1996: CÓMO NEGOCIAMOS LA PRIMERA INVESTIDURA DE AZNAR HACE 20 AÑOS (5).

Domingo 8 de febrero de 2016

NEGOCIACIÓN EN MAJADAHONDA

Hotel MajadahondaEl miércoles 10 inicié el día con un desayuno en la rotonda del hotel Palace con el director de Europa Press, Jesús González Mateo. Quería saber el feeling de la negociación y si estábamos dispuestos de verdad a pactar con el PP. Le dije que ésa era la intención si el acuerdo valía la pena. Jesús me comentó que Romay Beccaría le había dicho a Fraga que deseaba ir a Madrid de ministro, como así fue. Esto trastocaba los planes del hijo de don Torcuato, Enrique Fernández Miranda, que quería el Ministerio de Sanidad. De ahí que Aznar le propusiera a éste que eligiera o la Mesa del Congreso o ser Secretario de Estado. Eligió la Mesa. Me comentó también que Fraga quería sacar a Cuiña de circulación y que Pujol quería la neutralidad del PSOE en la negociación. Al salir me encontré con el diputado castellano Fernández Moltó. Me dijo que quería recibir a Arzalluz en Toledo.

Pero la negociación no sólo iba renqueando con los vascos sino también con los canarios y con los catalanes. José Carlos Mauricio me decía ese día que tenían problemas y que si las cosas seguían así no firmarían ningún acuerdo con el PP. Se les había ocurrido presentarles un documento de 47 folios y, en el PP, les habían dicho que si eso hacían, los vascos iban a presentarles uno de cien y que eso no podía ser. Molins, el portavoz de CiU, por su parte, también me dijo que las cosas no les iban bien. Sabían que las fechas iban cayendo pero para ellos la negociación no avanzaba porque hasta entonces los planteamientos que les hacían eran miserables. Del Inem y de las políticas activas de empleo, nada. Del Forcem, menos. Lo mismo que en lo relativo a Puertos, Tráfico, delegación de funciones, autopistas a pagar y el IVA. Nada. Todo iba mal.

Los socialistas, por su parte, seguían muy atentos la negociación o como aquello pudiera llamarse. Alfredo Pérez Rubalcaba me mantenía en un continuo mareaje. Ese día me volvió a llamar de forma melosa: “Ya no llamas. Ya no nos quieres. ¿Cómo va lo del Cupo?” Le dije que teníamos que llegar hasta el fondo para esclarecer lo del GAL. Casi se desmaya. “No vamos de peseteros”, le dije. Alfredo, por su parte, me aseguró que tenían por criterio no meterse con futuros aliados. “Nunca hemos hablado mal de Arzalluz, ni de ti; al contrario, ayer tuvimos una cena y nos la hemos pasado hablando de vosotros”. Y para redondear el incensario me pidió el documento de Coalición Canaria.

Otro socialista que me llamó fue Juan Alberto Belloch. Pero para una cosa tan rupestre como para saber cuándo sería la Investidura porque se quería ir de vacaciones. Aproveché la llamada para hablarle de los refugiados en Venezuela ya que el embajador de este país en Madrid estaba interesado en dicho asunto.

Ese miércoles llegaron a Madrid, Ibarretxe, Egibar y Olabarría. Nos fuimos a comer a la terraza del Currito. A Olabarria le dije que ya tenía el visto bueno de los socialistas para que fuera miembro del Consejo General del Poder Judicial. Ibarretxe, con su habitual frugalidad, pidió una ensalada y un filetito. “¿Cómo puedes negociar bien con semejante menú?”, le dijimos.

Por la tarde tuvimos una reunión negociadora en el hotel Majadahonda. Por parte del PP aparecieron Rato, Rajoy, Mayor Oreja, Montero y Salmones. Por el PNV estuvimos Ibarretxe, Egibar, Ollora, Olabarría y yo. Aquélla fue una reunión más. Sin concreción alguna. Solo generalidades. Y eso que fueron cuatro horas de sentada. Era día de partido de fútbol. Rajoy, cada cierto tiempo se levantaba y se iba con su puro a ver el partido, lo que nos indicaba que aquélla era una reunión de trámite. No se habían leído los papeles que habían estado dando vueltas. Y no había manera de concretar nada en lo singular. Sólo en lo genérico. Bien es verdad que hablamos de política e incluso avanzamos en lo que requeríamos para apoyar un pacto de legislatura, en un pacto de estabilidad parlamentaria o un pacto de gobierno. Pero todo se remitía a una reunión entre Arzalluz y Aznar. Lo único que nos dijeron con claridad era que nos olvidáramos de la transferencia de la Seguridad Social. Los sindicatos se oponían frontalmente. Rajoy se fumó un puro por hora. Rato tenía la mirada perdida. Montoro estuvo silente. Mayor Oreja era el más interesado en llegar a acuerdos. Pero allí no había ninguna apuesta por la singularidad del Estatuto vasco. Y de ese hecho crecía nuestra duda. A medida que pasaba el tiempo tenían una mayor presión mediática. Y fáctica. A más de uno, el pacto con los nacionalistas, le parecía algo demoníaco. Y eso hacía que el PP no se atreviera a asumirlo totalmente. Pesaba en ellos el qué dirán. La famosa “venta de España” les martilleaba. Y sin embargo querían que estuviéramos en la foto final. Pero nosotros, a piñón fijo: “El Estatuto, pero todo el Estatuto. Con su singularidad, con sus especificidades”. Pero eso no les gustaba. Les gustaba la palabra “estatuto” pero no lo que contenía. Decían que les abría el melón. Aquella semana se había producido una reunión entre Suárez, González y Aznar. ¿Hablarían del Estatuto vasco?

Volvimos a Euzkadi con la moral por los suelos. Paramos en Segovia en el restaurante de Ismael, un antiguo amigo de Modesto Fraile. Analizamos lo vivido y concluimos que no se habían leído los papeles y eso que se los habíamos enviado dos veces, y que en la reunión lo único que habían hecho era improvisar.

Al día siguiente hablé con Arzalluz en su despacho y le resumí la discusión de las cuatro horas. Le dije que el PP prefería no perturbar a los sindicatos que apostar en serio por nosotros. “Pues que los apoyen los sindicatos”, me contestó.

Estaba analizando qué hacer cuando llamó Aznar. Arzalluz en ese momento estaba hablando con el alcalde de Amorebieta y, en el ínterin, atendí al presidente del PP. Me volvió a decir que lo del Aberri Eguna había ido muy bien. Le dije que me gustaba oírle decir eso pues también lo habíamos celebrado en Iparralde. Me contestó que esa semana habían tenido en La Moncloa una reunión secreta entre González, Suárez y él, que luego se había hecho pública, y que Felipe González le preguntó sobre lo que nos había dado ya que había sido el Aberri Eguna más tranquilo de los últimos quince años. Le comenté que la reunión de la víspera no había ido bien. Amablemente me contestó que tenían sus limitaciones y que comprendía que estuviéramos escarmentados de la relación con los socialistas pero que él no era igual. Posteriormente habló con Arzalluz y quedaron en verse para desatascar la negociación.

Llamé a Molins. Le conté nuestra última reunión negociadora. Ellos se encontraban de forma parecida. Me dijo que se llevaba bien con Josep Antoni Duran, de nuestro partido amigo. Y me llamó Benegas. Estaba preocupado por la salida profesional de la gente de TVE. Muy enfático me dijo que ya era hora de que de una vez se abordaran los dos hechos diferenciales de verdad, el catalán y el vasco. “A los demás, una cierta compensación porque de lo contrario no habría posibilidad de arreglo alguno”. Me dijo que el problema del PP era que tenía una gran inexperiencia.

Comenzaba a cundir una cierta inquietud en los cuarteles del PP. Al día siguiente me llamó Mayor Oreja. Se le notaba preocupado. Me comentó que la negociación con los canarios iba muy mal y que Rodrigo Rato estaba también preocupado con la negociación con los catalanes y que él me aseguraba que Aznar quería un acuerdo con el PNV. “Tenemos que seguir hablando y seguir manteniéndonos en contacto. Sé que José María ha hablado con Xabier y eso es clave. De hecho podemos decir que va a haber acuerdo en lo del Concierto y lo podemos presentar como apuesta. Hay zonas en que el acuerdo es difícil pero yo te digo que la sociedad vasca quiere ese acuerdo. Tenemos voluntad de hablar y de pactar y quizá lo que tenemos que hacer es estudiar cómo lo vendemos a nuestras respectivas opiniones porque tenemos que estar en ese acuerdo como vascos”. Le dije que todo eso me parecía muy bien y que la prueba era que nosotros estábamos a tope, pero veíamos que a las reuniones no iban con papeles estudiados y que todo eran evasiones ya que parecía que tenían miedo a los funcionarios.

VISITA CANARIA

El viernes 12 de abril se produjo la tan solicitada reunión de Coalición Canaria con el PNV. Vinieron a Bilbao, Victoriano Ríos y José Carlos Mauricio. Los atendimos Arzalluz y yo con una buena comida en Sabin Etxea. Coalición Canaria había tenido que unir islas y partidos y aquella coalición les había dado nada menos que cuatro diputados que querían hacer valer. Mauricio nos decía y repetía que si sumábamos sus cuatro diputados con los cinco nuestros teníamos una plataforma negociadora tan importante como la de los catalanes de CiU. De hecho nosotros habíamos propiciado que tuvieran grupo parlamentario, mientras Garaikoetxea nos acusaba de propiciar la “España Una, Grande y Libre”.

Nosotros repetíamos en aquel momento que sólo los catalanes no eran suficientes. Si por lo que fuera se nos cruzaban los cables y los canarios y los del PNV nos íbamos con el PSOE e IU le hacíamos a Aznar un hijo de madera y eso había que saber negociarlo. Por otra parte, el PNV estaba con CC en el Parlamento Europeo en una plataforma denominada Coalición Nacionalista. Es decir, había experiencia de trabajo conjunto.

Mauricio nos comentó en la comida que uno de los negociadores del PP le había dicho que lo que proponíamos en la negociación los del PNV con relación al Estatuto de Gernika era lógico y justo porque eso era lo que decía el Estatuto y por tanto teníamos razón pero que eso no era el meollo del asunto sino el que los negociadores de UCD en 1979 y Suárez estuvieron locos al haber aprobado semejante texto estatutario que era demasiado bueno para los vascos y malo para España.

Y no sabemos si por aquel viaje canario a Bilbao o porque las fechas comenzaban a caer, el caso es que después de tantas carantoñas por parte de Mauricio, el 14 de abril, aniversario de la República, se anunciaba el acuerdo entre CC y el PP. Comenzamos a desasosegarnos.

El 15 de abril fue el funeral del antiguo portavoz en el Senado del PNV, Carmelo Renobales. Hombre muy respetado y de una pieza, su fallecimiento fue muy sentido. En el funeral, Arzalluz me dijo que Mayor Oreja me buscaba. Al llegar a casa tenía su llamada. Querían saber si al día siguiente Arzalluz podía entrevistarse con Aznar en Madrid. Hice la gestión. Arzalluz me dijo que preferiría que la solicitada reunión se produjera después de otro encuentro negociador para ir con conocimiento de causa sobre los puntos de discrepancia. Llamé a Mayor Oreja y le dije que el lunes, tras la reunión del Euzkadi Buru Batzar, se lo confirmaría.

Sin embargo estaban realmente urgidos y por fin concertamos la comida que se produjo el 16 y a la que acudieron Ibarretxe y Arzalluz por parte del PNV y Aznar y Mayor Oreja por el PP.

En la reunión del EBB, el lehendakari Ardanza comentó que le había llamado Mayor Oreja diciéndole que el PP quería que entráramos en el gobierno. A raíz de este comentario se produjo una reflexión sobre lo que había que hacer. Yo tomé postura en el sentido de decir sí a la Investidura y luego tener libertad de movimientos. Pero en ese momento aquella Mesa no se fiaba nada del PP y quería un acuerdo concreto. Ardanza era partidario de la abstención y que la entrevista de Arzalluz e Ibarretxe con Aznar nos ilustrara sobre las verdaderas intenciones del PP. El PP tenía casi el acuerdo de Investidura con CiU y ya con CC y nuestro margen de presión se había reducido al tener Aznar asegurada la legislatura aunque nuestros votos eran necesarios para aprobar leyes orgánicas y para no incomodar a una CiU que nos quería en el acuerdo como fuera con objeto de cubrir su flanco nacionalista.

1996: CÓMO NEGOCIAMOS LA PRIMERA INVESTIDURA DE AZNAR HACE 20 AÑOS (4).

Sábado 6 de febrero de 2016                        

SEMANA TÉCNICA Y CON EL REY JUAN CARLOS

Pacto MagesticLa semana que comenzaba el lunes 1 de abril de 1996 fue fundamentalmente técnica si bien todo parecía comenzar de nuevo preguntándonos nosotros cómo el PP, si es que pensaba en una segura victoria, no hubiera hecho nada anteriormente pensado para haber ido preparando el terreno en toda una panoplia de asuntos, desde la fiscalidad hasta el desarrollo estatutario. Lo peor era que incluso decían que iba a contar con los nacionalismos y sin embargo les veíamos en todo absolutamente verdes. Sólo podía tener como explicación el hecho de que pensaran que obtendrían mayoría absoluta y no se preocuparon de nada más.

El caso es que aquel fin de semana había sido noticia que Arzalluz había ido a la localidad de Elgeta para hablar a los jóvenes. Les comentó sobre una negociación en la que sólo había “cero patatero”. Asimismo había sido noticia el hecho de que el PSOE nos había prestado senadores para poder formar Grupo Parlamentario y que Jordi Pujol, de forma secreta, se había reunido con Aznar por espacio de casi cinco horas.

Aquel lunes 1 se reunió, como todos los lunes, la ejecutiva del PNV a la que asistió el vicelehendakari Ibarretxe, quien dio cuenta tic las reuniones que había tenido su viceconsejero con Juan Costa para hablar de fiscalidad. Ibarretxe informó de que las reuniones habían ido sorprendentemente bien. Veníamos de la dureza socialista y aquello sonaba francamente bien. Por su parte, el lehendakari Ardanza informó de que había hablado dos veces con Jaime Mayor Oreja, quien le había comentado que estaban encantados con las reuniones y que las cosas iban mejor que con CiU. Por parte del PP, le dijo, tenían ganas de llegar a un acuerdo como fuera.

Esa noche los negociadores tuvimos una reunión con representantes de la Asamblea Nacional del PNV. Queríamos que estuvieran puntualmente informados. Era clave.

Al día siguiente, martes 2, le envié a Rodrigo Rato la documentación que me había hecho llegar Ibarretxe. Con el fin de anunciarle dicho envío hablé con Rato, quien me dijo que era muy importante que Arzalluz se entrevistara con Aznar ya que éste quería hacerlo cuanto antes.

Rodrigo me comentó que era preciso que trabajásemos aquella semana en reuniones técnicas y que teníamos que convocar una con temas referidos al área social, formación y políticas activas de empleo. Aproveché para pedirle una entrevista para Deia. Este periódico quería hacérsela y a nosotros nos convenía para que fuera informando y valorando la posibilidad de un pacto hasta hacía tan poco tiempo imposible. Él me reprochó “el cero patatero” de Arzalluz en Elgeta. “¿Y no es verdad?”, le contesté. Arzalluz por su parte me dijo que estaría con Aznar aquel jueves.

Ese día mantuve un careo amable e interesante en la radio con el diputado Josep López de Lerma de CiU pues ellos andaban en lo mismo. Esa misma noche volvimos a dar cuenta en la Asamblea de Bizkaia sobre los pormenores de la negociación.

A Rato le habíamos enviado toda una serie de documentación auxiliar que me había solicitado. Tuve tiempo de hablar con el portavoz de CiU, Joaquim Molins, quien me contó que la víspera se había reunido con el PP en clave de comisión negociadora y que aquello no lo sabía nadie. Me comentó que pedían la presidencia de dos comisiones, una para el diputado de Unió, Sánchez Llibre. Creía que la negociación iba muy lenta y que de momento ellos seguían diciendo que no. Esa misma impresión la tenía Aznar, con quien Arzalluz había hablado aquel día, y como aquella semana era Semana Santa le dijo que hiciera penitencia. Hablé con Jorge Fernández, el hombre de confianza de Rajoy, y quedamos en vernos el lunes siguiente en el edificio de Grupos de Madrid.

Aquel tipo de negociación se basaba en algo que dijo en La Vanguardia una persona tan poco nacionalista como García de Cortázar: “El café para todos fue un error y se pagará caro. Estaba claro cuáles eran los nacionalismos históricos, y se inventaron, en cambio, autonomías con criterio compensatorio y luego se trató de crear conciencias regionalistas donde no existían. Eso se pagará”. De hecho, por ahí andaban unos con otros con la lupa puesta, como Fraga que hablaba de Galicia y del Senado, o Paco Vázquez que decía que no se mordería la lengua y que formaría un frente común con Andalucía y Extremadura, en contra de las exigencias del nacionalismo insolidario. No habían dicho nada en trece años y ante la fuerza ascendente del nacionalista Beiras, comenzaban ya sus guerras santas.

Y es que, a pesar de haber estado mucha gente callada, la procesión iba por dentro. El propio Alfonso Guerra, en su revista Temas para el Debate, retomó en el editorial de su último número uno de los asuntos de discusión más relevantes del último comité fede­ral del PSOE, el relativo al peligro, para ellos, de que CiU, una for­mación de carácter nacionalista, que sólo actúa en Cataluña, se consolide como partido bisagra.

CON EL REY

He comentado que aquella primera semana de abril fue Semana Santa y por tanto sin apenas actividad política. Así como que el lunes había hablado con Rato, quien me había solicitado los anexos a los documentos. Una semana después me llamó Jaime Mayor Oreja para decirme que no habían recibido nada y que le comentase algo sobre las empresas públicas. Indagué y aquellos documentos estaban en la sede del PP de la calle Génova, 13. Hablé con Ibarretxe y le volvimos a mandar a Oreja los dichosos papeles.

Aquella Semana Santa no produjo información política salvo la fotografía de Aznar, Rato y Pedro J. Ramírez en un balcón de Carabaña viendo una procesión y, sin embargo, el Aberri Eguna había tenido su carga política simbólica pues lo habíamos celebrado en San Juan de Luz (Iparralde). Curiosamente todos alabaron la moderación y contención del PNV. Estábamos en una onda en que todo lo que hacíamos les parecía bien. San Juan de Luz, La Puebla de Labarca y Bilbao fueron escenarios de mítines y actos reivindicativos pespunteados por un documento redactado por Arzalluz; con el título de “Construir Euskadi”. Era un manifiesto argumentado, posibilista, equilibrado y con una clara reafirmación de principios.

Aquel trabajo fue tildado por HB de “auténtico panfleto, patética cadena de despropósitos resultado de una parranda”. EA, por su parte, era partidaria de una mayor cooperación con el PNV en “temas de interés nacional”. Lo escribían dos días después de votarnos en blanco para que hubiera un nacionalista en la Mesa del Congreso.

A Egibar quisieron presentarlo en clave folclórica a causa de haber ido a San Juan de Luz cuando, si el año anterior hubiera hecho lo mismo, la denominada “Brunete Mediática” hubiera dado cuenta de él pero, tanto el Rey, como el portavoz del PP, Aznar y González estaban extrañados de aquel Aberri Eguna sin haber valorado que lo hacíamos asimismo en Iparralde. Pero vuelvo a decir que estábamos en la onda de los buenos chicos y eran momentos, al parecer, de reírnos las gracias.

A pesar de que el 9 de abril en Euskadi era festivo me tocó ir en coche a Madrid ya que al día siguiente debía estar en La Zarzuela con el Rey. Pero ese día había también una interesante reunión negociadora. Era técnica y tenía por móvil hablar sobre asuntos sociales. Por el PNV fueron Olabarría, Balza y Legarda, y por el PP, Juan Carlos Aparicio, Marino Molina y J. Fernández.

Esa mañana nos reunimos en el Congreso y en la sala “Lázaro Dou” los distintos grupos parlamentarios con el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Carlos Westendorp. Pablo Castellano, de IU, le dio un corte al ministro que lo dejó mudo. Le dijo que no representaba nada ni a nadie. Curiosamente todos aquellos diputados hablaban asimismo bien del Aberri Eguna y de las declaraciones e intervenciones de unos y otros. Pensé lo fácil que debe ser, si hay un acuerdo, cambiar el clima de la opinión pública.

De allí fui a La Zarzuela. Había decenas de periodistas en la puerta. Un motorista nos guió por una carretera que ya conocíamos. En la antesala hablé con Fluxá de la situación de Euzkadi, de los viajes del Rey, de Idígoras…

En eso vino un militar que me acompañó al despacho del Rey. Me llamó la atención que entre otros periódicos estaba a la vista el ABC. Saludé al Rey, que me dijo que había estado muy bien el Aberri Eguna, y la intervención de Xabier Arzalluz. Le contesté extrañado y le dije que como todos los años. Se mostró satisfecho de los resultados electorales y de que el PP tuviera que pactar. Y como eran noticia las agrias declaraciones de Pujol, me hizo gracia el comentario de que no había podido oírlas muy bien porque su hija no le había dejado ver bien la tele, pero que en principio no habían sido muy afortunadas, sobre todo en lo referente a la soledad del poder. A Felipe González le había preguntado si el apoyo de CiU le había costado mucho en la legislatura que terminaba y Felipe le había comentado que menos de lo que se pensaba. “Es que Pujol, si no se tiene mayoría, siempre, siempre, tendrá al que gobierna en Madrid por el cuello aunque no lo ahogue –comentó-. Vosotros tenéis un estilo distinto. Vais al grano y no se os saca del piñón fijo”.

Hablamos de la situación vasca. Le comenté que evolucionaba bien y que estábamos dispuestos a hacer política en Madrid y que la negociación avanzaba lentamente. Quizá aquello era debido a que antes negociábamos con funcionarios de colmillo retorcido y con experiencia y en ese momento, con el PP, con políticos casi inéditos. Le gustó el símil y me dijo que Aznar era hombre serio y que su mujer tenía marcha y la impresión de que lo harían bien.

Le tenía aprecio a González, de quien dijo que era un andaluz muy saleroso pero que también creía que vendría bien el cambio de partido en el gobierno. Me repitió varias veces que fuéramos a verle más a menudo y me dijo que quería estar con Arzalluz. El lehendakari Ardanza había hablado con Almansa. Creía que detrás de esa llamada seguramente estaría Arzalluz. “Pues no”, le dije. Sabía que Aznar le había obsequiado vino y que él también. Se levantó y me enseñó la makilla que le había regalado Unidad Alavesa. Me contó que al día siguiente tenía que ir a la final de la Copa en Zaragoza entre el Atlético de Madrid y el Barcelona y que allí estaría Jesús Gil. Y hablando de todo me preguntó por qué en Inglaterra no había vacas locas. “Muy sencillo. Porque allí no hay corridas de toros”, y se rió de buena gana. Me quedé bastante perplejo.

Hablamos de nuestra negociación y me dijo algo tan sorprendente como que no era ningún disparate la transferencia de la Seguridad Social. “Si está en el Estatuto, ¿por qué no?” Le había dicho a Felipe González que no había estado bien que no le hubiera dado la mano a Federico Trillo para felicitarle. González le contestó que ya había mandado un telegrama. Le había preguntado asimismo si haría posible que el PP gobernara y que Felipe le había dicho que lógicamente, no en la Investidura, pero que si tenía dificultad con los presupuestos le apoyarían porque él quería que la legislatura se agotara. Sin embargo, González había dicho lo contrario en Linares y el Rey le había llamado para decirle que le había dejado “con el culo al aire”. El portavoz de Coalición Canaria le había dado buena impresión.

Y volvimos a hablar de Euzkadi. Le recordé cómo hacía tres años, en el mismo sitio, había estado Jon Idígoras, que se había puesto la corbata en el estacionamiento y le pregunté si no prefería eso que tenerlos perseguidos o que no fueran allí. Me dijo que por supuesto le gustaba más que fueran a verle y que hicieran política. Le había dicho a José Carlos Mauricio que no se encasquillara con Martín Villa por lo de Cubillo y que él era partidario de hablar más. “Pues mire, ésta es la cuarta vez que yo vengo donde usted y usted no llama nunca”, le argumenté. Me salió diciendo que en breve iría a Euzkadi para ver el Puerto Deportivo cuya maqueta había visto en Barcelona, luego el Guggenheim, para después dormir en el palacio Artaza y ver Gamesa. Comentó que no veraneaba en Donosti por razones de seguridad. “La misma que en Mallorca y allí tuvo usted un intento de atentado”, le dije. Y seguimos hablando de la negociación y de sus nudos más fuertes. Estuvimos unos cincuenta minutos. Le vi cómodo. Yo también lo estuve pues se mostró afectuoso. Para terminar me dijo que me había oído en la radio que el PNV no sabía todavía qué íbamos a hacer en la investidura pero que él me llamaba allí para ver a quién encargaba formar gobierno.

Al salir comenté sólo este apartado a los periodistas diciendo que con una patata no se puede hacer una tortilla.

REUNIÓN NEGOCIADORA Y ENTREVISTA CON AZNAR

Mientras esto ocurría, los sindicatos UGT y CC. OO, estaban a la expectativa y con la mosca detrás de la oreja entorpeciendo la negociación. Comenzaron a presionar y a amenazar. Los socialistas por su parte comenzaban a decir cosas fuertes. Chaves, Serra, Borrell y Paco Vázquez cultivaban el agravio comparativo, el nuevo eufemismo de la envidia, mientras hablaban de que había que poner en marcha iniciativas para contrarrestar la voracidad nacionalista. Había pasado un mes y las cosas comenzaban a moverse y estropearse.

Ese día 9 de abril se había reunido la Mesa del Congreso. Acordaron aceptar la formación del grupo canario con apoyo de UPN. El PSOE se opuso. No sabíamos si lo que deseaban era que en el futuro no resucitaran los grupos territoriales catalán y vasco del PSOE. El caso es que tras muchos años de protagonismo del PNV y CiU, aparecía un nuevo grupo, el canario.

Como he informado, ese día había habido una reunión técnica de negociación sobre temas sociales. Tanto Legarda como Balza y Olabarría, con quienes almorcé en el Cenador del Prado, venían bien impresionados.

Me llamó Almunia. Quería saber cómo iba la negociación. Me dijo que el PSOE estaba tranquilo y que Guerra también porque si hubiera sido otro el resultado hubieran enredado. Me dijo que iba a mandar a los ministros a provincias y que no deseaban que par­lamentariamente llevaran los mismos asuntos con los que habían trabajado oficialmente. Al único que le había preguntado qué quería hacer era a Pérez Rubalcaba. Pasamos a hablar de cosas propias de los grupos parlamentarios: ubicación, despachos, presidencias de comisiones, etc. Se lamentaba de haber detenido el desarrollo de la relación ya que en 1993 se volcaron en el Pacto Social y luego Saavedra al fijarlo en el 15 por ciento lo fastidió y no tuvo capacidad para imponer nada y a Joan Lerma le faltó tiempo. Borrell y Griñán no pudieron hacer nada.

1996: CÓMO NEGOCIAMOS LA PRIMERA INVESTIDURA DE AZNAR HACE 20 AÑOS (3).

Viernes 5 de febrero de 2016

COMIDA CON AZNAR

Negociación 1996El miércoles 20 los diputados del PNV nos fuimos a Madrid a entregar las credenciales en el Congreso.

Había muchos periodistas. Abríamos la puerta del ascensor en el palacio, y allí había periodistas. Abríamos el ascensor del edificio de grupos y allí había periodistas. Y todos preguntando lo mismo. “¿Qué van a hacer ustedes?” “¿Cuándo se reúnen con Rato?” “¿Cuándo Arzalluz con Aznar?» “¿Qué les parece el documento del PP?” Ese día había aparecido en Deia el documento del PP completo. Todas las radios se hicieron eco de él. Y tras rellenar papeles y más papeles en el despacho de Olabarría, que había sido el secretario cuarto de la Mesa del Congreso, los entregamos en el lugar donde iban todos los diputados a entregarlos. Yo hacía el número 188 de los 350.

De allí nos fuimos al despacho de Rato. Más periodistas. Le entregué el documento del PNV. Me preguntó con su sonrisa ladeada por nuestra entrada en el gobierno. Creía que Aznar se reu­niría con Arzalluz el sábado. Para fastidiarle le dije que queríamos la cartera de Economía y Hacienda. “Te la doy”, me comentó, y me pidió que le dejáramos algo de poder y que la primera reunión había estado bien y que se notaba que era gente que sabía.

Rato me dijo que les gustaría que la investidura se celebrara a mediados de abril. Le dije que no íbamos a dar cuenta a la prensa de nuestro papel. Me dijo que negociaban con los catalanes y que veía posible el pacto aunque no entraran en el gobierno, que a Rupérez lo enviarían a Guinea y que Acebes sería el portavoz en el Senado así como que los de CiU no querían que Rigol fuera el presidente del Senado. Al parecer había habido bronca entre Pujol y Duran por este asunto.

Me llamó Brunet, el corresponsal político de La Vanguardia. Quería saber en qué punto estaba la negociación. Creía que CiU estaba negociando a tope. Por su parte, ese día Pujol llamó a Arzalluz. Le comentó que tenía serias resistencias internas.

El jueves 21 llegó la primavera con un tiempo espléndido. Me llamó Almunia para conocer cómo estaba la situación de la composición de la Mesa del Congreso. Diecisiete días después de las elecciones comenzaba a preocuparse por este asunto. Se lo dije. “Es que antes la iniciativa la teníamos nosotros y ahora no”, me contestó. Me preguntó si le habíamos dado el visto bueno a Federico Trillo. Le dije que sí y me preguntó si había leído que el PP iba a proponer a Ortí Bordas, el falangista, como presidente del Senado. “Todos tendrán que levantar el brazo”. Le dije que no lo había leído y que no me lo creía.

Pero lo más importante de aquella jornada fue la entrevista que mantuvo Arzalluz en Madrid en un domicilio particular con José María Aznar. Una buena comida regada con el mejor Vega Sicilia. Al volver de Madrid me llamó desde el coche. Estaba entusiasmado y, a la vez, extrañado porque aquella propuesta no se la había hecho a los catalanes. Aznar quería gente del PNV en el gobierno. Aznar le dijo a Arzalluz que él no tenía problema alguno con la autonomía vasca ni con debatir esto en el Parlamento. Le dijo que todo era transferible salvo la Seguridad Social para no romper la dichosa Caja Única, pero del resto se podía todo. Quería unir la negociación del Concierto con la del Convenio de Navarra y le repitió que estaba abierto a todo.

Arzalluz le contestó que prefería empezar una negociación de menos a más. De poco a mucho. Le apuntó hablar sólo de la investidura porque una coalición era algo muy fuerte y antes había que ir consolidando una confianza que de momento no se tenía y que así como él tenía su entorno, Arzalluz también. Le pregunté si tenía el síndrome de Estocolmo y me contestó que estaba curado pues había pasado por una negociación con Abril Martorell y sabía lo que era eso y que Aznar no le asustaba.

Me comentó que la comida se había producido en un ambiente muy grato y que se habría quedado más tiempo si hubiera sido por Aznar pues hablaron a calzón quitado. “Nosotros vamos a cosas concretas y no creo que con Pujol hable con tanta confianza aunque éste sigue teniendo respeto al PP sociológico”.

En su columna diaria, Umbral escribía una reflexión de interés: “Así, eso de la cohesión territorial, que ahora usan mucho contra los pactos nacionalistas, pero ¿qué es la cohesión territorial? Traducido al romance militar, lacónico y centralista, no es sino la «España una, grande y libre de Franco». Y es ahora lo que esgrimen los socialistas. Y no les falta razón. Por ahí han salido Chaves, Rodríguez Ibarra y Bono en plan españolista” Aunque Bono me había llamado aquella semana a Bilbao para decirme que nos apreciaba mucho y que nunca había dicho nada contra los nacionalistas. Este Bono es un político con reflejos al que no se le caen los anillos por hablar por teléfono. Otro que tenía también una cierta retranca era aquel primer Rato, no el de ahora, pues al salir de la primera reunión con él en su despacho y al despedirme de él con un Agur!, para que fuera aprendiendo a relacionarse con el PNV, me respondió de la misma manera. El clima político había cambiado radicalmente. Hasta el ABC comenzaba a decir que Arzalluz no era Jack el Destripador y a mí, a veces, comenzaban a llamarme Iñaki. ¡Lo nunca visto! ¡Menudo avance!

El viernes 22 llamé a Xabier Arzalluz, que estaba en su casa corrigiendo exámenes de la universidad. Me reiteró la conversación que habíamos mantenido desde el coche. Me dijo que veía a Aznar apaleado y diciéndole que quería un vasco, aunque no fuera del PNV, en el gobierno. Aznar, al parecer, le había comentado que Rato había hablado bien de Ibarretxe y que él le había dicho a Aznar que el PNV no entraría en combinaciones raras para impedir que fuera el presidente del gobierno ya que era su preocupación. Y es que con los votos del PSOE, de CiU, del PNV y CC el presidente podía ser socialista. Arzalluz estaba persuadido en aquel momento de que Aznar era un hombre honesto. Él siempre había hablado bien de Aznar. Le comenté que el ABC le sacaba en portada y además alabándolo en el mismo día en el que el periódico Deia hacía un buen trabajo de documentación comparando la negociación de 1996 con la de 1993.

También me llamó Rodrigo Rato para comentarme la reunión Aznar-Arzalluz. Estaba satisfecho y creía que eso iba a impulsar la negociación. Aznar le había comentado que quería que la relación PNV-PP durase. A él personalmente le iban bien las cosas ya que esperaba una niña. Le dijo que Arzalluz también estaba satisfecho pues tenía en casa nada menos que Vega Sicilia. Me dijo bromeando que a mí me iban a hacer “gobernador de las tres provincias”. Le contesté que ni hablar ya que con ellos en el gobierno teníamos que acabar con esa figura. Quedamos en vernos el miércoles aunque deseaba estar conmigo ese lunes pues tenía ejecutiva. Le dije que no podía y que le vería el miércoles. Se despidió diciéndome Bon día. Le dije que tampoco. Que tenía que aprender a decir Egun on. “Eso díselo a Molins. No confundas el catalán con el euskera”, le dije.

Como he comentado, lo curioso fue la llamada de José Bono, el presidente socialista de Castilla-La Mancha. Le habían pasado unas declaraciones mías en la Cope en las que mostraba mi disgusto por el acto de Linares. Me dijo que él no las había contestado porque me apreciaba y que no quería indisponerse, pero que él no había dicho nada sobre la fiscalidad. Me comentó que había estudiado en Deusto y me preguntó si tenía algo personal con Rodríguez Ibarra. “¿Yo? En todo caso él conmigo, pues no he hablado con él en la vida y no hace más que meterse conmigo”. “Pues será así pero yo contigo no tengo nada porque te aprecio”. Este Bono es todo un artista y un político con recursos e iniciativas, pensé.

Y como me tocaba coordinar todos aquellos contactos lo hice con Ibarretxe, Arzalluz y Egibar para preparar la reunión del miércoles por la tarde en Madrid. Ollora había desarrollado el punto 6 del cuadro negociador, el referido a la violencia. Me lo envió por fax. Tenía consistencia.

Y como en breve se iba a constituir la Mesa del Congreso hablé con el portavoz socialista Joaquín Almunia. Como he comentado no querían ver a Federico Trillo ni en pintura y aquello me lo estaba diciendo diecisiete días después de las elecciones. Creía que en el Senado iban a proponer a Ortí Bordas. Le dije que no creía que eso se iba a producir y me comentó que pensaba estar con Molins. Desayunaba con Rosa Aguilar, la portavoz de IU, y creía que a la Mesa no iría. Pablo Castellanos. El PSOE en ese momento de abatimiento quería llevarse bien con IU.

El sábado 23 de marzo vino a Bilbao Joaquim Molins. Su sobrino, de CiU, se casaba con la hija de Iñaki de la Sota, del PNV. Buena boda. Por la mañana, a las once, se acercó a Sabin Etxea, la sede del PNV. Le enseñé el edificio. Vale la pena conocerlo. En su día a Miquel Roca le había impresionado. Arzalluz estaba en el salón de actos dando una charla. Le pasé una nota y subió a su despacho donde hablamos los tres. Arzalluz le dijo a Molins que la ocasión la pintaban calva. Sin embargo, Molins detectaba una gran resistencia en su partido para pactar con el PP. Arzalluz le dijo que había que ir poco a poco y que se iría de menos a más.

Tras estar con Arzalluz fuimos a la sala de prensa, atiborrada de periodistas. A pesar de que dijimos que aquella reunión estaba motivada por una circunstancia personal de Molins -y el corresponsal político del Grupo Correo, Juan Carlos Viloria, así lo recalcó-, el hecho tuvo repercusión.

SE CONSTITUYEN LAS MESAS

El lunes 25 tuvimos en el Congreso la última reunión de la Diputación Permanente presidida por Félix Pons, que se despedía. Lo mismo que el ministro de la Presidencia Pérez Rubalcaba. Me sacan en televisión tapándome la nariz. Hablábamos de aquel Trillo tan ofensivo, mientras éste decía que Aznar no le había dicho nada de nada. Típico. Anguita estuvo elegante en la despedida a Pons. Rosa Aguilar me pidió nuestro programa.

El martes 26 me llamó el propio Aznar para hacerme una consulta parlamentaria. Estaba preocupado de que la apertura de las Cortes Generales se hiciera en un acto conjunto Congreso-Senado en presencia de los Reyes y con un gobierno socialista en funciones en el banco azul. Aquello le parecía esperpéntico y aunque existía el precedente de 1982, cuando así se hizo, la diferencia estribaba en que el PSOE entonces tenía mayoría absoluta.

Aznar me comentó que había hablado con Felipe González y que éste le había dicho que estaba de acuerdo con esa reflexión. Y que también se lo había comentado a Federico Trillo, con lo que deduje que Trillo era el candidato a la presidencia del Congreso. Me pidió que se lo comentara a nuestro candidato para la Mesa en representación del PNV, con lo que volví a deducir que aceptaban nuestra candidatura. Terminó diciéndome que habían pedido un dictamen. Yo le dije que, ante los rumores, se lo había comentado al periodista de Europa Press Julián la Calle, diciéndole que tres años antes primero había sido la Investidura y luego la apertura. Le pregunté si mantenía la fecha del 25 de abril. No sabía de dónde había salido aquel día porque él quería la Investidura mucho antes pero que eso dependía del acuerdo con nosotros y que aunque no entrásemos en el gobierno en ese momento lo podíamos hacer en el transcurso de la legislatura. Aquello del menos al más.

A pesar de su laconismo me dijo que le habían gustado mucho unas declaraciones que yo había hecho y que se encontraba bien y contento. “El Rey comenzará a llamar a los partidos del grupo mixto esta semana y la que viene al resto. Ojalá entréis en el gobierno”, me dijo al despedirse.

Mientras esto ocurría, Coalición Canaria se movía. Me llamó José Carlos Mauricio. Quería hablar con Arzalluz. Quedamos en que viniese él con Victoriano Ríos, el amigo de los primeros tiempos. Le comenté al presidente del EBB la conversación con Aznar. No creía que tuviéramos que ir al gobierno como PNV, aunque podía ser interesante que alguien de los aledaños del PNV estuvie­ra ante la buena disposición de aquel PP.

Como he comentado, el miércoles 27 estábamos los cinco diputados del PNV en el hemiciclo. Margarita Uria iba escayolada. Hacía tiempo que no teníamos una mujer en el grupo y allí estaba ella verdaderamente feliz entre tanta gente nueva que se saludaba como en el primer día del colegio. Jon Zabalia venía de la legislatura anterior, lo mismo que Emilio Olabarría y José Juan González de Txabarri. Éste había ido de víspera para hablar con Loyola de Palacio, que era la portavoz adjunta del PP. Estaba ya todo cerrado. El nuevo portavoz del PP iba a ser Luis de Grandes. Luis Ramallo quedaba aparcado y Enrique Fernández Miranda, que suspiraba por el Ministerio de Sanidad, iba a la Mesa del Congreso.

Saludamos a Aznar y al diputado de Unió Josep Sánchez Llibre. Volví a hablar con Aznar sobre la apertura de las Cortes. Y se produjo la votación para la Mesa. Por nuestra parte fue elegido José Juan González de Txabarri. EA se abstuvo. Tuve oportunidad de hablar con Felipe González. Me dijo que le transmitiese a Juan María Atutxa, que era a la sazón el consejero del Interior del gobierno vasco, su felicitación por la captura de Valentín Lasarte. Me dijo que tenía ganas de hablar con Arzalluz y conmigo.

Mientras se producía la votación y las promesas -Begoña Lasagabaster lo hizo en euskera- hablamos con mucha gente. Los del PP se pasaban papeles, los del Bloque me pedían el libro que había hecho sobre Castelao ya que lo habían perdido; los de Unió Valenciana preguntaban cómo iban las cosas, Mauricio insistía en querer viajar a Bilbao, Celia Villalobos comentaba lo buen ministro de Trabajo que podía ser Emilio Olabarría, mientras otro del PP decía muy enfático que el PNV tenía que hacer como UPN en Navarra. Había cien nuevos diputados y sobre todo mucha animación.

Ese día, por la tarde, tuvimos sesión negociadora con el PP. Previamente con Ibarretxe, Ollora y Egibar comimos en el restaurant Teatrix de Madrid estudiando la sesión que nos esperaba. Y a las cinco nos presentamos en el despacho de Rato. Allí estaba él con Betina Salmones, Luis de Grandes, Montero, Mayor Oreja y Rajoy. Éste, para no variar, con un inmenso puro.

Era el despacho de la asesoría jurídica del PP y allí estuvimos cuatro horas viendo que aquello no lo habían preparado bien. No quisieron ni entrar en lo diferencial del estatuto, ni querían que se abordara el asunto del GAL. “Eso, al final de la legislatura”, nos dijeron. Tanto Ibarretxe como Ollora estuvieron muy bien en su argumentación, pero de allí salimos como habíamos entrado.

Al día siguiente, jueves 28, hablé con Almunia. Le reproché que no hubieran votado a Txabarri como secretario cuarto de la Mesa. Trillo había sido elegido con el voto contrario del PSOE y de IU.

Me dijo Almunia que nos echarían una mano en el Senado para formar grupo. Lo hicieron. Rodríguez de la Borbolla fue, por segundos, miembro del PNV. Sin embargo no querían a Olabarría en el Consejo General del Poder Judicial.

Llamó Rato. Estaba encantado con Ibarretxe. Me comentó que sería un magnífico ministro. “¿Por qué no nos lo prestáis?” Le dije que la reunión que habían tenido el miércoles había sido un fiasco.

Y llamó Francisco Luzón, presidente del Banco Central. Deseaba hablar con Xabier Arzalluz.

Con objeto de ir avanzando en los aspectos técnicos relativos al Concierto Económico, Juan Costa, el hombre técnico de Rato, se reunió con Juan Miguel Bilbao, viceconsejero del gobierno vasco. Por lo menos en aquel aspecto concreto parecía que la cosa avanzaba.