Felicidad en tiempos de crisis

Confirmado: «el dinero no compra la felicidad«. Aunque hayamos visto nuestras calles bien concurridas por «indignados», en la última encuesta del Instituto Coca-Cola el 69% de la ciudadanía se declara feliz aun en la actual depresión económica.

Este sugerente 69% es feliz con la familia, amigos y compañeros de trabajo, le gusta conocer y ayudar a otros y disfruta de sus hobbies. Por su parte, en la Universidad Victoria (Wellington, Nueva Zelanda) han publicado un megaestudio sobre 420.000 entrevistas realizadas en 63 países durante 40 años, donde concluyen que la libertad y la autonomía personal son mucho más importantes para el ser humano que el dinero.

 Para llegar a tan sesuda afirmación, aserto del antiguo adagio popular arriba citado, han utilizado indicadores del bienestar cotidiano como el estrés, la ansiedad y la salud psicológica; en la conclusión final se presenta el dinero como imprescindible para garantizar cierto bienestar al proporcionar necesidades básicas de alimentación, vivienda y salud, pero que conseguido éste, pierde toda su importancia, ergo no sirve para comprar la felicidad. Muy por delante del dinero en el camino hacia la felicidad, se citan la autonomía (capacidad para hacer sin dependencia) y la libertad de decidir, es decir, el dinero proporciona la autonomía, pero es ésta la que garantiza la felicidad.

De ser cierto todo lo anterior, son sorprendentes los datos del Informe sobre la riqueza en el mundo de Merrill Lynch y CapGemini. Destaca que el número de ricos -más del millón de $- en todo el mundo superó en 2010 los 10,9 millones de personas (8,3% más que en 2009); pero no sólo han aumentado los «ricos normales«, sino que los «asquerosamente súper ricos» son 103.000 -aumentan el 10,2%-, y sus súper fortunas se han incrementado un 11,5%.

No importa que expertos como el economista Nicholas Stern avisen de los desafíos a futuro: cambio climático y pobreza, porque esos ricos siguen atesorando 43 billones de $, evidentemente mucho más allá de lo que se necesita para cubrir el bienestar básico. Sólo el Estado es excepción en 2010: de 143.000 ricos el año pasado se ha retrocedido a 140.100, así que desde 2007 se han perdido en el camino un 14,5% de grandes fortunas hispanas. Puede que de esta mengua surja la felicidad ciudadana del 69% en tiempos de crisis ¡Qué aprendan los ricos del mundo a ser felices de verdad!

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