gentes.

La competición se desarrolla dos veces al año, el 2 de julio en honor a la Virgen de Provenzano y el 16 de agosto en honor de la Asunción de la Virgen. Se desarrolla de la misma manera que se hacía en el medievo. Los trajes, la música, la carrera,… dicen que es como un viaje en el tiempo. Como no tuve la suerte de verlo, ¡tengo excusa para volver a Siena!

 

Me encantan las fuentes de Italia. Y qué importante son en verano. Hay agua potable ¡por todas partes! Tengo que reconocer que la que más me gustó es la de la Fontana di Trevi, en Roma. A la derecha de la impresionante fuente barroca, existe una con un agua muy fresca y rica. El agua de esta de Siena tampoco estaba nada mal pero sin duda lo más espectacular es la escultura que la corona. La más bonita e impresionante de la ciudad, dicen que es la Fuente de Gaia que no pude ver por las gradas de las fiestas. Pero aquí os dejo una foto. Tiene esculturas de Jacopo della Quercia.

Y como en toda Italia, las catedrales son ¡impresionantes! Después de la de Florencia, esta es la que más me impresionó. No sé si era la luz que desprendía, los colores, las esculturas o todo ello en su conjunto, pero sin duda, es una de las más espectaculares de Italia. El conjunto de la catedral y el baptisterio es todo un buenísimo ejemplo de arte gótico italiano. Aquí se cumple con creces eso que se dice de que una imagen vale más que mil palabras.

Lo mejor de estas ciudades tan espectaculares como esta, declarada en el año 1995 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por ser la representación de una ciudad medieval, es perderse por sus calles y monumentos. Y así perdiéndome por sus rincones, encontré cosas tan bonitas como estas.

Espero que hayáis disfrutado del viaje. Como os dije en el pasado post, fue en esta bella ciudad donde me hospedé, en el Hotel Deli Ulivi. Muy buen hotel. Aquí os dejo el enlace de Agroviajeros, afiliada a Booking para más info. http://www.agroviajeros.com/toscana

Por la Italia más medieval (Parte II: Un skyline del siglo XIV)

Aunque el plato fuerte de nuestro camino hacia Siena fuera San Gimignano y su silueta, no podía dejar de hablaros de la pequeña ciudad toscana de Monteriggioni. Pocas veces he visto una ciudad amurallada tan bien conservada como esta, estamos en la provincia de Siena. Fue construida en el siglo XIII y poco se ha transformado desde entonces. El tiempo se detuvo en este pequeño rincón de la Toscana hace más de ochocientos años. Así que lo que veíamos; las murallas, las catorce torres y las casas llevan intactas desde entonces, lo que la convierte en uno de los mejores ejemplos conservados de la Edad Media de toda Italia. ¡Imprescindible e impresionante!

Vista aérea de Monteriggioni.
En el interior de las murallas se encuentran las casas medievales.

Este lugar amurallado además de tener intactas sus edificaciones, también guarda inalterable en su memoria un hecho que marcó profundamente su historia. Tras resistir los ataques de Florencia con éxito, en 1554 fue traicionado por el guardián de la población. Giovannino Zeti había sido desterrado de Florencia, pero los Médici le prometieron poder regresar si antes entregaba las llaves de la ciudad a los florentinos. Cosa que hizo.

Una de las puertas de la gran muralla.

Después de dar cobijo a Zeti tras sus murallas, los monteriggionesis no consiguieron sobrellevar tal tradición que aún perpetúa a fuego en el sentir de este pequeño rincón de la Toscana. Y es que esta ciudad tuvo en la Edad Media un papel muy importante en los conflictos entre Siena y Florencia. A lo largo de los años, los habitantes de esta ciudadela soportaron con éxito los ataques de los poderosos florentinos. Hasta que la “gran traición” consiguió lo que no se pudo lograr por la fuerza.

Cuatro de las catorce torres de la ciudad.
Una de las casas de Monteriggioni.

Y por si nos habíamos quedado con ganas de torres, arribamos a lo que seguro tuvo que ser el New York de la Edad Media. Desde luego que los peregrinos del medievo que llegaban por la Vía Francígena hasta aquí para luego dirigirse hacia Roma se tuvieron que quedar de piedra.

Si yo nunca había visto semejantes edificaciones medievales, me imagino que los peregrinos del siglo XIV ¡mucho menos! San Gimignano tiene un skyline medieval que para sí quisiera New York. 

Si ya impresióna esta silueta, imaginaos como tuvo que ser cuando todas las torres estaban conservadas. Esta pequeña localidad ha logrado mantener quince de las cerca de setenta torres que debió de haber en este lugar. 

Estas impresionantes edificaciones le hacen ser entre otras cosas, uno de los lugares más visitados de la Toscana. Cuando te adentras en este pintoresco pueblo te das cuenta que las torres son alargadas y estrechas, difieren mucho de las nuestras. Y es que además de defensivas tenían otra utilidad, las familias adineradas competían entre sí por ver quien podía construir la torre más alta, ya que simbolizaba más poder y riqueza. 

Entre el s. XII y s. XIV esta villa vivió una época de esplendor económico. Ello se debía a que era lugar de peregrinaje a Roma, los ricos productos del campo como el vino y el aceite hicieron el resto.

La vida transcurre sobre todo en la Piazza Cisterna, muy cerca es donde se encuentra la que dicen es ¡la mejor heladería del mundo! Estando ahí y en pleno julio, merecía la pena detenerse y probarlo.

No se si era el calor, el hambre, que es el mejor helado del mundo o un combinación de todo pero lo cierto es que estaba de morirse de bueno.

En el próximo post la bella ciudad de Siena. Es allí donde nos hospedamos. En el Hotel Deli Ulivi. Muy buen hotel. Aquí os dejo el enlace de Agroviajeros, afiliada a Booking para más info. http://www.agroviajeros.com/toscana

 

Por la Italia más medieval (Parte I: Orvieto)

Aunque la Toscana tenga como capital a la deslumbrante Florencia, cuna del Renacimiento, me quedé sorprendida con lo medieval que son sus pequeños pueblos rodeados de viñas, olivos y sus inconfundibles cipreses.

A los pies del castillo de Castiglione del Lago.

Recorrimos pueblos tan encantadores como Orvieto, Castiglione del Lago, San Gimignano o la impresionante Siena. Cada vez que visitábamos las callejuelas de cada uno de estos rincones pensaba para mi misma; sin duda este es el pueblo más bonito de toda la Toscana. Hasta que llegábamos a otro encantador pueblito y entonces decía, no, ¡sin duda el más increíble es este! Y así durante todo el recorrido que duro varios días. ¡Qué deciros cuando llegamos a Florencia! Estaba incluso más bonita de lo que la recordaba. Lo único que no me agrado de este viaje, fue el poco tiempo que tuve para saborear cada rincón de la antigua Etruria.

Típico paisaje toscano en San Gimignano.

Aquí comienza un recopilatorio de este impresionante viaje. Os confieso que quería contaros en este post todo el recorrido pero lo he tenido que dividir por partes, ya que cada lugar tiene tantas cosas que contar que me ha resultado imposible resumirlo tanto.

Primera parada, Orvieto:

Este pueblito está en la provincia de Umbria, pero muy cerca de la Toscana. Es una parada obligatoria para los que visitan esta región. Nada más llegar te sorprenden unas grandes murallas que se entremezclan con la toba volcánica marrón, es toda una fortaleza natural. De hecho, fue en época antigua una importante ciudad etrusca, ¡no me extraña! Ahí arriba estaban muy bien resguardados. Nada hace pensar que entre estos muros se encuentre todo un pueblo, y menos aún que sea el lugar donde se asienta una impresionante catedral de estilo gótico italiano como esta.

Los que habéis visitado Italia sabéis que en este país cosas así suceden constatemente. De repente asoman obras de arte y edificios tan espectaculares como esta catedral del siglo XIV.

Parece ser que los Papas pasaban aquí largas temporadas, de ahí esta espectacular edificación. Dejamos atrás la Piazza del Duomo para cruzar la avenida principal. Por sus calles se esparcen casas medievales muy bien conservadas, tiendas y pequeños cafés con mucho encanto.

No pude resistir la tentación de tomar un espresso con las vistas puestas en la catedral. Es uno de esos pequeños placeres que me di durante todo el viaje. Pero aunque este pequeño pueblo de no más de veinte mil habitantes sea ya de por si, sorprendentemente bonito, aún nos guarda una sorpresa bajo la manga.

Existen dos Orvietos; el de la superficie y el que se encuentra bajo nuestro pies. Y es que toda la roca de origen volcánico está horadada por más de mil pozos, galerías y cavernas. ¡Si! ¡¡He dicho mil!!,… ¡Increíble!  La llaman la ciudad subterránea. En estas galerias se puede saber más acerca de la vida de los misterioso etruscos. Los historiadores cada vez se sienten más fascinados por la cultura, ingeniería e historia de este pueblo del que los romanos aprendieron tanto. En las galerías se pueden ver pinturas y obras de este pueblo, la parte más antigua del Pozzo della Cava es creación de ellos. También obras de ingeniería que parecen la verdad, cosa de un ingeniero del siglo XXI.

Es impresionante también el pozo de San Patricio que servía como reserva de agua en caso de un asedio medieval. El Papa Clemente VII ordenó su construcción después de escapar del ataque a Roma y refugiarse en Orvieto.

Algunas de las galerías se han utilizado como bodega, ya que estamos en tierra de vinos. Su relación con los caldos se remonta al periodo etrusco. Ellos llamaban a Orvieto, Oinarea que creen que significa “la ciudad donde corre el vino”. Se cuenta que Luca Signorelli, en el contrato firmado para realizar los frescos de la Capilla San Brizio, pidió 1.000 litros de vino al año para él y para sus ayundantes.

Las murallas, las galerías y las callejuelas empedradas hicieron que me entraran ganas de volver a Laguardia. Se parecen muchísimo. La verdad que nuestro rincón de Rioja Alavesa poco tiene que envidiar a Orvieto. Viajando te das cuenta de que nuestro pequeño rincón en el mundo es también otra maravilla.

En este lugar es también donde el controvertido exciclista guipuzcoano, Aitor González, gano la octava etapa del Giro de Italia, allá por el año 2002.

En el próximo post, más paradas de este viaje tan bonito por la Italia más medieval.

 

Bóboli, un jardín por amor

Este verano he tenido la suerte de recorrer algunos de los lugares más bonitos de Italia y diría que de Europa, con permiso de nuestra preciosa Euskadi. Cuantos más rincones del mundo conozco, más pienso que la belleza, el arte y la cultura están casi siempre estrechamente relacionadas con la naturaleza. Y es que la buena vida no se entiende sin estar en contacto con la tierra, ¿verdad? Eso mismo debieron de pensar los Médici, la familia más famosa del Renacimiento, cuando trasladaron su hogar al flamante Palacio de los Pitti, situado junto a los bonitos jardines de Bóboli. Este parque fue el resultado del amor de Cósimo I de Médici por su esposa Eleonora.

Jardín de Bóboli, dentro del Palazzo Pitti de Florencia.

Esta impresionante edificación se encuentra en la capital de La Toscana, en Florencia, junto a la ribera sur del río Arno, muy cerca del emblemático Ponte Vecchio. El palacio fue levantado por Luca Pitti, ostentoso banquero florentino que falleció en 1472, sin ver terminada su gran obra. Sus descendientes habitaron aquí hasta que en 1549 el declive de la fortuna familiar obligó a Buonaccorso Pitti a venderlo a la gran duquesa de Toscana, esposa de Cosme I de Médici y así paso a ser la residencia habitual de la influyente, poderosa y más famosa familia del Renacimiento, los Médici. Ellos fueros los mecenas de artistas y científicos como Leonardo Da Vinci. Hoy en día es un museo increíble donde puedes ver colecciones de arte e incluso cosas curiosas como el fastuoso cuarto de baño de Napoleón I. Y es que este lugar también sirvió de residencia por un corto período de tiempo al militar francés.

«El joven Michelango» escultura de Emilio Zocchi 1862. El trono del Gran Duque de Toscana y el baño de Napoleón I.

Detrás del gran Palacio como escondido para los florentinos, se encuentran estos grandes jardines con sus espléndidos 45.000 metros cuadrados. Es la zona verde más grande de la capital toscana.

Foto: turismotoscana.es
El pequeño lago situado en una de las terrazas del jardín.

Antes de habitar aquí, la familia Médici tenía su residencia en el centro de Florencia. La vida capitalina no les acababa de convencer del todo, echaban de menos el campo y la naturaleza. Es cuando ellos compran este gran palacio que comienza la historia de este bonito parque.

Eleonora Álvarez de Toledo, aristócrata española y duquesa consorte de Florencia.

Cósimo I de Médici tuvo fama de tirano pero también fue conocido por el amor que le profesaba a su esposa Eleonora. Además de ser esposa y madre de sus once hijos, disfrutaba de privilegios que no estaban dispuestos para las otras consortes de políticos, como participar en política y en cuestiones de gobierno. Fue esta admiración hacia su mujer lo que le hizo construir estos jardines, dando indicaciones precisas: tenía que ser un parque cuya belleza estuviera a la altura de la hermosura de su esposa. En sus inicios abarcaba sólo una parte, fue en el siglo XVII cuando se extendió hasta el suroeste.

Frente al Museo de Porcelana, en una de las zonas más altas del jardín.

No se si estará o no a la altura de la belleza de Eleonora, pero lo que sí es cierto es que este parque cautiva. No es el típico jardín repleto de flores, más bien son arboles y arbustos lo que podemos encontrar a nuestro paso pero eso no le resta belleza al lugar. Paseando por el parque es fácil imaginar por qué decidieron levantar aquí este bello jardín. La senda del parque sube hasta una pequeña colina, y es que antiguamente se trataba de una cantera.  Por el trayecto nos encontramos con encinas, cipreses mediterráneos y los olores del pequeño boj, en estas latitudes su aroma es incluso más intenso.

También nos topamos con grutas, fuentes, pérgolas y decenas de estatuas de mármol. El arquitecto florentino Raffaello fue el responsable del diseño de los jardines en 1549. Pero murió al poco tiempo, por lo que las obras tuvieron que suspenderse. Se reiniciaron alrededor de 1558, a cargo del arquitecto y escultor florentino Bartolomeo Ammannati.

En los patios italianos y también en este jardín no solo se paseaba y se tomaba el sol, también se representaban obras de teatro y conciertos. A escasos metros del palacio está el anfiteatro. En su centro se encuentra este curioso obelisco, es egipcio, fue traído desde la Villa Médici en Roma.

No pude parar de fotografiar el pequeño jardín de rosas que se encuentra enfrente del Museo de Porcelana. Difícil elegir entre sus piezas de cerámica y estas bonitas flores.

Si venís a La Toscana no os olvidéis de visitar este pulmón de la capital. ¡Merece la pena!

Billetes, sitio oficial: https://webshop.b-ticket.com/webshop/webticket/eventlist?tokenName=CSRFTOKEN

Precio: 13 €

Horario: 8:15–18:30

Dirección: Piazza Pitti, 1, 50125 Firenze FI, Italia