Todos somos suizos

Aunque  seamos de segunda, porque en realidad nuestra íntima ambición inconfesada es que quisiéramos ser suizos, confederados de la Helvetia feliz con fuentes manando leche y miel. Y entre sorbos de esa fuente degustar chocolates, llegar puntuales con precisos relojes, esquiar en interminables pistas blancas, encontrar trabajo seguro y bien remunerado, disponer de 70.000euros de PIB, depositar nuestros ahorros en bancos fiables (junto a las grandes fortunas mundiales), pasear por calles impolutas… bueno, no es un sueño sino una realidad suiza algo edulcorada. En la Confederación Helvética viven 8millones, pero a nosotros/as nos gustaría ser de los 6,2millones con ciudadanía suiza, no de los dos millones que allí habitan sin serlo y que saben de las leoninas condiciones administrativo-legales para acceder a la ciudadanía. Claro que no todo es pan y edelweiss en el país alpino, el 7,6% vive bajo el umbral de la pobreza (maticemos: menos de 2.200 francos suizos/mes) y el 9,3% de los niños sufren esa misma pobreza, pero esto no resta un ápice de intensidad a nuestra ambición del dorado helvético.

Quizá por ello nos haya caído como un cántaro de agua helada su decisión de controlar la inmigración, incluso la de UE: aeropuertos, carreteras, contratos, beneficios sociales… todo bajo estricto control; ha sido decisión mayoritaria adoptada en una votación democrática a las que tan habituados están los suizos, no como en estos lares, donde posturas como éstas las adoptan cuatro en un gabinete de viernes correquetepillo. Por eso mismo pueden adoptar decisiones que otros muchos desearían y no se atreven, como fue no dejar instalar minaretes. Y nos afecta, porque con 25 años, los estudios terminados y paro en vigor, siempre quedaba la recámara: “hago la maleta y emigro…” a Suiza, a Bélgica, Inglaterra, Dinamarca, Alemania… pero todos estos países, de una u otra forma, están constriñendo la entrada y engrasando la salida: la invitación-invectiva es perentoria.

Mientras Suiza decreta cerrojazo al emigrante con votos, leyes y sutiles controles, por aquí también echamos el cerrojazo a nuestro modo, con vallas, concertinas, balas de fogueo, pelotas de goma, mucho tricornio, internamientos denigrantes, expulsiones indignantes… y de camino mucha declaración política con cúmulos de mentiras y verdades a medias, “digo Diego, aunque antes quise decir digo”, explicaciones y desmentidos inverosímiles.

Somos, o pretendemos ser suizos, pero ejercemos de segunda, de suburbio, sólo en lo menos bueno, porque nadie quiere conocer lo que de verdad queremos.

Como diría mi alter ego, en Berna separtenlacaja con nuestra cutre forma de copiar su xenofobia.

 

 

 

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