Donna o el inmenso poder de la insignificancia

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Tan rápida y tan lejos como el viento, tan inadvertida como el aire, pero tan fuerte en su presencia como un huracán. Porque ella no estaba hecha para las distancias cortas, sino para la inmensidad, donde no hubiera limites, ni barreras. Ahora estará en el más inconmensurable de los espacios.

Afortunados somos aquellos, que sin haberlo decidido, encontramos en nuestro camino seres que perciben el mundo y la vida de una forma absolutamente diferente a la nuestra. Donna, en poco tiempo se convirtió en maestra, para mostrarme que la sabiduría puede alcanzarse desde la más absoluta insignificancia. Siempre digna, pero nunca altiva (creo que no la oí ladrar  más de media docena de veces). Normalmente esquiva, que no huraña. Necesitada del reconocimiento, como todos, pero no desde el protagonismo. Sino como actriz de reparto, en el teatro de la vida, integrada y cómoda en pequeños grupos, como una familia, en su pequeño papel de perra. Dichoso papel de perra, galga española, en un mundo de vascos, que afortunadamente no conocían el “arte” de perseguir, acosar y matar a los conejos. Aunque desde dentro sí sentía palpitaciones cuando se tropezaba con el rastro de algún zorro, corzo o jabalí, en sus paseos por el Gorbea. Inevitable, sangre de su sangre, generación tras generación, pues no somos solo fruto de nuestro contexto, sino también del marcaje imborrable del ADN.

Pero no me toca a mí hablar de ella. Quería solo transmitir lo aprendido, como lo he hecho con su ayuda tantas veces en este blog.

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Porque la transcendencia parte del prisma egocéntrico del ser humano, siempre a resultas de su inmaduro miedo a no ser nadie, a no ser nada.

Me enseñó que en el silencio de los gestos, en la inacción de los actos, e incluso en la invisibilidad de la presencia, en ocasiones creo que lo anhelaba, podemos atraer e incluso seducir a los que nos aman. Perdemos el tiempo obcecándonos en tratar de convencer con palabras, con hechos, cuando el prejuicio es el valor de mayor peso.

Y no hay mayor fortuna que el compartir la vida, poco o mucho, de forma intensa, y sí, merece la pena celebrarlo.

En mi recuerdo, Donna representa el inmenso poder de la insignificancia, o lo que es lo mismo, la insoportable levedad del ser.

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Oroimenez

 

IAS