Denominador común, mujer discriminada

En los Sanmarciales de Irún y en el Alarde de Hondarribia aceptan a regañadientes que haya compañías mixtas en los desfiles… paralelos, que no mezclados ni revueltos, por supuesto. La segregación sigue siendo evidente, incluso con el apoyo o la táctica inhibición política, a pesar de normas y decretos. Saltando de continente, ha sido todo un alarde de gran fuerza visual el desfile de 80.000 jóvenes vírgenes delante del rey de Suazilandia, con collares y faldas cortas mostrando su disponibilidad a que el monarca eligiera de entre ellas a su decimotercera esposa. Es un alarde tradicional de impacto turístico, pero me gustaría ver cómo se trataría algo similar en los medios en posición de género invertida. Los recientes juegos olímpicos de Londres han supuesto un rotundo éxito bajo prisma femenino, ya que por primera vez todas las delegaciones tenían alguna mujer deportista. Y en algunos países, ellas consiguieron más medallas que ellos a pesar de ser bastante menos. En Egipto, con la llegada del islamista «moderado» Morsi al poder, también por primera vez las presentadoras de televisión usan velo; un claro avance cangrejero. En Arabia Saudí están pensándose crear una ciudad solo para mujeres, donde inviertan y hagan negocios, siempre cubiertas por el abaya negro, claro, porque así obtendrían cierta independencia económica, pero continuaría la segregación social por género, lugar que ellas habitan toda su vida en plena sumisión hacia el hombre: de solteras, bajo el padre; casadas, del marido; viudas, de sus hijos. No pueden tener DNI ni pasaporte sin permiso del hombre, ni conducir; necesitan el permiso de un hombre para poder estudiar o ir a un hospital. Aquí, merece recordarse que ya han asesinado este año a más de 50 mujeres, aunque no salgan en primera. En Yébenes-Toledo están montándole una trifulca pública a una concejala por un vídeo erótico colgado en la red. Además de pedirla que dimita, menos guapa, le han llamado de todo. Si fuera hombre, nos lo presentarían como «machote» con mérito añadido en su «carrera pública». Recordemos también el creciente movimiento de grupos confesionales o ideológicamente interesados en retornar a la escuela segregada chicos-chicas, como preludio a segregaciones posteriores en roles sociales. Cierto, mezclar continentes y culturas con violencia de género y éxitos deportivos, pasacalles matrimoniales con costumbres y fiestas patronales, es un alarde de mezcolanza de trazo grueso, pero en el conjunto-disjunto siempre sale un denominador común: mujer discriminada. Allí y aquí.

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